“Estoy feliz, hay otra serenidad en mí. Sentí que el alma se compenetró conmigo”, dice María Cristina Scavarda de Castagnari a TN en su casa de la ciudad de Río Cuarto, a poco más de cuatro años de finalizar la lucha de 36 años por trasladar el cuerpo de su esposo, el capitán post mortem, Luis Darío José Castagnari, fallecido en Malvinas el 29 de mayo de 1982, Día del Ejército Argentino.
La vida de Cristina y Luis es un rosario de coincidencias y un camino de luchas. Él “peleó 15 días hasta que le dijeron que iría a Malvinas” y ella golpeó miles de puertas en todo el mundo para cumplir una “promesa de amor”.
Con las alianzas engarzadas en el dedo anular de su mano izquierda, indica que su casamiento, el 21 de diciembre de 1973 fue “hasta que Dios nos separe y ahora es hasta que Dios une nuestras almas”, sobre la renovación de votos que hizo en la parroquia Sagrados Corazones de Jesús y María, en la ciudad de Río Cuarto, el 21 de diciembre, pero de 2018, cuando además, depositó en el cinerario ubicado a diez cuadras de su casa, las cenizas de su marido junto a las de Gustavito, el primer hijo de la pareja, que falleció a sus tres años.
“Antes de irse, se vuelve y me mira, una mirada muy especial me hizo y me dijo: ‘Si me pasa algo en Malvinas, quiero que me traigas y me deposites junto a nuestro hijito Gustavito’. Yo le dije que sí, se lo prometí”, recuerda Cristina y comienza a relatar el recorrido que le llevó 36 años, a enumerar las puertas cerradas con las que se encontró y a finalmente descubrir que no todo está perdido, y que las esperanzas pueden encontrarse, aun hasta en el lugar menos pensado.
Tras cientos de llamados telefónicos, en 2015 viajó por segunda vez a Malvinas (en 1998 había ido con la Comisión de Familiares de Caídos), recuerda que aquella vez abrazó la cruz de Luis en Darwin y lo lloró como nunca antes frente a cinco de sus hijos: Martín, Guillermo, Walter y Roxana. “Volví peor. Me aferré a la cruz pidiéndole perdón, porque no había podido cumplir con la promesa”, confiesa y recuerda el día de 2016, que llena de fe le pidió a Gustavito y a Luis que la ayuden: “Ábranme los caminos, indíquenme las puertas”.
A través de la Embajada británica en Argentina durante el periodo en el país de Mark Kent y con la ayuda del empresario Eduardo Eurnekian, además de la Cruz Roja, Cristina inició una nueva etapa del proceso que tras dos años de trámites y viajes, le devolvieron el cuerpo de su marido y pudo cumplir con su deseo. “Los que se opusieron, no entienden lo que significa una promesa de amor”, define a las trabas con las que se encontró en el camino.
El cuerpo del capitán post mortem caído en Malvinas llegó a Río Cuarto el 5 de diciembre de 2018. Fue trasladado desde las Islas junto a su familia y recibido en la ciudad cordobesa por un cortejo de cuatro kilómetros. “Hace pocos meses que puedo ver imágenes de aquel día en el que me sentía en otro mundo”, rememora aquel mes. “Ahí recién me doy cuenta, o acepto, que él está muerto, cuando veo el féretro pasar al crematorio y me despedí con un beso”, recuerda sobre uno de los momentos más dolorosos de su vida. Dos días después, el 8 de diciembre, Día de la Virgen María y su cumpleaños, Cristina recibe en una urna a su esposo. Semanas después, el 21 de diciembre, ingresó junto a sus cuatro hijos a la parroquia en la que había tomado su comunión, en donde se casó, en la que, además, bautizó a uno de sus hijos y donde descansa el cuerpo de Gustavito, las cenizas de Luis en una urna cubierta con una bandera Argentina.
Durante aquella ceremonia, y con la complicidad del sacerdote, Cristina decidió renovar sus votos matrimoniales. “Fue muy emotivo, muy lindo, con mucha luz”, describe el momento en el que su hijo mayor le colocó las alianzas engarzadas en una joyería de la ciudad días antes tras sacarlas de un cajón en donde las guardaba juntas.
“Me quedo con el hermoso recuerdo de lo vivido, de los compañeros que fuimos. De todo el cariño que le daban a nuestros hijos”, dice sobre la casi década que transitaron juntos desde que se conocieron en febrero de 1972 en un colectivo que los trasladaba desde la ciudad de Córdoba a Río Cuarto. Cristina confiesa también que todo el dolor que sintió durante 36 años, “mitigó mucho cuando logré traerlo y cumplir lo que él me había pedido. Así que bueno, estoy feliz”. Este 2 de abril Cristina regresa después de tres años al acto homenaje que cada año la agrupación de excombatientes lleva a cabo en General Cabrera, ciudad en la que nació su esposo, un 19 de marzo, Día de San José. “Siempre quiso conocer las Islas Malvinas, soñaba con ser Capitán y lo último que le concedió Dios es descansar junto a nuestro hijo. Estoy feliz porque todo lo que él quiso, Dios se lo dio”, cierra la mujer que lleva una sonrisa como herramienta de lucha, como la sonrisa que tenía Luis la última vez que se vieron.