Las cuatro preguntas clave de la escena política argentina

Mientras en el kirchnerismo arrancaron el “operativo clamor” para que Cristina Kirchner sea candidata, la administración de Alberto Fernández debe elegir entre la pasividad o un giro estratégico. Analizar y hacer proyecciones respecto al entorno…

sábado 02/07/2022 - 13:15
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Mientras en el kirchnerismo arrancaron el “operativo clamor” para que Cristina Kirchner sea candidata, la administración de Alberto Fernández debe elegir entre la pasividad o un giro estratégico.

Analizar y hacer proyecciones respecto al entorno político actual es una tarea compleja, por la imprevisibilidad con la que se mueven los actores y los múltiples elementos que uno debe considerar (algunos son verdaderos rara avis para la política argentina, como el hecho de que el peronismo no posea candidatos competitivos, por lo que no hay antecedentes de los cuales valerse), según publica TN.

En un entorno en el que prevalece la total incertidumbre vale la pena, al menos, ordenar los interrogantes fundamentales, que a mi parecer son cuatro. Plantearlos permite ordenar la discusión y pensar, en base a sus posibles desenlaces, distintos escenarios contingentes respecto al futuro de la Argentina.

¿El gobierno continuará siendo un espectador pasivo o intentará hacer algo distinto?

Hasta ahora el gobierno se dedicó a procrastinar mientras los problemas de la Argentina se agravan, especialmente en materia económica (pero también en lo que respecta a educación, seguridad, narcotráfico, calidad institucional).

En 2020, a poco tiempo de haber asumido, Alberto Fernández se sinceró con el Financial Times: “Francamente, no creo en los planes económicos”. Más tarde llegó la negociación con el FMI y los más optimistas pensaron que podía ser una buena oportunidad para establecer, al menos, una política macroeconómica más ambiciosa. Pero esto no sucedió. De hecho, cabe la posibilidad de que el acuerdo con el Fondo se incumpla en el primer año o que sea necesario recalibrar las metas.

En dos años y medio el gobierno basó su política económica en la improvisación y el “vamos viendo”, mientras los principales indicadores se deterioran. La crisis se profundizó en los últimos meses, con un freno en la recuperación, una fuerte aceleración inflacionaria, pérdida del poder adquisitivo, aumento de los dólares paralelos y mayor presión cambiaria, escasez de reservas, crisis energética y desabastecimiento de algunos productos.

El FDT no le ofrece a la sociedad argentina un rumbo que genere expectativas e ilusión, y en este marco prevalece el pesimismo, la angustia y el miedo. En el oficialismo, la mayoría es consciente de que este camino probablemente los lleve a una nueva derrota en 2023. Y no solo eso: si la crisis escala, la propia identificación del peronismo como la fuerza política que garantiza la gobernabilidad en la Argentina podría perderse. Sería un duro golpe.

Leé también: La Argentina de los faltantes: falta gasoil, dólares y… un plan económico

¿Cuáles serían los posibles efectos de un cambio de rumbo?
Sin embargo, un cambio de rumbo no garantiza por sí solo una mejora económica, ni mucho menos el éxito electoral en 2023. Las decisiones que el gobierno adopte de ahora en más pueden generar efectos positivos, nulos o, incluso, negativos. El país atraviesa por un desfiladero muy estrecho y cualquier paso en falso puede provocar una disparada de la crisis actual. El “qué” (las políticas elegidas), el “cómo” (el proceso de implementación) y los “quiénes” (el equipo de gobierno) son fundamentales para determinar éxitos y fracasos.

A su vez, al margen de las intenciones que puedan tener, no queda claro si Alberto Fernández y sus principales colaboradores tienen la capacidad, la credibilidad y la fuerza política necesarias para introducir estos cambios. El factor tiempo también apremia: aunque se adopten las decisiones correctas, es posible que ya sea demasiado tarde como para revertir el deterioro económico y recomponer la competitividad electoral.

¿El FDT seguirá unido o vamos hacia una fragmentación del oficialismo?
Los miembros del FDT parecen estar en una lucha permanente. Cuando una pelea se está disipando aparece otra que vuelve a exacerbar los ánimos: acuerdo con el FMI, funcionarios que no funcionan, Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), base imponible del impuesto a las Ganancias, aumentos de tarifas, construcción del gasoducto Néstor Kirchner, control de precios, financiación de déficit, razones detrás de la inflación, manejo de los planes, el rol de los movimientos sociales… Las diferencias al interior de la coalición, lejos de aminorar, han ido escalando y la acumulación de conflictos ponen en riesgo la unidad del oficialismo.

A su vez, el deterioro político, económico y social estimula esta división. Nadie quiere quedar pegado a un gobierno que fracasa en cada tema que aborda. Por eso, el kirchnerismo ha decidido mantener un pie dentro y otro fuera de la coalición.

En las últimas semanas Cristina Kirchner comenzó a moverse de manera enigmática: incrementó sus apariciones públicas, se muestra en reuniones variopintas (Carlos Melconian) y comienza a construir poder vinculándose a intendentes, sindicalistas y otros dirigentes. No está claro cuál es su objetivo: ¿Será candidata en 2023? ¿Se prepara para asumir si Alberto Fernández tiene que renunciar?

Por lo pronto, hoy encabezará un acto en Ensenada. También habrá que ver qué pasa con Sergio Massa, que intenta conservar cierta autonomía. El próximo 15 de julio en Mar del Plata el Frente Renovador realizará un congreso partidario, ¿habrá alguna definición en materia electoral?

¿La oposición seguirá capitalizando los errores del FDT o se verá obligada a involucrarse?
Hasta ahora Juntos por el Cambio se ha beneficiado de la malograda gestión del Frente de Todos y espera pasivamente. A pesar de que las posibilidades de llegar al gobierno en 2023 son altas, la oposición no ha presentado su plan económico, lo cual podría ayudar a revertir las expectativas negativas. Pero, si la dinámica de la crisis empeora, poniendo en jaque al sistema político y dificultando la eventual transición, parte de JxC podría verse impulsado a involucrarse, especialmente los que tienen responsabilidad de gestión y apuestan al consenso.

De esta cuestión se desprende un interrogante más: ¿Cómo se procesarán las disputas internas que también son moneda corriente en JxC? No solo hay fuertes discusiones en torno a la candidatura presidencial, sino también a nivel provincial y municipal. La dinámica de estas condiciona el comportamiento de los dirigentes de la oposición. Se vuelve menos tentador cooperar con el gobierno si esto le permite a un competidor del mismo espacio diferenciarse y capitalizarlo de cara a una eventual PASO.

Acercarse al presidente Fernández y su desgastada gestión puede provocar un efecto tóxico que nadie está dispuesto a soportar. Sin embargo, la situación es cada vez más endeble y una eventual profundización de la crisis puede trastocar todos los cálculos electorales, no solo en el oficialismo, sino también en la oposición.

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