En abril de 2021, Aldana subió a su moto decidida a cumplir un sueño: recorrer completa la mítica ruta 40, que implicaba pasar por 11 provincias de Argentina. Sintió que era el momento indicado de emprender el desafío, y seguir cultivando la pasión de viajar, según publica Infobae.
Pero lo que no esperaba, es que a mitad del trayecto se cruzaría con Lucas, un ciclista que para ese entonces ya había recorrido 47 países. Aunque sintieron una conexión, cada uno siguió su camino y lograron sus respectivas hazañas.
Dos meses después, se volvieron a ver, y desde ese día no se separaron más: la historia de amor de los viajeros que revalidan el compañerismo frente a toda adversidad y una filosofía de vida compartida.
Aldis, el apodo por el que la conocen, está trabajando de encargada en un local gastronómico, y repasa los momentos que más la emocionaron de la odisea que empezó un 8 de abril de 2021: “Anduve durante dos meses y medio, desde la Quiaca hasta Malargüe, y ahí tuve que frenar por el frío, porque no fui lo suficientemente equipada para afrontarlo y era imposible continuar”, detalla.
“¿Sola? ¿En moto? ¿En plena pandemia?”, fueron las preguntas que la acecharon en ese entonces, pero agradece que su personalidad optimista y positiva la ayuda a hacer caso omiso a ese tipo de cuestionamientos.
Cuando toma una decisión sigue a pleno hasta donde se pueda, y si en algún momento tiene que poner en pausa un proyecto, confía en que la vida da revancha. Eran tiempos donde ir al exterior no era una opción viable, con disposiciones y requisitos que cambiaban, y su alma inquieta sufría la falta de viajes por la pandemia de coronavirus.
Hacía menos de un año se había comprado su moto, una XR 150, y luego de investigar las distintas rutas, supo que nacía un propósito: el primer viaje largo a bordo de La Peque, tal como apoda al vehículo de dos ruedas que se convirtió en su fiel compañera.
Entre risas admite que se negaba a ponerle un nombre, pero cuando llegó a la cima del Abra del Acay en la provincia de Salta, a 4895 metros de altura, y admiró el paisaje, no pudo contener la gratitud que afloraba de su interior y gritó: “¡Gracias Peque por tanto!”.
Nacida en Berazategui, a los 21 se fue a vivir a Villa Gesell, y más de una vez dejó todo para viajar. A sus 41 años, reconoce que siempre fue aventurera, y no se siente más viva que nunca cuando conoce otras culturas, atesora anécdotas y aprende cada día más.
“Me aburre la rutina, y cuando empezaba a ahogarme sumergida en lo mismo todos los días, juntaba plata, renunciaba, dejaba el departamento que alquilaba y salía al mundo”, confiesa. Cuando tenía 26 una de sus amigas recibió una oferta laboral de México, y como necesitaban otra persona para un área administrativa, Aldana no dudó en postularse.
“No tenía ni pasaporte en ese momento, pero lo tramité y para ser mi primera vez en el exterior, fue una experiencia maravillosa. A los 15 días ya estábamos trabajando, teníamos dónde quedarnos, y supe que ni bien terminara eso, iba a buscar la forma de viajar de nuevo”, rememora.
Afortunadamente, pudo regresar dos veces más, en 2009 y en 2011. Hizo escapadas de tres meses, y otras de más de un año a lo largo de su vida, ya sea en avión, barco, tren, auto, a dedo y de manera más reciente en motocicleta, una pasión que heredó de su papá, fan de las motos.
“El viaje más largo que hice fue de un año y cuatro meses, que inició en Ecuador, siguió por Colombia, México, Estados Unidos y por cosas de la vida terminé viviendo siete meses en cinco países del sudeste asiático, lugar al que volvería mil veces”, cuenta con alegría.
Se defiende muy bien con el inglés, y cuando hay alguna dificultad idiomática recurre al idioma universal de las señas. Una vez imitó el sonido de los animales que no quería comer en un bar de Vietnam para que entendieran que quería un plato vegetariano, y en otra ocasión usó el micrófono de su celular para que Google le tradujera qué le estaba diciendo una mujer que le habló en un dialecto que no comprendía. La respuesta que arrojó el buscador la enterneció: “Sos una mujer muy hermosa”.
“Hace siete años conseguí el trabajo que mantengo hasta hoy, que es durante la temporada de verano en la Costa Atlántica y todos los meses que me quedan libres aprovecho para viajar, aunque a veces no sea el momento más oportuno por circunstancias climáticas”, explica.
Hasta ahora, Aldana visitó 22 países de cuatro continentes, y parte del 2021 y el 2022 los destinó a la ruta 40, donde cruzó por Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Neuquén, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy.
“Fueron tantos momentos, tantos recuerdos, tantos lugares hermosos y tantas personas maravillosas. Mucho ripio, asfalto. Calor y mucho frío. Cruce de ríos y tramos sin una gota de agua en el paisaje. Carpa, hostel, hotel, sol, nieve, vientos de más de 90 kilómetros por hora y poca lluvia”, enumera a modo de resumen.
A lo largo del trayecto que hizo en dos tramos -primero desde abril hasta julio de 2021 y luego retomó en abril de 2022 durante un mes más- enfrentó algunas miradas de desaprobación y otras de asombro.
“Algunos que no están acostumbrados a esto lo ven como como ‘cosas raras’ y no entienden por qué estoy viajando por el mundo, y ni hablar de ser una mujer que anda en moto, que quizá es más extraño todavía para ciertas personas que tienen formas de pensar más arcaicas, al verme sola y sin marido”, sostiene.
Cuando estaba de paso en un taller mecánico se acuerda de que el dueño no podía creer la travesía que había encarado en solitario: “Me descostillé de la risa cuando se sorprendió tanto de que estuviera sola en la ruta que me preguntó: ‘Pero, ¿y quién te rasca la espalda?’. Le dije que me rascaba con un palito”, dice con humor.
“Una mujer sola en moto o en lo que sea, puede comerse el mundo exactamente igual o más que un hombre”, sentencia.
Su madre también mostró preocupación y se había convertido en una conversación repetitiva donde tenía que explicarle una y otra vez sus motivos para seguir viajando: “Un día le dije a mi mamá: ‘Sacando todo el resto, solo preguntáme si soy feliz, y si mi respuesta es que sí, no tenemos más nada que hablar’; ahora le dice a todo el mundo que soy su ‘hija viajera’”, señala a pura alegría.
En las redes sociales, a medida que su contenido se fue haciendo cada vez más viral, también llegaron algunas críticas, pero los mensajes alentadores compensaron la balanza.
“No es todo color de rosa, me he quedado varada en aeropuertos, en estaciones de buses; me robaron la mochila en Ecuador y me tuve que volver a Argentina; en la ruta 40 también hubo momentos que por el frío no sentía las manos ni los pies, me dolía hasta el pecho, y se me salían las lágrimas porque me faltaban como 60 kilómetros para llegar a Malargüe”, se sincera sobre las adversidades que enfrentó.
Y enseguida remarca: “Las cosas negativas son una en un millón con respecto a las positivas, y por eso elijo seguir viajando, porque además hubo muchas personas que me abrieron las puertas de su casa, sin siquiera conocerme, que me recibieron con mate y facturas; una señora que me hizo descuento en un hostel por cinco noches porque sabía que estaba varada y me tenía que quedar en otro lado más tiempo; y miles de ejemplos más que comprueban que cuando sale al mundo confirma que hay mucha más bondad que maldad en la gente”.
En cuanto a los ingresos económicos para solventar los gastos, cuenta que además de ahorrar lo más que puede mientras se prepara para viajar, en cada lugar al que va también consigue trabajos temporales que la ayudan a afrontar el día a día.
“En el rubro gastronómico trabajé de mesera, en hostels, me he anotado en voluntariados donde también después la misma gente me recomendaba para algún extra que surgiera, y así pude seguir siempre; y tuve la suerte de que cada vez que dejé departamento o trabajo, después conseguí mejores laburos y mejores lugares donde parar”, confiesa.
“Más allá de los paisajes mágicos, las sensaciones y los sentimientos, el premio fue la felicidad de poder vivirlo, la hazaña de hacerlo sola, el sentirme rodeada de semejante lugar, de ser insignificante en el mundo ante tanta inmensidad, y cumplir el sueño de muchos, uno de mis más grandes sueños”, reflexiona.
Hubo muchos instantes en que se dejó llevar por su instinto, por la brújula interna que le decía que tenía que parar y volver a analizar posibles caminos. Fue ese mismo sexto sentido el que la hizo darse cuenta de que tenía que capturar con una foto el primer encuentro con Lucas cuando la ruta los cruzó, una imagen que ahora es el recuerdo de ese flechazo al que trataron de no darle entidad en un principio, pero el destino les ganó la pulseada.
“Es gracioso porque cada uno con su vida estaba muy bien, realmente estábamos felices solos, sin buscar nada más que viajar, y hasta podría decirse que en nuestro mejor momento personal, porque estábamos cumpliendo sueños”, asegura Aldana.
Ambos frenaron para reponer energías en Cafayate, él con su bici, y ella en moto. “Fue la típica charla de viajeros que se cruzan, nos saludamos, nos pasamos los celulares porque estábamos haciendo la misma ruta, por si alguno podía pasarle algún dato al otro en el camino, y desde ese día nos paramos de hablar”, revela.
Ella siguió a su ritmo el cronograma, así que pronto se adelantó y no volvieron a verse durante los siguientes dos meses. “Todos los días a la mañana, a la noche, nos escribíamos, contándonos experiencias de nuestras vidas, preguntándonos qué comiste, qué hiciste en tal lugar, y nos fuimos conociendo”, relata.
“Yo estaba segura de que si volvía a estar en pareja no podía ser con alguien que se conforme con 15 días de vacaciones, porque si no era alguien que le gustaran tanto como a mí los viajes, prefería seguir sola porque así me sentía bien”, reconoce.
Hubo un punto de inflexión cuando supo un poco más de la historia de vida de Lucas, quien dio un giro de 180 grados en 2016, cuando dejó su trabajo como supervisor de redes en un banco, vendió todo lo que tenía y tomó un vuelo sin pasaje de vuelta a Tailandia.
Estuvo ocho meses recorriendo el Sudeste Asiático y después de un breve paso por Europa regresó a Buenos Aires, empezó a trabajar nuevamente para ahorrar algo de dinero y volvió a Italia, donde pudo tramitar la ciudadanía.
Decidido a explorar lo más que pudiera, recorrió en bicicleta el continente africano, atravesando 11 países. Al día de hoy, lleva recorridos más de 28.000 km en bici, de los cuales 11.000 fueron en África en un viaje que duró ocho meses desde Egipto a Sudáfrica. También pedaleó la ruta 40 desde Ushuaia a La Quiaca, desafiando desiertos, nieve, fuertes vientos y calor extremo.
“Cuando me contó que había renunciado a su laburo estable, ya me sentí identificada, y cuando nos fuimos contando más y más experiencias, no tuve dudas de que él era la persona con la que yo quería compartir mi vida”, sentencia Aldana.
Luego de más de 60 días de charla virtual, Lucas apareció de sorpresa en Villa Gesell y finalmente se animaron a decirse lo que sentían. No había mejor prueba de amor que viajar hasta donde ella se encontraba, para empezar una relación juntos. A corazón abierto, revela que uno de los principales temas que abordaron en la charla fueron sus prioridades, sus deseos a futuro y la decisión de conservar sus proyectos personales, por más que surgieran planes de pareja.
“No es fácil coincidir en tantas cuestiones, y hasta hablamos de que ninguno de los dos quería tener hijos, y al estar de acuerdo en la forma en que queremos vivir, todo fluyó. Desde ese día convivimos, y al mes siguiente ya hicimos nuestro primer viaje juntos, que fue en moto, desde Gesell a Puerto Madryn, durante 34 días”, detalla. Un año más tarde ella también se adaptó a la pasión de Lucas y se animó a acompañarlo en bicicleta, pedaleando durante 44 días por Corrientes y Misiones.
“No importa si es en bici, moto, avión, lo que importa es viajar siempre que se pueda, conocer otras culturas, probar otras comidas, disfrutar de la naturaleza y de lo que cada rincón de este planeta nos regala”, enfatiza. Al analizarlo en perspectiva cree que se encontraron en la etapa ideal de sus vidas, y cuenta que anteriormente estuvo en pareja durante 15 años, pero no sentía que estuvieran en la misma sintonía en proyectos a largo plazo. “A esta edad uno ya sabe lo que quiere y lo que no quiere, ya estamos mucho más plantados, seguros de nosotros mismos”, argumenta.
En abril, tienen previsto entre cinco y seis meses de viaje en motocicletas por Sudamérica, dando inicio al viaje en Gesell hasta entrar por Bolivia, subir hacia otros rumbos y bajar por Brasil y Uruguay.
“Y en un futuro no muy lejano, se viene Argentina-Alaska en las mismas motos, sin fecha de regreso; la idea es salir y vivir viajando”, anticipa Aldana, entusiasmada. A través de sus respectivas cuentas de Instagram, @porlatierrayelmar y @exp_tierra, cuentan sus historias.