En el ChuSoTo, ese partido provincial que según su fundador había llegado para quedarse y que de acuerdo a las investigaciones por los graves hechos de corrupción y abuso de poder que habrían cometido sus representantes en el gobierno de la provincia, hoy muchos de ellos están viviendo “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, como dice un viejo tango, reza la columna de Rosendo Rodríguez Labat de la edición de hoy del diario El Chubut. Texto completo:
Algunos ya en fríos pabellones carcelarios junto a delincuentes comunes y otros, -no pocos-, aún caminando por las calles, queriendo aprisionar el Sol ante la posibilidad de que en cualquier momento dejarían de verlo por un tiempo, porque esta vez la cosa va en serio. No hay marcha atrás posible. La Justicia está jugada. El código penal ya no está cubierto de telas de araña ni de polvo. Ha recuperado vigencia. Parece que se ha descubierto que en su articulado no se habla de diferencias sociales ni económicas de quienes lo han violado. No hace distintos entre quién nació en un catre y quien nació en un lujoso sanatorio. No hace distintos entre quienes vienen de confortables hogares y son hijos de padres de acrisolada honestidad, y de quienes vivieron siempre en humildes ranchos donde sus padres, por un estado de necesidad delinquieron. Estos hombres y mujeres que hoy están entre rejas, de probarse los cargos que pesa sobre ellos, son tan delincuentes como el Gordo Valor. Con el agravante que por el nivel cultural de la mayoría de ellos, tenían plena conciencia de lo que estaban haciendo. Que le estaban robando a las escuelas, a los hospitales, a los servicios públicos. Que le estaban robando a los pobres. A esos pobres que en las campañas electorales les halagan los oídos con promesas que tienen una antigüedad superior a los ochenta años. Ahora les preocupa la situación en la que están sus padres, sus hijos. Ellos también en estos momentos están entre rejas. Rejas invisibles pero perceptibles de una sociedad que en su indignación los obliga a evitar exposiciones públicas por temor a agravios que no se merecen. No son culpables. También son víctimas, en la mayoría de los casos, de quienes ‘superando límites’, -aún se mantiene el slogan-, desnudaron a un partido que con una soberbia ilimitada, prácticamente se consideraba fundador del Chubut, cuando en realidad fue un fundidor.