Bombardeos de uno y otro lado, muerte y destrucción. La constante de Medio Oriente que ahora tiene la novedad de que los protagonistas son adolescentes y jóvenes organizados en redes sociales y sin liderazgo político.
Lo escuché por primera vez hace unos años en un tradicional mercadito palestino de la calle Abu Obiedah Ibn Al Jarah en Jerusalén del Este. Estaba atendido por chicos muy jóvenes y cada vez que iba a comprarme un sándwich para almorzar comentábamos lo que estaba ocurriendo en la confrontación eterna israelí palestina. Los chicos repetían que “en cualquier momento” se venía la “Intifada final”. Se referían al levantamiento palestino para recuperar la autonomía plena de Jerusalén, la Franja de Gaza y Cisjordania. En el medio, si fuera posible, decían que iban a “sacarse a los judíos de encima de una vez por todas”. A dos cuadras de ahí, del otro lado del histórico hotel American Colony -antiguo hospedaje de personajes como Lawrence de Arabia-, para esa misma época desayuné con un representante de los partidos religiosos en el Knesset quien mencionó el mismo concepto, pero al revés. “Vamos a tener una nueva y definitiva Intifada a la que le responderemos de manera de terminar con todo esto de una vez por todas”, me dijo.
Desde el fin de semana tenemos uno de esos constantes enfrentamientos de los que nunca se sabe si pueden desvanecerse en tres o cuatro días o convertirse en la “Intifada final”. Aunque esta vez tiene un elemento nuevo, diferente, los que protagonizan ahora del lado palestino no tienen más de 15 o 16 años y se organizan por redes sociales como TikTok o Instagram. Del israelí , también son chicos, estos fanáticos religiosos ultraortodoxos, que llegan a la Puerta de Damasco de la Ciudad Antigua cantando y bailando como si estuvieran en una ceremonia en el templo. ¿Serán estos chicos los protagonistas de la “confrontación definitiva”? En este conflicto casi permanente desde hace 70 años, poco y nada es previsible.
Otro elemento inédito es que no hay liderazgos claros de ninguna de las partes como lo había en los dos levantamientos anteriores de 1987 y 2000. Israel está en un limbo que puede llevar a una quinta elección en dos años con el primer ministro Benjamin Netanyahu sin posibilidades de armar un nuevo gobierno y tratando de legitimarse –pesan sobre él varios y graves cargos por corrupción- a través de una nueva guerra. Del otro lado no están mejor. La Autoridad Palestina, el gobierno moderado de Cisjordania no cuenta con mayor legitimidad y los radicales de Hamas que gobiernan la Franja de Gaza ya no pueden con una población exhausta después de años de encierro en ese pequeño territorio.
Esta vez, la mecha que llegó hasta la carga explosiva fue netamente religiosa. “Fue en tiempos sagrados, en territorios sagrados”, le dijo al New York Times, Moshe Halbertal profesor de la Hebrew University. El Día de Jerusalén de este año -fiesta nacional que conmemora el establecimiento del control de Israel sobre Jerusalén Este, la Ciudad Vieja y el Monte del Templo en la guerra árabe-israelí de 1967, unificando la ciudad bajo el dominio israelí- se celebró con cadenas de oraciones en el Muro Occidental a partir del domingo por la noche. Esa fecha sagrada israelí coincidió con la de Laylat al-Qadr, o Noche del Poder, de los musulmanes. Se la considera no sólo la noche más sagrada del Ramadán, sino de todo el calendario islámico. Conmemora el momento en que los primeros versos del Corán fueron revelados al profeta Mahoma por el ángel Gabriel y reúne cada año a miles de palestinos en la mezquita de Al Aqsa del Monte del Templo, el tercer lugar sagrado de los musulmanes.
La coincidencia de estas conmemoraciones provocó inevitables enfrentamientos en las pequeñas calles empedradas de la Ciudad Antigua y en la desembocadura de la tradicional calle Salah e-Din del lado palestino y culminó el lunes con la invasión de la policía israelí a la explanada de la mezquita, donde los chicos palestinos los esperaban piedras en mano. Cientos de palestinos y 20 policías israelíes resultaron heridos. La gota que rebalsó el río fue la pelea permanente por el territorio. Un grupo de judíos israelíes de extrema derecha habían conseguido una orden judicial para desalojar a seis familias palestinas que viven en casas que eran propiedad de los judíos en Jerusalén Este antes de que la ciudad se dividiera en la guerra de 1948. Los palestinos argumentan que es injusto que los judíos puedan reclamar las tierras o las casas que poseían en Jerusalén Este antes de 1948, pero que los palestinos no tengan derecho a hacerlo con respecto a las tierras que poseían en Jerusalén Oeste o en cualquier otro lugar de Israel. El Tribunal Supremo de Israel tenía previsto pronunciarse el lunes sobre si los palestinos podían ser expulsados, pero retrasó la decisión. Los jueces se expiden de acuerdo al grado de violencia del momento.
La situación ya se había calentado a fines de abril cuando unos adolescentes palestinos subieron un vídeo a la red social Tik´Tok en el que aparecían agrediendo a un joven judío ortodoxo en un tranvía. Buscaban inspirar a otros como siempre ocurrió. Cada vez que hay un ataque de este tipo, de un lado y del otro, aparecen dos o tres casos similares en los días siguientes. En respuesta, el Lehava, un grupo judío de extrema derecha, llamó a una movilización en la Puerta de Damasco bajo la consigna de “Fuera los árabes”. Otra vez, cantos anti-palestinos y banderas con la Estrella de David flameando en las narices de los chicos musulmanes.
El resto lo sabemos: cientos de misiles lanzados desde la Franja de Gaza por los milicianos de Hamas alcanzando ciudades importantes israelíes y bombardeos devastadores de la aviación israelí. Lo de siempre, muerte y destrucción. Familias enteras aplastadas por los escombros. El hecho más inquietante se registró en la ciudad de Lod, cerca de Tel Aviv, donde conviven árabes-israelíes e israelíes y donde hordas de uno y otro lado salieron a cazar enemigos cuchillo en mano.
La situación encontró con la guardia baja al gobierno de Joe Biden. Todavía no formuló ninguna política hacia Medio Oriente. Ni siquiera nombró a un nuevo embajador en Israel. Pero no puede permanecer al margen. Estados Unidos cumple un rol fundamental en el conflicto. En principio entrega cada año 3.800 millones de dólares para la defensa de Israel y estuvo siempre detrás de los intentos de acuerdos de paz. Trump había tomado partido directo de apoyo al gobierno de Netanyahu y para aislar aún más a los palestinos lanzó los Acuerdos de Abraham que normalizaron las relaciones entre Israel y algunos países musulmanes: los Emiratos, Bahrain, Sudán y Marruecos. Biden tendrá que buscar algún equilibrio y tener un plan a mano si quiere detener la escalada.
Mucho va a depender de si Netanyahu logra su objetivo de permanecer en el poder a pesar de que no pudo formar gobierno. Tendrá que convencer a la extrema derecha de que en circunstancias excepcionales como ésta no es bueno cambiar de liderazgo. Si lo consigue podría formar una nueva coalición de gobierno y mantener su protección. De esta manera, incluso si la justicia lo condenara por los graves delitos por los que se lo está juzgando, evitaría la cárcel para él y su esposa, que es su propósito final. También dependerá de la actitud de los palestinos, si logran un acuerdo básico para enfrentar la nueva ola de violencia con el consenso y apoyo material de Egipto y Jordania. Y del nuevo fenómeno de los videos que los chicos palestinos y los estudiantes de las Chinuch Atzmai, las escuelas ultra-ortodoxas judías, suban a las redes sociales.
Fuente: infobae.com