La política salva a la política

Volvió, como vuelve casi todo. Desterrado ayer nomás por los que querían jubilarlo en tiempo récord, Mauricio Macri abandonó sus vacaciones europeas, desentumeció sus músculos y retornó a la campaña electoral como si fuera un…

domingo 22/08/2021 - 13:00
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Volvió, como vuelve casi todo. Desterrado ayer nomás por los que querían jubilarlo en tiempo récord, Mauricio Macri abandonó sus vacaciones europeas, desentumeció sus músculos y retornó a la campaña electoral como si fuera un candidato virgen en decepciones.

Lo fueron a buscar los que decían que espantaba al electorado pero ya no para que se calce el traje de jefe sino para que funcione como dique de contención. Más allá de las vaguedades sobre que Juntos es un espacio amplio y diverso, nadie explica por qué la oposición antikirchnerista decidió rescatar al ingeniero que arruinó en tiempo récord el atributo gaseoso del futuro.

Pero nada es casual y, a tres semanas de las PASO, Macri vuelve a ser protagonista. La polarización, el parricidio que las palomas intentan consumar con buenos modales y la fuga de una parte del electorado duro hacia figuras como Javier Milei, José Luis Espert y Ricardo López Murphy enmarcan el giro de 180 grados en la estrategia diseñada en el cuartel de Uspallata. 

El fracaso alevoso del ex presidente en el poder despabiló a una legión de sucesores y alteró una máxima que los macristas duros difundían con orgullo mientras jugaban su primer tiempo: a la derecha de Macri, está la pared. Aquello que Marcos Peña repetía (en Argentina no podía nacer un Bolsonaro porque ya existía el PRO) es desafiado ahora por los autoproclamados libertarios que quieren ir más allá de lo que pudo Cambiemos con el ajuste. Por eso, Macri y la hermana que recuperó de grande para la política, Patricia Bullrich, no conducen pero hacen falta. Algo similar pasa con López Murphy, a quien en el entorno de Rodríguez Larreta agradecen su participación dentro del esquema de Juntos. 

El regreso de Macri, que apunta a contener las fugas y reforzar la polarización, es una de las mejores noticias que recibieron en las últimas semanas los inquilinos de la residencia de Olivos. Quizás no alcanza para justificar un nuevo brindis, pero al menos para entrar con ánimo a la recta final de la campaña y salir de la defensiva, el pedido que Alberto Fernández le hizo a sus funcionarios, después de la goleada de las fotos y los videos por el cumpleaños de Fabiola Yañez. 

“Es la política la que salva a la política”, tal como afirmó Cristina Fernández en Avellaneda el martes último. La vicepresidenta lo decía en un intento de poner en valor la militancia territorial y contrastarlo con las operaciones de prensa, pero también puede interpretarse en clave de polarización. Es el recuerdo traumático de Macri para medio país el que puede salvar al tercer kirchnerismo y viceversa.   

El espanto que sigue generando el ex presidente en la sensibilidad progresista y en gran parte del peronismo que no se perdona haberle entregado el poder a un producto de ese tipo puede ser un argumento potente para aferrarse al bote del Frente de Todos. No, por supuesto, la realidad concreta de millones de personas que van a ir a votar en tres semanas con infinidad de dificultades para sobrellevar su día a día.

Así como Larreta tuvo que ir a buscar a Macri, el Presidente precisó una vez más que Cristina lo respaldara a su manera. Si en el grupo que entorna a Fernández hoy ven con nerviosismo la lista de candidatos a la renuncia que circula a través de los medios y hasta dicen que no sabían del cumple, en el Instituto Patria afirman que los que antes se negaban a aplaudir a la vice ahora deberían tatuarse la imagen de la jefa en la frente.

Críticas al margen, la comandancia del Frente de Todos decidió salir a sostener al Presidente en una doble muestra de cohesión, en Avellaneda y La Plata. Es la unidad hasta que el dolor se vuelva intolerable, según las palabras de una de las personas que visitó a CFK el jueves último en el Senado. 

El cristinismo entiende que Fernández necesita, en este trance, el acompañamiento y el respaldo de todos. De acuerdo a las encuestas que miran en el gobierno, el impacto de las imágenes de la fiesta en Olivos hoy es fuerte pero en tres semanas puede perder efecto como sucedió antes con el vacunatorio VIP y, si no aparecen más sorpresas, en noviembre será historia. 

Pero más allá de los incondicionales, el desafío para unos como otros es cruzar el umbral de los convencidos en un contexto de lo más delicado para la mayor parte de la población. Lo dijo Cristina en La Plata, cuando afirmó: “Todos tenemos que saber que la vida que queremos (…) requiere de muchos períodos de gobierno”. La vacunación y la salida de la pandemia genera un alivio innegable pero no resuelve la encrucijada argentina. 

De acuerdo al último informe de PxQ, el Frente de Todos irá a las urnas con el peor “bolsillo” de las últimas 5 elecciones primarias, tanto en la situación macro como en materia de ingresos, empleo y consumo. Las proyecciones de la consultora de Emmanuel Álvarez Agis indican que el salario real en septiembre de 2021 será el más bajo de las últimas seis elecciones, 4% por debajo del nivel de 2019 y 21% del nivel de 2015. Medido a valores constantes, en julio de 2015 el salario real equivalía a $109.000 mientras que en junio pasado el RIPTE promedio se ubicaba en $84.510: esa es la diferencia entre pasado y presente. Aunque para el mes de las PASO, la capacidad de compra puede estar 4% arriba del de enero, el alivio es menor para ingresos que vienen cayendo por el tobogán de la crisis desde hace varios años. Como ejemplo, el poder adquisitivo del salario medido en kilos de asado se redujo 41% en relación a las legislativas de 2013. 

Titulado “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”, el informe marca que la inflación acumulada anual para el mes próximo se estima en torno a 52% -solo superada por el 54% del último Macri- y, más allá de que desacelera y coincide con la reapertura de paritarias, los trabajadores llegarán muy golpeados a las PASO. También la desocupación se ubica en el peor registro de las últimas seis elecciones, con problemas de empleo que afectan a millones de personas. Pese a que desde el piso de abril de 2020 se recuperaron 200 mil puestos de trabajo, la cantidad de empleados del sector privado registrado está en su nivel más bajo desde 2013. Eso explica en parte la creciente capacidad de movilización de las organizaciones sociales, las que apoyan y las que no apoyan al gobierno.

Si bien remarca que que “la foto” no es buena, Álvarez Agis arriesga que “la película” podría cambiar el panorama, si a nivel social se percibe o valora la salida de la pandemia, la recuperación de la actividad, la leve mejora del salario real, la desaceleración de la inflación y la buena performance del Banco Central gracias a la soja récord: la devaluación y el precio de los commodities más alto desde 2014 trajeron, en los primeros 7 meses del año, una liquidación de 20.179 millones de dólares del complejo oleaginoso y cerealero. Eso justamente es lo que complica la película porque las reservas ahora vuelven a caer, los dólares de la cosecha son menos y el gobierno va debilitado a un acuerdo con el Fondo que se lavó la cara demasiado rápido. 

Otra vez, a pesar del rebote heterogéneo que hoy tiene a la industria en el nivel más alto desde mayo de 2018, la actividad económica se encuentra en el escalón más bajo de los últimos 8 años: 7% menos que en agosto de 2019 -cuando Macri perdió por paliza- y 10% menos que en 2013 y 2017, los años electorales que marcaron los mejores registros. Por último, según PxQ, el gasto público está concentrado en transferencias al sector privado (principalmente, subsidios a la energía) y pago de jubilaciones, antes que en inversión en infraestructura, que se encuentra en mínimos de los períodos electorales.

Cómo puede impactar en las urnas el terremoto social que muestra los indicadores económicos que van del macrismo a la pandemia es la pregunta para la que no aparecen todavía respuestas concluyentes. Gran parte de la dirigencia camina hacia las elecciones de espaldas a esos números y confiada en que la polarización todo lo puede. Sin embargo, las elecciones en Salta del domingo pasado, marcaron un alto abstencionismo electoral: sólo el 64,4% del padrón fue a votar y el voto en blanco llegó al 12,1%. Con apenas el 32 % de las adhesiones, el audaz Gustavo Sáenz -socio de Sergio Massa, Mauricio Macri y Alberto Fernández según la temporada- se propone reformar la constitución y quedarse un mandato más en el poder.

En un artículo publicado en El Economista, la directora de la carrera de Ciencias Políticas de la UBA, Elsa Llenderrozas, marcó que la participación electoral en Salta fue la más baja de las últimas cinco votaciones: bastante menos que en las generales de 2017 (72,38%) y 2019 (70,23%), aunque no tan distante de las primarias de 2019 (68,78%) y 2017 (64,8%). La politóloga que es candidata de Facundo Manes en provincia de Buenos Aires señala además que el voto en blanco se duplicó con respecto a su pico anterior (5,46%) y se cuadriplicó en relación a las otras votaciones (3,11%, 2,54% y 2,50%).

Con un ojo en ese frente, Isonomía comenzó a hacer, en este turno electoral y a nivel nacional, dos preguntas que nunca antes había hecho. La primera, “¿usted sabe cuándo se vota?”, recibió sólo un 30% de respuestas correctas: el 70% respondió que no sabe o se equivocó en la respuesta. La segunda, “¿Cuán seguro está de que va a ir a votar?” resultó en que sólo la mitad de los consultados eligió el 10 en la escala de probabilidades. 

En ese contexto, se inscribe la candidatura del autopercibido antisistema Javier Milei. El economista megaliberal captura votos del Macri del pasado y entusiasma por eso en algunas oficinas de gobierno. Pero también gana nuevos votantes, de acuerdo al trabajo de la consultora que dirige Juan Germano. Entre sus creyentes aparecen parte de los que nunca perdieron el enojo con la política y otros que se hartaron de fracasar en los últimos años con su apuesta al bipartidismo de coaliciones. 

A casi dos décadas del estallido de 2001, en un contexto dramático, con más de 110 mil muertos a causa del virus y en un continente convulsionado, la política argentina pelea por su sobrevida. Si logra superar el test con éxito, la dirigencia habrá salvado la legitimidad del sistema de partidos de una crisis de dimensiones mayúsculas. Si no, el electorado habrá juzgado que la política volvió a despegarse de la base social y sólo atinó a salvarse sola, en medio del drama general.

Foto: Perfil.com

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