La unidad contra el tiempo

Todo pasa. O casi todo. Hace apenas tres semanas nadie hubiera creído que era posible ver a Máximo Kirchner volar en el mismo helicóptero que Gustavo Beliz hacia el estadio de Nueva Chicago. Sucedió el…

domingo 10/10/2021 - 14:04
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Todo pasa. O casi todo. Hace apenas tres semanas nadie hubiera creído que era posible ver a Máximo Kirchner volar en el mismo helicóptero que Gustavo Beliz hacia el estadio de Nueva Chicago.

Sucedió el jueves último, cuando Alberto Fernández invitó al hijo de la vicepresidenta a viajar con él, sus colaboradores más cercanos y el ministro Eduardo De Pedro para ser parte del acto “por la unidad y la victoria” convocado por un grupo de organizaciones lideradas por el Movimiento Evita y Somos Barrios de Pie. Pasada la eclosión que provocó la renuncia los funcionarios de Cristina y la carta en la que CFK llamó al Presidente a honrar su decisión de elegirlo candidato, el Frente de Todos parece encaminado hacia las elecciones que pondrán a prueba, una vez más, la solidez de la amalgama oficialista.

En las horas más tensas, Beliz, el secretario de Asuntos Estratégicos, figuró como líder del motín albertista, según contó en este diario Pablo Ibañez. Ahora aparece vestido de ecumenismo, en el mismo vuelo que La Cámpora. El Movimiento Evita que llamó a marchar en defensa del Presidente ante lo que se suponía era un intento de desestabilización del cristinismo ahora le dio el micrófono a Máximo para que le hable a su militancia como telonero de Alberto. Satisfecha por los cambios de gabinete que forzó en la Casa Rosada, Cristina volvió a Olivos para hablar con Alberto y darle su respaldo antes de viajar a El Calafate.

Pocas horas después del encuentro reservado entre ellos, el Presidente se hizo acreedor de una cucarda que le venía resultado esquiva: con los dardos a la tapa de Clarín que blanqueaba a la Corte como campo de batalla entre el gobierno y la oposición, accedió al cotizado RT de su vice. Al lado de Fernández, siguen repitiendo que él renunció al trato edulcorado con que el holding de Héctor Magnetto alimentó su carrera de panelista en su tiempo de antikirchnerista. En la calle Piedras, en cambio, piensan que todavía hoy le hacen demasiados favores al ahora Presidente. Lo cierto es que Cristina valora que Alberto al menos no sea lo que sus enemigos querían que fuera. Todos están unidos por el amor y el espanto, según la definición que inmortalizó el caído Felipe Solá. 

En una semana en la que elevó como nunca su perfil, el jefe de la bancada de diputados del FDT reiteró la necesidad de que la sociedad se involucre y participe, desde la cooperadora de una escuela o desde una unidad básica, para discutir el futuro que viene. Las organizaciones sociales que activaron el plenario también buscaron poner en movimiento a la militancia, en un intento de recuperar la épica perdida en medio de la escasez, la pandemia, los errores propios y la derrota electoral. Entre la dirigencia social, son muchos los que piensan que los votantes naturales del peronismo kirchnerista fueron desertores en las PASO y buscan llegar otra vez a esa franja de la población con nuevos argumentos, que no sobran. El problema no es tanto con los que están organizados o en contacto con el dispositivo de reducción de daños del gobierno, sino con los que están al margen y son mayoría. ¿Cómo interpelarlos?

Mientras Sergio Massa presentó por su cuenta el proyecto para convertir los planes sociales en empleo, entre los movimientos sociales alineados con el gobierno creen que hay una mala noticia que la política prefiere no dar: el regreso al pleno empleo y el trabajo genuino para todos es una fantasía que la economía argentina desmiente a gritos desde hace muchos años. Lo mismo podría decirse de la comparación con el 2009 que se hizo en Nueva Chicago. En un ejercicio simulado, Alberto ocuparía el lugar de Cristina, pero a la ausencia notoria de Néstor Kirchner se suma lo que admite uno de los oradores del acto en Mataderos: “Hoy no están las AFJP y nadie trae por dónde se puede avanzar”. Por si fuera poco, Mauricio Macri se fue pero dejó al Fondo Monetario sentado otra vez a la mesa de las decisiones. Son problemas de fondo que el gobierno subestimó y la pandemia agravó. Nadie espera que se resuelvan en el corto plazo. 

Tal vez para sostener a un Presidente que entró en zona de turbulencia tras el golpe de la realidad y el temblor en el esquema de gobierno, hoy en público y en privado vuelve a hablarse de un Fernández que debe llegar competitivo a 2023. Esteril como pocas consignas en la Argentina del minuto a minuto -más cuando la alianza parece atada con alfileres- permite al menos suponer que se intenta preservar la cohesión política hasta que llegue otra vez el veredicto de las urnas. Si la frase de aquel Alberto que renació en 2019 fue «con Cristina no alcanza y sin Cristina no se puede», hoy se advierte que con la unidad tampoco alcanza. 

La carrera del frente oficialista es contra el tiempo, en sus más variadas acepciones. Primero, porque tiene que revertir la derrota o reducir la diferencia en un plazo acotado -el que lo separa de las elecciones generales- en que no puede hacer todo lo que quisiera. Los aumentos como el del Salario Mínimo Vital y Móvil y las asignaciones familiares deben alterar una ecuación social que lleva años de maceración, en base al derrumbe de los ingresos. De acuerdo al último informe de la consultora ACM, los anuncios están dirigidos sobre todo a los sectores más vulnerables y a los jóvenes, pero tienen un impacto reducido.

Con fecha del 7 de octubre pasado, el informe de la consultora que dirige Javier Alvaredo dice que hasta el momento, el paquete de medidas totaliza una expansión fiscal del 0,3% del PBI ($126.260 millones) hasta fines de este año, pero es menor si se tiene en cuenta que una parte se financiará con partidas que fueron subjecutadas, lo que cuestionó la vicepresidenta en su carta bomba. Si se suman el aumento de las asignaciones, serían 14.000 millones más. El riesgo del gobierno, concluye el trabajo, es no cumplir con ninguno de los dos objetivos que se propone: ni revertir el resultado electoral como pretende Cristina, ni alcanzar la estabilidad macroeconómica de la que habla Martín Guzmán. 

Forzado por una paliza que a nadie duele más que al cristinismo, Máximo Kirchner abandonó en parte la comodidad del perfil bajo y las reuniones reservadas para salir a hablar en público tres veces en 72 horas. Reclamó que la oposición se hiciera cargo del perno de 44 mil millones de dólares que dejó Macri y volvió a pedir lo imposible: que el Fondo acepte una refinanciación de la deuda a 20 años. Pero mientras CFK apuesta por cambios de fondo en el organismo de crédito, Kristalina Georgieva pelea por su sobrevida: para el Presidente y para el ministro de Economía, lo peor todavía puede estar por venir. 

El líder de La Cámpora tiene un peso propio que le permite tanto apuntar contra Guzmán como diferenciarse de Axel Kicillof. Por eso, tal vez festeje en silencio la intervención que decidió Cristina contra la voluntad del gobernador bonaerense. Así como Juan Manzur, el temprano crédito de una facción del establishment que acaba de ser noticia en Pandora Papers, tiene hoy una preeminencia tal vez mayor a la del propio Presidente, Martin Insaurralde aterrizó en La Plata con un poder que reduce al ex ministro de Economía. Con pergaminos propios, el ex intendente de Lomas de Zamora hace lo que Kicillof no quería y hasta dialoga con los movimientos sociales en un intento de licuar las tensiones históricas que alimentó como jefe comunal. Puertas adentro del corazón cristinista, la derrota del Frente de Todos en el territorio de Axel le dio la razón a Máximo. 

Hasta el 14 de noviembre por lo menos todos estarán unidos detrás del mismo objetivo. El resultado electoral y el voltaje de la crisis decidirán el día después. La respuesta electrizante de Cristina después de la catástrofe de las PASO hizo volar por los aires los discursos sobreactuados de la unidad que duraron incluso demasiado. “Estuvimos a punto de romper el juguete”, reconoce un alto defensor de la confluencia peronista que prefiere pronósticos sobre la salud del frente. Para el gobierno del AMBA, todo está puesto en recortar la distancia en la provincia de Buenos Aires y rezar para que a los gobernadores les vaya mejor. Con el escrutinio provisorio, se verá si la unidad se fortalece o se debilita. Será el momento en que cada tribu vuelva a hacer su balance por separado y habrá que articular distintas velocidades. 

La carrera de la unidad es contra el tiempo también porque, pase lo que pase, después de contar los votos, no habrá margen para demasiado festejo. “Tenemos que hacer en dos años lo que íbamos a hacer en cuatro”, dice un hombre de Fernández en el primer piso de la Casa Rosada. 

Es el estrés de gobernar la Argentina del empate tenso en tiempos de vacas flacas. Hasta Macri lo vivió, según él mismo lo confesó: cuando era presidente y dejaba de ver Netflix, el aire que respiraba se parecía al de los días de su secuestro. Nada más distante de la euforia que hoy lo envuelve en mesas como las de Miami. El ex presidente y su ministro de Economía se liberaron de la tensión extrema y dejaron una herencia bomba. Macri lo hizo en un contexto en el que se distanció incluso de sus familiares sanguíneos. No solo de su hermano Mariano, al que pretende deslegitimar por distintas vías, sino también de su primo Angelo Calcaterra. El arquitecto que le vendió la IESCA del clan Macri al oficialista irreductible Marcelo Mindlin no estaba en Miami, como se creyó. Calcaterra perdió la visa durante los días de su primo como presidente, cuando se declaró arrepentido para rescatar a su número dos, Javier Sánchez Caballero, de las garras de dos intachables guardianes de la república, Carlos Stornelli y Claudio Bonadio. Hace tres años que intenta recuperarla. Dice que quiere ir a ver a su hijo, que vive en Miami y está a punto de recibirse en Relaciones Exteriores. Según publicó Leandro Renou en Página 12, el empresario que hacía reír a Macri y a Dujovne era Osvaldo Horacio Brucco, el dueño de Tequila, Happening y Gardiner, que tiene locales en Buenos Aires y Miami.

La sonrisa de Macri durante su larga temporada de turismo sugiere si algo no quiere es jugar el segundo tiempo en un campo minado, con la inflación en los niveles del 50% que él dejó, el endeudamiento, la recesión y casi 19 millones de personas bajo la línea de la pobreza. No es el mejor contexto para aventuras como las que el ingeniero protagonizó, para decepción de sus aliados dentro y fuera del país. 

Para el director de la consultora Epyca, Martín Kalos, las PASO demostraron que el margen para mantener la indefinición que hoy se advierte en el rumbo económico del Frente de Todos venció hace dos años. La sociedad argentina le reclama a los Fernández respuestas para ayer, como en su momento se las reclamó al titular de la Fundación FIFA. “Lo que está pidiendo la gente es cumplir la expectativa de que en algún momento vamos a salir de esta crisis y eso es lo que no están pudiendo garantizar los últimos presidentes”, dice. No se trata de pura ansiedad sino de una tendencia de fondo que parece difícil revertir. Para mostrarlo, Kalos aporta un dato: las proyecciones de crecimiento que existen hoy para los próximos años indican que, para igualar el PBI per cápita de 2011, habrá que esperar hasta 2030 o 2031. Siempre y cuando, en el medio, no haya una nueva crisis.

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