Mauricio Macri se despertó a las 6.30 de la mañana. Varios minutos después de las 8, la comitiva presidencial llevaba ya un rato esperándolo en una van a la salida del hotel Langham, bajo una copiosa lluvia. Macri seguía en su habitación. El motivo: una conversación con el presidente del Banco Central, Luis Caputo, y su jefe de Gabinete, Marcos Peña.
El Presidente apareció en el lobby a las 8.20, muy serio, y se dirigió a paso firme a la camioneta que lo llevó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Una hora después, se conoció la noticia: Caputo, uno de sus hombres de mayor confianza, había renunciado.
La noticia cayó como una bomba, y trastocó la visita de Macri a Nueva York, que tenía un objetivo central: recuperar la confianza de los inversores y apuntalar la salida de la crisis económica y el programa económico, del que Caputo era un pilar central. Negoció la salida del default, manejó toda la estrategia financiera del «gradualismo» y se hizo cargo del dólar y la inflación en un momento difícil, en plena corrida cambiaria.
Nada hacía presagiar, aquí, su renuncia en medio del viaje presidencial, en la antesala de un nuevo acuerdo. Hubo sorpresa y malestar en algunos miembros de la comitiva, no por la decisión -todos la descontaban-, sino por el momento. El timing. En Wall Street, algunos lo vieron como un desplante, o, cuando menos, una desprolijidad. El mercado reaccionó mal (luego rebotó).
Al final del día, Macri desactivó cualquier versión de pelea o portazo. «Le dijimos que eligiera el momento que para él fuera el más apropiado», afirmó, sobre la renuncia.
Hasta la bomba que soltó Caputo, la comitiva se había mostrado exultante. Las reuniones con inversores y el respaldo de Donald Trump y Christine Lagarde en la víspera habían arraigado el optimismo que caracteriza al oficialismo. La salida de Caputo, y el rebrote de las versiones de peleas con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, cambiaron el clima.
Fuentes oficiales reconocieron a La Nación diferencias por la política monetaria, pero las relativizaron con el mensaje de que la renuncia estaba prevista: «Sabíamos que lo tenía en la cabeza», indicó una fuente. «Lo tenía decidido», agregó otra. Así y todo, nadie pensó que Caputo iba a decir basta horas antes de que se conociera el nuevo acuerdo con el Fondo. En el Gobierno esperaban que lo hiciera después del anuncio. Ese fue el debate con Macri y Peña.
«No nos gusta mucho lo que pasó», dijo una fuente oficial.
Dujovne negó que la noticia hubiera provocado sorpresa, y lo planteó como un «recambio lógico. «Eso es algo que ocurre en todos los gobiernos. La Argentina necesita dar señales de mucha claridad respecto de cuál es su política monetaria», indicó.
Fuentes cercanas a Caputo indicaron a La Nación que él propuso renunciar antes del anuncio para no opacarlo. «Quedó perfecto. Desde el punto de vista del mercado, el timing fue perfecto», indicaron.
Ya a esa altura los bonos habían dado la vuelta, el riesgo país caía y el dólar recortaba la suba. Además, elogiaron el nuevo paquete que se anunciará en las próximas horas, en un intento por despejar la idea de que la partida de Caputo ocurrió porque se opuso a algunos puntos del programa: «Es un acuerdo muy sólido», indicaron. En Hacienda y en el mercado ofrecen otro panorama: Caputo tenía una visión más de trader, menos alineada con el Fondo, y quería más libertad para intervenir en el dólar.
El Fondo dijo que aspira a tener una «relación constructiva» con el sucesor de Caputo, Guido Sandleris.
El anuncio también tomó por sorpresa a Wall Street, donde luego, también, terminaron por mirarlo con buenos ojos ante la idea que la salida de Caputo evitará roces con la política monetaria con el Fondo.
«Definitivamente no esperado lo de Caputo. Difícil de entender o racionalizar», apuntó por WhatsApp un analista de un banco. «Es un shock de corto plazo, pero mejor a largo plazo. Más poder para Dujovne y Lagarde», evaluó un ejecutivo de un poderoso fondo de inversión. El cierre del mercado parecía darle la razón.