Las verdaderas razones de la inflación de Macri

Lejos del cuento de “la herencia recibida”, el desborde de precios que sacude al país tiene su origen en las medidas neoliberales adoptadas por el Gobierno. Productos que en la era Macri registraron aumentos promedio…

domingo 21/04/2019 - 16:06
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Lejos del cuento de “la herencia recibida”, el desborde de precios que sacude al país tiene su origen en las medidas neoliberales adoptadas por el Gobierno. Productos que en la era Macri registraron aumentos promedio del 300 por ciento ahora, por “el pacto de caballeros”, prometen que no aumentarán más. En el camino pulverizaron salarios y jubilaciones.

Los aumentos de precios de productos seleccionados de una canasta de consumo básica del hogar son impactantes desde noviembre de 2015, mes desde el cual se deben evaluar los resultados económicos del gobierno de Cambiemos. PáginaI12 elaboró el ranking de la inflación macrista hasta marzo 2019, en base a información oficial de la Ciudad de Buenos Aires. Lo lidera la harina de trigo con un alza impresionante de 327,6 por ciento, seguida por la crema dental con una suba de 311,7 por ciento y la manteca con un avance de 305,4 por ciento. El relevamiento es en base a precios medios, lo que implica que para algunos estos registros pueden parecer una variación menor a la que verifican en sus propios bolsillos.

El alza del nivel general de precios fue de 200 por ciento en estos 41 meses. Para dar cuenta del efecto devastador de los aumentos de precios en el presupuesto de las familias vale la comparación con el movimiento que tuvo el salario registrado (público y privado) desde noviembre de 2015. Según el Indec, el ingreso promedio del trabajador en blanco, estimando los meses de febrero y marzo con un alza similar al de enero, es de 143 por ciento. La medida desesperada, lanzada por la administración PRO-UCR, de fijar el valor de 64 productos de una cesta limitada será poco relevante para alterar el cuadro dramático de derrumbe del poder adquisitivo de la mayoría de la población, a partir del descontrol de los precios de alimentos y bebidas.

Los rubros que más aumentaron fueron a los que las clases vulneradas destinan la totalidad de sus ingresos: alimentos, transporte y vivienda. Debido al apagón estadístico del Indec de Macri, que duró seis meses (diciembre 2015-mayo 2016), período en que coincidió con el impacto en precios de la megadevaluación inaugural del Gobierno, el IPC-CABA permite salvar ese vacío informativo. Los productos seleccionados en el cuadro son básicos de compras habituales de los hogares. Algunos de ellos se ubican por encima y otros por debajo del alza promedio del nivel general de precios. Pero todos avanzaron bastante más que el salario medio de los trabajadores registrados –según pública Página 12-.

Esta comprobación en números permite entender la irritación de la mayoría al momento de realizar las compras de bienes esenciales en supermercados, autoservicios o ferias. En no pocos la bronca se convierte en desesperación por la imposibilidad directa de comprarlos.

El alza excesiva de los alimentos y bebidas no fue provocado por un shock externo –fuerte suba internacional de los commodities agropecuarios–, sino por medidas específicas dispuestas durante la gestión Cambiemos. El mazazo que reciben los bolsillos de los consumidores no fue generado tampoco por un acontecimiento excepcional, ya sea una guerra o un desastre climático (inundación o sequía). Su origen se encuentra en una estrategia económica regresiva desplegada desde el primer día que Mauricio Macri pasó a ocupar la Casa Rosada.

Es necesario identificar el pecado original para entender el desborde de precios de alimentos y bebidas. Ese pecado está compuesto por las siguientes medidas:

La eliminación de las retenciones a las exportaciones del complejo agropecuario equiparó los precios locales a los internacionales. A lo que se le sumó la liberación absoluta del mercado cambiario, que derivó en una profunda inestabilidad de la paridad, devaluaciones que entonces impactaron en forma plena en los precios de los alimentos. El intento de poner paliativos cuando la situación se desbordó (fijación de retenciones por un monto fijo y un esquema de administración del tipo de cambio con bandas de intervención) no está teniendo efecto porque la espiral inflacionaria ya se encuentra precipitada.

El fuego de la inflación macrista fue alimentado con más nafta con la desregulación y eliminación de controles del mercado interno. Se desarticuló el equipo de inspectores de la Secretaría de Comercio, se mantuvo en forma simbólica el programa Precios Cuidados y se abandonó cualquier supervisión de las firmas formadoras de precios.

Otra de las medidas que integra el combo inflacionario macrista fue el ajuste extraordinario y posterior dolarización de las tarifas. El aumento de costos por la suba del gas, luz y combustibles se trasladó a los precios de los productos de consumo final.

Soberbia

El elenco de economistas oficialista, con autoestima muy elevada, de masters y PhD en universidades privadas, locales o extranjeras, está impulsando medidas de control de las que se burlaban hasta no hace mucho. Para peor, como han exhibido bastante ineptitud en la gestión de medidas ortodoxas, cuando tienen que aplicar un bosquejo de heterodoxas lo hacen peor, con culpa y mal porque no saben ni tienen voluntad de gestionarlas. Por eso dicen que el congelamiento de 64 precios es un “acuerdo de caballeros”, como lo describió el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

Tan mal fue presentado este manotazo de ahogado que los funcionarios lo estuvieron adelantando a través de la prensa oficialista, dando el tiempo suficiente a las empresas fabricantes de alimentos a enviar nuevas listas con ajustes de precios a la cadena comercial. Para finalmente aceptar aumentos del 40 por ciento previo a la fijación de precios en algunos de los alimentos incluidos en la lista. El caso de la leche La Martona es representativo de la pésima gestión del equipo económico.

La segunda marca de leche que figuraba en el programa Precios Cuidados, La Armonía, fue reemplazada por la tercera marca de La Serenísima, La Martona. El precio que se comercializaba era de 25,47 pesos, con cupos de compras y desabastecimiento denunciado en las últimas semanas. Su reemplazo ahora tendrá un precio de 35,80 pesos. El aumento es de 40,5 por ciento.

Es una forma muy peculiar de diseñar un acuerdo de congelamiento de precios: facilitar un alza espectacular para luego fijar el precio durante seis meses. No hay que ser muy astuto para adelantar que habrá dificultades para satisfacer la demanda potencial de esa leche porque, pese al fuerte retoque en el precio, seguirá siendo más barata que la primera o segunda marca. Además porque se informó que habrá un cupo diario de 240 mil litros para atender el área metropolitana.

Evaluar este experimento desesperado de frenar los aumentos de precios como una política kirchnerista es absurdo. Quienes lo hacen dejan al desnudo que desconocen en qué consistían las medidas de administración de precios durante esos años, cómo estaban diseñadas técnicamente, cómo se implementaban, quiénes se ocupaban de que fueran efectivas y cuál era la concepción teórica que las sustentaba.

Fracaso

No iba a registrarse un shock inflacionario por la megadevaluación de diciembre de 2015, que elevó el tipo de cambio de 9,40 a casi 15 pesos, porque los precios de la economía ya tenían incorporado el valor del dólar blue. Fue el primer gran disparate de la economía macrista. El autor fue el entonces ministro de Economía Alfonso Prat-Gay.

La sucesión de tarifazos no se reflejaría en la tasa de inflación porque esa alteración de los precios relativos iba a provocar una disminución de la demanda de bienes, que derivaría en una caída de precios que compensaría en el índice las alzas de luz, gas, transporte y combustible. Fue el segundo gran dislate del equipo económico, cuyo autor fue quien era el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger.

Junto al vice de la entidad monetaria, Lucas Llach, se dedicó a publicitar el régimen de Metas de Inflación, que con el manejo de la tasa de interés y las Lebac pasarían a la historia como el equipo que iba a domar la tasa de inflación. No pudo ser. Quedaron en el ridículo con proyecciones como la de 2018 que era 10% (+ – 2) y la de 2019 que la definieron en el 5 por ciento. La inflación de 2018 fue de 47,8 por ciento y la de 2019, con el dato estimado de abril, se ubicaría en 57 por ciento anual. Por este éxito, Cambiemos premió a Llach con un nuevo cargo bien remunerado, al designarlo vicepresidente del Banco Nación.

En octubre pasado, la nueva dupla al frente del Banco Central, Guido Sandleris y Verónica Rappoport, presentó el nuevo programa monetario, que dejó atrás el de Metas de Inflación para basarse en el control de los Agregados Monetarios. En seis meses, definieron el objetivo de cero expansión de la Base Monetaria, cambiaron la Bomba Lebac por la Bomba Leliq, elevaron los encajes bancarios, dejaron de transferir recursos al Tesoro, dispararon la tasa de interés al 70 por ciento anual e inventaron la zona de no intervención cambiaria. El saldo de esta ultraortodoxia monetarista fue un fiasco en términos de política antiinflacionaria. En el breve período de seis meses, la tasa de inflación acumulada fue de 24,8 por ciento, que se ampliará al 31 por ciento con la estimación de un alza mínima del 5 por ciento en este mes.

Como si el fracaso monetarista no fuera suficiente para disponer el abandono de ese camino, Sandleris-Rapoport decidió reforzar esa misma estrategia fallida. El Central informó que la tasa de las Leliq no será inferior al 62,5 por ciento en los próximos meses, se autorizó a los bancos a convertir el ciento por ciento de los plazos fijos en Leliq, cuando antes el límite máximo era del 65 por ciento y se permitió a los ahorristas realizar plazos fijos en cualquier banco, sean o no clientes. Para finalmente tirar por la ventana el esquema de zona de no intervención, congelando el techo en 51,45  pesos y eliminando el piso hasta junio, que implica suspender las compras por debajo de ese valor, y luego mantenerlo en 39,75 pesos desde ese mes hasta fin de año.

Religión

La inflación macrista que acumula poco más del 200 por ciento, y que a este ritmo superará el 250 por ciento a fin de año, es una de las principales razones de la debilidad política del Gobierno. La corrida contra los bonos de deuda, que disparó el riesgo país a niveles record en esta administración, no tiene como motor la competitividad electoral de CFK, como insiste la prensa oficialista. El derrumbe de las cotizaciones y el riesgo latente de una nueva corrida cambiaria se deben al fiasco de otro ciclo neoliberal, que ha acelerado la pérdida de adhesión social hacia Macri y su marca electoral Cambiemos.

La secuencia entonces es inversa a la que plantean analistas del establishment: el fracaso económico de Macri mejora las perspectivas de la oposición en la próxima elección del presidente 2020-2023, cuyo liderazgo mantuvo CFK pese a que ella y su familia son sometidas a un persistente hostigamiento judicial y mediático.

La desilusión de Wall Street con el gobierno de Cambiemos se debe a que la política monetaria contractiva no brindó resultados satisfactorios en el frente inflacionario. Para completar el cuadro del fiasco ortodoxo hubo un importante ajuste fiscal, en estos meses de fuerte salto en la tasa de inflación, con un descenso pronunciado del déficit primario. Bajó fuerte el gasto público en casi todas las partidas, sobresaliendo como excepción el rubro de los pagos de intereses de la deuda. Sin transferencia de recursos del Banco Central al Tesoro Nacional y reduciendo el déficit fiscal, igual hubo inflación y más intensa.

El comportamiento de los precios merecería entonces el replanteo de la ortodoxia acerca de la relevancia de las políticas monetaria y fiscal como determinantes exclusivos de la inflación. Pese a que estos resultados son en tiempo real, la corriente monetarista dominante seguirá insistiendo en que la emisión genera inflación. Es una prueba más que los monetaristas en Argentina son miembros de una religión en la cual no importan las evidencias. Bajó el gasto público y no hubo emisión monetaria –por el contrario, hubo contracción de base monetaria–, subió la tasa de interés a niveles elevadísimos en términos reales y el tipo de cambio no tuvo variación entre puntas en seis meses, y el saldo no fue el que postulaban antes y ahora: los precios no bajaron, sino que, por el contrario, subieron.

Inconsistencia

Pese a esta contundencia de los hechos, Dujovne publicitará mañana que está haciendo bien los deberes bajando el gasto público y que éste es el sendero correcto para atacar la inflación y avanzar hacia el crecimiento económico. Repetirá, como lo hace en cada conferencia de prensa también Sandleris, que la inflación está bajando, rifando ambos de ese modo la poca credibilidad que les queda, lo que hace más complejo coordinar expectativas para alejar la economía del abismo de la crisis.

Hacienda utilizará 60 millones de dólares diarios hasta totalizar 9600 millones hasta fin de año, recursos aportados por el Fondo Monetario Internacional, con el objetivo de recaudar pesos para cubrir necesidades presupuestarias. El gobierno de Macri reiterará el mismo error de la primera mitad de su mandato –endeudarse en dólares para atender gasto en pesos–, aunque en esta oportunidad el objetivo principal será además intervenir en el mercado cambiario para evitar saltos abruptos de la paridad.

La inconsistencia de este régimen es evidente y el FMI lo avala con dos iniciativas espantosas: convalidar la liquidación de dólares de endeudamiento para cubrir gastos corrientes y la entrega de dólares al mercado para atender la fuga de capitales (además de los 60 millones, habrá 150 millones diarios si el tipo de cambio alcanza el techo de la banda), debilitando con esto último el escenario financiero 2020. Sin haber aprendido de la traumática experiencia de la Convertibilidad, el Fondo Monetario será así otra vez corresponsable del desastre que dejará de herencia la economía macrista.

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