Lo que dejó el acto en Chaco y lo que se viene para la dirigente con miras a las próximas elecciones.
Un empresario amigo, de los pocos que no cayeron en desgracia durante el macrismo, puso su avión personal para llevar a parte de los feligreses al acto de la Universidad Nacional del Chaco Austral. Y se sentó en primera fila. El gobernador Jorge Capitanich hizo su aporte organizativo y se quedó con un lugar imaginario en el armado de la vicepresidenta para 2023. En esa composición en la que cada integrante actúa su parte, Cristina Fernández de Kirchner se reservó para el cierre de la semana el mensaje que debía expresar con nitidez en qué punto de no retorno está la saga del Frente de Todos, comienza el artículo de La Política Online.
El discurso de la ex presidenta no solo pone en blanco sobre negro la mirada del cristinismo con respecto al reparto de poder en el Frente de Todos. Además, confirma que ya hizo el duelo, se perdonó una vez más a sí misma y está pensando en el próximo turno electoral. Ese error llamado Alberto Fernández, el presidente que nació de su dedo, cuesta caro todos los días y dificulta en todos los planos la posibilidad de levantar una alternativa real el año que viene desde la costa de CFK. Sin embargo, el viernes con Capitanich, la vicepresidenta insinuó una vez más que Fernández es una circunstancia que no altera una política de fondo: Cristina no repetirá la equivocación de quedarse sola, no piensa replegarse sobre los propios y está decidida a disputar el peronismo.
Con el Presidente no habla hace tantos meses que en el Senado recuerdan un antecedente: ella esperaba que Alberto la llamara en febrero, a su regreso de China y Rusia para contarle las novedades, pero no lo hizo. Después vino la aprobación del acuerdo con el Fondo en el Congreso, los piedrazos sobre el despacho de la vice y los mensajes que murieron en Telegram sin respuesta. Esos 10 años que estuvieron sin hablar pesan hace rato mucho más que los inicios felices del kirchnerismo arrollador que compartieron con Néstor Kirchner como líder.
La semana que arrancó con las declaraciones de Andrés «Cuervo» Larroque y escaló con la respuesta de Aníbal Fernández da cuenta de la tensión entre el Ejecutivo y el cristinismo. Ya nadie oculta que la cabeza de Guzmán es parte de una disputa mayor y que el apuntado es Alberto. Definido por sus amigos de La Cámpora como el «sismógrafo» del Frente de Todos, Larroque fue explícito como nadie: el sismo derrumbó hace rato las paredes de la unidad. Aunque desde el albertismo lo desprecien, el secretario general de la agrupación de Máximo Kirchner es el único camporista que ocupa un lugar de relevancia y no depende del Presidente. Nunca habla como parte de una reacción intempestiva sino como parte de un plan de acción.
Lo que dice Larroque coincide con los movimientos del ex jefe de la bancada de Diputados del FDT pero se diferencia con mucha claridad de lo que hacen los camporistas que ocupan cargos en el gobierno nacional. No solo porque no renuncian como reclama la rara sensibilidad que hoy se abraza a Alberto como antídoto sino porque siguen actuando de manera orgánica, al menos en público.
A su regreso de Israel, Eduardo De Pedro se mostró activo junto a Gabriel Katopodis y Julián Domínguez, viajó a La Pampa con el Presidente y fue uno de los oradores. «Ellos tienen una línea de fuego y una de recomposición. Están los lanzallamas y están los que no sacan los pies del plato», dicen al lado del Presidente.
A la inversa, Fernández hizo el viernes un acto con el intendente de La Cámpora en Ushuaia y decidió bajar el que Victoria Tolosa Paz tenía previsto armar en homenaje a Evita para no disputar pantalla con el que organizaron Máximo, Cristina Álvarez Rodríguez y Axel Kicillof en Los Toldos.
Pese a esos signos discretos que apuestan a no romper por completo antes de tiempo, hay dos gobiernos en uno y la división es de diagnóstico y de perspectiva. En Olivos, no creen que el cristinismo salga a golpear con todo ahora porque advierta un escenario problemático con inflación descontrolada, caída sistemática del poder adquisitivo y falta de dólares pese al ingreso récord de divisas de la cosecha: el complejo agroindustrial liquidó U$S 3.171 millones en abril y U$S 11.097 millones desde el 2 de enero, según CIARA-CEC.
El ala optimista del Ejecutivo hace otro análisis, muestra que la economía sigue repuntando y destaca que los restaurantes están desbordados en distintos puntos del país. ¿A quién votan los que tienen para gastar?, ese debate también divide al oficialismo. Lo cierto es que el albertismo se mueve a contramano de las expectativas sociales que aparecen en las encuestas: creen que los datos del crecimiento serán cada día más notables y eso le impedirá a La Cámpora en el futuro reclamar un cambio de orientación que se exprese en nuevos nombres.
En lo político y con Capitanich en Chaco, Cristina escenificó una vez más la línea de acción que desautoriza los análisis que solo miran con el espejo retrovisor. Mientras el gobierno viraliza sus diferencias y alimenta las fantasías de lo que nace a la derecha de Mauricio Macri, el Frente de Todos es hoy el tablero en el que se reordena el peronismo.
Cuando Aníbal Fernández, Agustín Rossi y Luis D’Elía son parte de la avanzada que aparece enemistada con La Cámpora, se confirma que el viejo kirchnerismo ya no es lo que era. El albertismo no es apenas el randazzismo sin Randazzo sino que también se nutre de antiguos cristinistas del corazón que ahora se enojan con actitudes muy parecidas a las que antes defendían a muerte. Mientras el ministro de Seguridad dice en Radio Con Vos que la agrupación del hijo de la vicepresidenta es «un grupito», puertas adentro del gobierno algunos que dieron el salto lo explican así: «Entendí que para ser kirchnerista hay que aceptar dos liderazgos, el de Cristina y el de Máximo. Yo ya no puedo».
Sin embargo, no es lo único que pasa y los movimientos no son unidireccionales. Cristina indigesta a parte de su feligresía y avisa que lo suyo es el pragmatismo hasta que duela, con señales de acercamiento a parte del PJ antikirchnerista. Al lado de Capitanich, que nunca se distanció de ella en malos términos, se anota una larga lista de peronistas -antiguos conspiradores o viejos enemigos- que ahora tienen diálogo reservado con CFK. Sergio Massa, Omar Perotti y, también, Daniel Scioli figuran en esa lista.
El embajador en Brasil estuvo el martes pasado reunido con la vicepresidenta en una charla amable y reservada que confirmó una renovada sintonía. Más atento a una eventual revancha que al pasado, Scioli parece haberse olvidado de una factura que quieren cobrar los que hoy apoyan a Alberto -que el cristinismo no puso todo o jugó en contra en 2015- y vuelve a sentarse con todos. Lo confirmó esta semana en el almuerzo del Hotel Alvear, donde apareció como uno de los escoltas de Martín Guzmán. En un contraste furioso con la intimidad del gobierno, el ministro de Economía recibió ahí los elogios de empresarios como Alejandro Bulgheroni, Cristiano Rattazzi -implacable fiscal de mesa de Cambiemos- o Eduardo Eurnekian, siempre atento a las conversaciones con el jefe de asesores de Alberto, Juan Manuel Olmos.
En línea permanente con el Presidente, Scioli ya avisó que quiere reincidir en 2023 con una candidatura si Alberto desiste y cerca de Cristina dicen hace tiempo que tiene derecho. Son señales parciales de una reconfiguración donde cristinismo y peronismo ya no representan lo mismo que hace 10 años. El ex motonauta cuenta con apoyos importantes como el del SMATA de Ricardo Pignanelli, uno de los sindicalistas que defiende su cristinismo en cualquier mesa, y vende sus oficios en Brasil de Bolsonaro mejor que nadie.
Los datos de Abeced muestran un panorama contradictorio en la relación: el flujo comercial entre Brasil y Argentina aumentó en abril (+33% vs abril de 2021 y +124% vs abril 2020) hasta llegar a U$S 2.288 millones, la cifra más alta desde 2018, pero el déficit comercial para Argentina fue de U$S 230 millones (+220,4% vs abril 2021). La consultora del ex ministro de Macri Dante Sica pronostica que las importaciones seguirán creciendo por encima de las exportaciones y que el déficit con el principal socio comercial de la Argentina rondará los U$S 2.200 millones en 2022. Es poco comparado con el promedio de -U$S 3.500 millones entre 2014 y 2018 pero marca que la ecuación favorable que trajo la pandemia se terminó.
La vicepresidenta habla con casi todos y deja abierto el escenario de una gran PASO. Sin embargo, a su lado repiten que «se acabó el tiempo de los delegados» y piensan que tendrá que ser ella otra vez. Los cristinistas irreductibles ya dicen que Massa podría estar en el menú pero como candidato a vice. Los albertistas, en cambio, insisten en que sus enemigos íntimos se están preparando para la derrota. Falta demasiado y les toca gobernar.
En uno de los pocos encuentros que tuvo este año con los senadores de su bloque, Cristina contó una escena que da cuenta de su pensamiento. Recordó que en 2017 un dirigente de izquierda le había preguntado a su hijo si ella pensaba competir o no porque eso cambiaba por completo las chances del FIT en las legislativas. A eso también está atenta la vice cuando advierte que lo que Javier Milei le roba de manera acelerada a Juntos lo perdió en menor medida en 2021 el peronismo en la inmensidad del conurbano bonaerense. En ese hipotético esquema, donde el salario cae de manera prolongada y la polarización entre dos fuerzas se debilita, CFK se ve a sí misma como el último dique de contención para impedir que lo que pierde Fernández se vuelque en mayor medida hacia la alianza de agrupaciones dominada por el trotskismo.
En la antesala del nuevo dato de inflación del INDEC y las audiencias públicas para aumentar tarifas, la semana que se fue ratificó que Guzmán tiene más apoyo en el establishment que en el cristinismo. Las postales del ministro rodeado de empresarios coinciden con dos informes sindicales muestran una tendencia muy clara. Para el Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía, el PBI viene creciendo fuerte y ya está 1,6% por encima del registro de diciembre de 2015, cuando CFK dejaba la presidencia. En contraste, la economía produce lo mismo que cuatro años atrás con sueldos mucho más bajos y los asalariados están peor que al llegar el Frente de Todos.
Comparado con enero de 2021, el salario real del sector privado se recuperó 4,6% y está al mismo nivel que en diciembre de 2019: para recuperar lo perdido bajo Macri los sueldos del sector mejor pago de la economía debían crecer 28% pero, dice el informe, crecieron cero. En el sector público, el salario real tenía que crecer 32% para compensar lo perdido con Cambiemos, pero cayó 6 puntos más bajo Fernández. Finalmente, los salarios de los informales, que perdieron nada menos que 45% entre 2015 y 2019, cayeron un 7% más desde que asumió el peronismo. Son los datos del crecimiento que se quedan cuatro vivos, en palabras de la vicepresidenta.
El informe de CIFRA, el centro de estudios de la CTA de Hugo Yasky, sostiene que se empieza a notar la creación de empleo de mayor calidad, con más trabajo registrado en relación a la prepandemia, pero señala que los salarios bajos empeoraron la distribución del ingreso y acentuaron el proceso que se inició bajo Macri.
El trabajo de las economistas Mariana González y Cecilia Garriga estima que los 5 puntos que perdieron los asalariados en el reparto de la torta en el último año implican una transferencia de ingresos hacia el empresariado de nada menos que 7,7 billones de pesos y coincide con la desigualdad que también crece entre los trabajadores que más y menos ganan. Si en el cuarto trimestre de 2017 el ingreso del 10% con mayores ingresos equivalía 18,4 veces el promedio del 10% con menores ingresos, en el mismo trimestre de 2021 la brecha se amplió hasta 24,1 veces. Unos ganan más y otros siguen cayendo o apenas se sostienen. Sobre esa realidad, busca operar el cristinismo con discursos como el de la vicepresidenta en Chaco y proyectos como el de anticipar a agosto el aumento del salario mínimo.
Las diferencias, parece claro, se expresan cada vez más en la esfera doméstica y se diluyen en el alineamiento internacional en tiempo de guerra. La visita de la generala Laura Richardson a la vicepresidenta en el Senado puede haberle servido a la jefa del Comando Sur para amplificar su queja por la base china en Tierra del Fuego, pero también a Cristina para confirmar que no piensa encerrarse con su círculo de afinidades.
Así como Massa se siente victorioso y cree que su prédica va calando en CFK, en Washington destacan que no hay antecedentes de que el jefe del Comando Sur visite durante dos años seguidos la Argentina con un gobierno peronista: en 2021, lo hizo el antecesor de Richardson, Craig Faller. No es solo Gustavo Beliz o Jorge Argüello, es el peronismo en pleno el que apuesta al vínculo con Estados Unidos, como lo atestigua la avanzada que incluyó el vuelo de Capitanich a Washington hace dos semanas o la reciente visita de Cristina Caamaño a la CIA. Muy atrás quedó la osadía de aquel Alberto que se ofreció a Vladimir Putin como puerta de entrada en la región. Ahora, el presidente vuela a Europa y espera las invitaciones para viajar en junio a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles.