Nunca cometió un delito ni eligió vivir en prisión. Tiene 74 años y hace más de medio siglo que habita en la misma casa que heredó de su padre. Pero en 1996 la prisión de Lurigancho, en Lima, expandió su vallado y la vivienda quedó insólitamente dentro del penal, precisa El Comercio.
Desde entonces, Juana Lazo vive dentro de la cárcel, aunque es una mujer libre. Sin embargo, debe pedir permiso para entrar y salir de su propia casa y ni hablar si algún familiar o allegado se atreve a visitarla.
Ahora, quiere que la indemnicen por todas las penurias que pasó en los últimos 27 años. Exige 300 mil dólares para comprarse una casa en un lugar tranquilo donde no tenga que caminar 250 metros en subida hasta la entrada principal del penal, pasar por casetas de control y pedir permiso para entrar y salir del lugar.
“Es lo mínimo que pueden hacer después de tantos años de penurias”, dijo al diario La República.
Por qué la casa de Juana Lazo quedó dentro del penal de Lurigancho
Juanita, como pide que la llamen, vive desde hace 56 años en la misma vivienda. Era la casa de sus padres y allí se criaron también sus hijos, que ya se independizaron.
En 1996, según contó, el Instituto Nacional Penitenciario ordenó extender el cerco del penal, el más poblado del Perú. Su casa en forma inexplicable quedó dentro del centro penitenciario. Ella afirma que se trató de una venganza.
Según dijo, había testificado contra la Guardia Republicana por la muerte de ocho presos y una monja en inmediaciones de la prisión.
“Yo di mi testimonio al fiscal Mario Miranda y les dije que la Guardia Republicana había disparado. En ese momento, ellos gritaron que mi casa debían desaparecer y demoler, me amenazaron”, detalló.
Poco después, sucedió lo inexplicable. El penal intentó desalojarla dos veces, pero la justicia siempre falló a su favor.
“Quiero que me indemnicen”: el reclamo de la mujer cuya casa quedó dentro de una prisión
Su calvario se extendió durante más de dos décadas. Ahora, con 74 años y algunos achaques, exige justicia. “Quiero que me indemnicen por todo lo que me han hecho. No pido reubicación porque estoy segura de que me mandarían al quinto infierno”, dijo.
La mujer contó que sufre de osteoporosis y le cuesta caminar en subida los 250 metros que hay entre su casa y la puerta del penal. Se ayuda con un bastón, pero no es suficiente.
“No he recibido ningún beneficio, espero que a la brevedad me indemnicen. Con el tiempo, no podré subir alturas, estoy delicada de salud”, afirmó.
“Me han robado siete veces dentro del penal”
Su vida siempre estuvo vinculada a la cárcel. Su padre, de hecho, fue jefe de mantenimiento del penal. Su madre fue inspectora de la cárcel de mujeres de Chorrillos.
En estos años, la vida ha sido muy dura para ella. “Me han robado siete veces dentro del penal. Yo necesito estar tranquila porque sufro de epilepsia, hasta los médicos me los han dicho. No puede ser que a mi edad tenga que pasar por denuncias y calumnias. Por eso le pido a las autoridades que reflexionen y ya no me hagan pasar por esto”, indicó.
Según sus cuentas, su casa y su terreno de 650 metros cuadrados valen por lo menos 300.000 dólares. Esa es la cifra que exige para irse de una casa humilde ubicada dentro del penal de Lurigancho, en el noroeste de Lima