CFK, Máximo y Massa quieren rediscutir el sistema de toma de decisiones. Proponen una mesa ejecutiva con más lapicera para Cristina. Albertismo en la trinchera.
Reconfigurar el esquema. Rediscutir el funcionamiento. Recomponer el sistema de toma de decisiones del Frente de Todos (FdT). Cristina Fernández, Máximo Kirchner y Sergio Massa piensan en el nuevo pliego de bases y condiciones de la alianza gobernante que quieren discutir con el presidente Alberto Fernández el día después de que el Congreso cierre el capítulo del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Algo de eso empezó a asomar en la provincia de Buenos Aires, donde Massa y Kirchner impulsan el rearmado de una mesa política, de la que participarán el propio presidente del PJ bonaerense, intendentes, la titular de Aysa, Malena Galmarini, y el gobernador Axel Kicillof. Es una estrategia de contención que tiene antecedentes fallidos, pero encuentra pocas alternativas en un escenario político empantanado en las internas.
Con el auspicio de Cristina, el tándem que forman Kirchner y Massa quiere lo mismo en el escenario nacional: una nueva mesa política que incluya a todos, ya no con la vice como fuente de consulta del Presidente, sino como partícipe activa del proceso de toma de decisiones; un nuevo esquema que cristalice la cantidad de acciones que cada parte puso en juego cuando se armó el FdT, en 2019, y amplíe la mesa que hoy tiene Fernández, integrada solo por los propios, como el canciller Santiago Cafiero y los ministros Juan Zabaleta y Gabriel Katopodis.
Cristina ya hizo saber en público su molestia por no haber sido tenida en cuenta hasta el momento. «Debo mencionar que durante el año 2021 tuve 19 reuniones de trabajo en Olivos con el Presidente de la Nación. Nos vemos allí y no en la Casa Rosada a propuesta mía y con la intención de evitar cualquier tipo de especulación y operación mediática de desgaste institucional», dijo en la carta que publicó después de las PASO, cuando el FdT quedó al borde de la ruptura, dejando en claro que, siendo la principal accionista de la alianza y habiendo sido dos veces presidenta, había sido excluida de las decisiones centrales de la gestión, que derivaron en la derrota electoral de 2021. La evolución desde aquel momento es que ningún dirigente habla hoy de la posibilidad de romper el espacio, pero nadie está conforme con su funcionamiento.
La cuenta que hace Cristina es clara. La vicepresidenta entiende que puso su capital político a disposición del FdT y no tuvo injerencia en la gestión, pero igual padece las consecuencias de la derrota. Ahora quiere cambiar la ecuación. En el albertismo no se ve tan claro. «Si vos manejás PAMI, YPF, Aerolíneas, el Ministerio del Interior, Energía y la ANSES, entonces también es tu gobierno, no el de Alberto solamente. Es como si ocuparas la cocina, el baño y una habitación pero me dijeras que es mi casa porque yo tengo el living y el hall de entrada», grafica un integrante de la intimidad presidencial.
La modificación del esquema de toma de decisiones no está por ahora en el horizonte del Presidente, totalmente abocado en el cierre del acuerdo con el Fondo. En la mesa chica de Fernández entienden que, después del FMI, se abre una nueva oportunidad para fortalecer el liderazgo del primer mandatario. Entre las demandas que escucha, todavía hay quienes le piden que conduzca con determinación, que encolumne al peronismo detrás de sí y reduzca al cristinismo duro a su mínima expresión.
“Pasamos la pandemia, reestructuramos la deuda con los acreedores privados, superamos el resultado de las elecciones, pasó la ola de renuncias, estamos cerrando con el Fondo… Alberto se va a fortalecer si puede mostrar que logró salir adelante con todo eso”, se ilusionan en el albertismo puro, donde ya empezaron a militar el segundo turno en 2023.
La misma voz de consulta permanente de Fernández concede, sin embargo, que su mayor preocupación de cara a 2022 es que el FdT pueda “encontrar un mecanismo de resolución de los conflictos”, que logre evitar las crisis permanentes y que pueda enderezar el camino hacia 2023.
La reelección está muy lejos de ser tema cerrado para los socios del Presidente. En La Cámpora hablan de la necesidad de que “Alberto llegue competitivo a 2023” para garantizar un buen desempeño del FdT, pero no son contundentes a la hora de proclamar su candidatura. En las mesas que comparten dirigentes de primera línea del cristinismo y el massismo se especula, incluso, con que, llegado el caso, Fernández se muestre a sí mismo como un presidente “de transición” al que le tocó lidiar con una crisis feroz y una pandemia y aun así logró dejar una economía en marcha y se autoexcluya. Aunque Fernández puso sobre la mesa la posibilidad de dirimir las diferencias en las PASO, a nadie se le escapa que someter a un presidente a una interna podría ser una trampa mortal para todo el FdT. ¿Y si perdiera? No habría escenario de mayor debilidad para el oficialismo, frente a una oposición envalentonada.
Mientras, los nombres de los posibles candidatos ya empezaron a rodar. Por La Cámpora se instaló el posible destino presidenciable del ministro del Interior, Eduardo de Pedro, con quien Fernández empezó a recomponer la relación en las últimas semanas. Se autoproclamó, también, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich.Antes, lo habló en privado con Cristina y con el propio Fernández. Massa es número puesto, aunque en su entorno se esfuercen en decir que “no es candidato a nada”.
El líder del Frente Renovador ya tiene en su cabeza una agenda activa para mostrarse en 2022 en recorridas por el país y en viajes al exterior. Quiere presentarse como el referente del peronismo moderno. Equilibrista, busca que su sociedad con Kirchner, sus gestos hacia Cristina – como su reciente declaración en el juicio por la obra pública– y su diálogo con el Presidente lo consagren como un candidato potable para todos los sectores.
En materia económica, Massa es más optimista que Kirchner. El expresidente del bloque del FdT en Diputados tiene un diagnóstico sombrío para 2023. Cree que el acuerdo con el Fondo implicará un ajuste que llevará a la derrota inexorable en las presidenciales. Aunque también es crítico de Martín Guzmán, Massa piensa que el entendimiento ayudará a estabilizar la economía y que el crecimiento macro se empezará a notar de a poco en los bolsillos.
En cualquier caso, ambos coinciden en que, a medida que avanza el calendario, se acortan las posibilidades de mostrar que se puede salir del pantano de la deuda, resolver problemas concretos y mejorar la situación económica de la mayoría que apostó por los Fernández en 2019. Las medidas que se tomen después del acuerdo serán claves para determinar las chances del triunfo.
Si el acuerdo con el Fondo le va a poner “un corsé” a la economía argentina, como dicen en el cristinismo, lo determinante estará en las “cinco o seis” medidas de gestión que se tomen dentro del margen de maniobra permitido. La cuestión de las tarifas es una de ellas y resulta central. Quién las definirá y cómo se tomarán es la discusión en puerta. Allí entra a tallar el planteo de los Kirchner y Massa, que en privado hablan con naturalidad de cambios necesarios en el gabinete.
Las disputas son públicas y quedaron más en evidencia con la renuncia de Kirchner a la presidencia del bloque. Aunque en el momento el movimiento quedó «controlado» y se limitó a la dimisión, los dirigentes que tienen acceso a la intimidad del líder de La Cámpora entienden que se trató de “una bomba” colocada antes del viaje de Fernández a Rusia y China pero que recién explotará una vez que se apruebe el acuerdo, cuando llegue la hora de repensar el esquema de decisiones y la integración del gabinete.
Fernández es reacio a hablar de cambio de nombres, aunque algunas figuras cercanas entienden que un movimiento “podría oxigenar” a un gobierno desgastado por la pandemia y las internas. El problema, entienden en su mesa chica, es cómo llenar los espacios. ¿Los ministerios están loteados y segmentados según el espacio político? ¿Un cambio debe necesariamente respetar esa lógica? ¿Un cambio de nombres garantiza una mejora en la gestión? ¿Son claras las divisiones? Son dudas que se suscitaron con más énfasis en los últimos días, cuando varios se preguntaron, por ejemplo, a quién responde políticamente Juan Cabandie. La respuesta generalizada fue “a Alberto”. Entonces ¿por qué se sumó a la renuncia masiva de cristinistas post-PASO? Una muestra de que nada está claro y de que el problema no se limita a los nombres propios.
En ese contexto, los socios de la coalición evalúan escenarios. Dicen que, si el FdT quiere aspirar a pelear por la presidencia en 2023, lo único que no puede suceder, después de la aprobación del acuerdo, “es que siga todo igual”.
Por Gabriela Pepe, para Letra P