Tiene 27 años y vive en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. Cada bolsa cuesta $600 y hace descuento por cantidad. Ahora sueña con tener su propio lavarropas.
A las 6 de la mañana suena el despertador y Macarena se levanta para trabajar. Para ella no hay sábados ni domingos, todos los días llena de agua los fuentones, prepara el jabón, el cepillo y arranca con el lavado a mano de la ropa apenas amanece. Así, sobre el piso de tierra que hay en su casa se gana la plata que destina para la comida y la educación de sus cinco hijos, indica TN.
Tiene 27 años y vive en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. No pudo terminar el secundario pero eso no le impidió conseguir algún que otro empleo. Limpió casas, hizo mandados, trámites y ahora tiene un proyecto: construir su propio lavadero.
Por eso arrancó con este emprendimiento que va creciendo día a día. Su jornada termina a las 12 de la noche. Su pareja corta leña y la reparte en un carrito. Así esta familia sobrevive a la difícil situación por la que están atravesando.
En la casa de Macarena no hay lujos y se respira sacrificio. A mano, lava la ropa que le traen los vecinos. La pone a secar al sol, la plancha, la perfuma y en bicicleta la reparte. Por día recibe muchos pedidos y está tan organizada que logra cumplir con todos sin atrasarse. “La bolsa con 15 prendas tiene un valor de $600, pero si me traen más les hago precio”, cuenta entre risas a TN y La Gente.
Tiene muchos sueños por cumplir, pero ahora está enfocada en que este trabajo siga creciendo. Para ello necesita un lavarropas y un secarropas. “Fui a averiguar los precios pero me es imposible comprar uno. Y ni hablar de los industriales, son inalcanzables para nosotros”, agrega.
Pese a la falta de dinero, no pierde la esperanza de que la gente la ayude.
“Me encantaría tener mi propio lavadero, es mi objetivo en este momento. Con esto que estoy haciendo no se cuánto tiempo voy a tardar, pero se que en algún momento va a llegar la recompensa”, dice entusiasmada.
En las bolsas, además de la ropa encontró plata, cadenitas y anillos. Que se encargó de devolvérselos a sus dueños. “Nunca se me ocurrió quedarme con algo que no es mío. Cuando entrego la bolsa con lo que se olvidaron, mis clientes me lo agradecen y me dicen que soy muy honesta. Pero para mí no hay otra opción”, añade.
El día de Macarena termina arriba de la bicicleta, con la que recorre kilómetros para entregar la ropa lavada. Cuando se le pincha una rueda, lo hace a pie. Le sobra voluntad para salir adelante.