Se fue a vivir a Nueva York con su hija de 8 años. No tenía trabajo, no hablaba inglés y sus deudas se acumulaban. Los piojos la salvaron.
Eliana Ortega no tenía trabajo cuando llegó a la ciudad de Nueva York, allá por 2014. Tampoco sabía una palabra de inglés y los pocos ahorros que había llevado desde Quito rápidamente se agotaron. Madre soltera de una niña de 8 años, la joven ecuatoriana que en ese momento tenía 28, no esperaba encontrarse con una ciudad tan hostil. Allí a nadie le importaba su pasado como una alta ejecutiva de una empresa de seguros de su país, ahora su realidad era otra y debía adaptarse con urgencia, introduce Clarín sobre su historia.
«Cuando llegué aquí, me estrellé», contó Eliana, que en Ecuador cerraba contratos corporativos por miles de dólares para una de las compañías de seguros más prestigiosas. Ella había imaginado que con su experiencia laboral le alcanzaría para insertarse sin problemas en el mercado laboral del «país de las oportunidades». De pronto, el sueño de vivir en la Gran Manzana se convirtió en pesadilla.
Pero volver a casa con la cabeza baja no era una opción. No iba a permitir que su aventura en Estados Unidos fracasara. Así que salió a las calles neoyorquinas, buscando cualquier trabajo que le permitiera pagar la renta y llevar algo de comida a casa. «Al no saber hablar en inglés y no tener conexiones agarré todo: fui cajera, mesera, limpié baños, casas, oficinas, repartí pizzas y volantes».
Un arranque duro: maltrato, humillación y discriminación
Sin embargo todo ese esfuerzo poco servía. Con esos empleos mal remunerados no le alcanzaba para pagar sus gastos. «Nunca me imaginé que al llegar a Estados Unidos mi vida daría un giro de 180 grados», confesó la latina a Telemundo. «Tenía dos trabajos, y aún así no llegaba a fin de mes. Terminaba mi día exhausta y no me quedaba tiempo para cuidar de mi hija. Además, estaba subyugada a horarios rotativos, gritos y maltratos verbales«.
«Fui humillada y explotada por mis empleadores, quienes me pagaban menos del salario mínimo estipulado por la ley, y por si fuera poco, cada vez tenía menos tiempo para estar con mi hija».
Desesperada por salir de la crisis, Eliana preguntaba a todo con el que se cruzaba si podía ayudarla, si conocía de algún trabajo que le permitiera tener algo más de independencia económica. «Así fue como llegué a esta propuesta», explicó en el ciclo «Latinos en Nueva York». «Dije que sí antes de saber qué era».
Una conocida le dijo que conocía a una persona que estaba buscando gente para «matar piojos». Fue a una entrevista y cuando supo lo que iban a pagarle se lanzó sin dudarlo: «Yo le aclaré que no sabía inglés pero que haría lo que sea». Pasó de cobrar 5 dólares por hora a 25 dólares la hora.
Una de sus primeras clientas le planteó su mayor desafío. Nuevamente le tocó lidiar con maltrato y discriminación: «La mujer tenía mucho dinero y fue muy racista conmigo. Desde que llegué me dijo: ‘¿Vos? ¿Y por qué vos cobrás tanto?‘ Yo hablaba muy mal en inglés y ella me criticó de manera despectiva: ‘¿Ni siquiera hablás bien en inglés y ya querés ganar tanto?‘».
Fue una batalla que debió sostener porque necesitaba el dinero: «Sus palabras me afectaron. ‘Me está insultando en la cara, qué hago’, pensé. Y le respondí: ‘Eso es lo que cobro, si no querés, me voy’. Eso sirvió para frenar su ataque: ‘Quedate, ya estás aquí’«.
Desde el principio la sesión fue tensa, pero aquella desagradable mujer le dio el empujón que necesitaba para hacerse fuerte en Nueva York. «No la pasé bien pero en un momento me preguntó cuánto me pagaban. Le dije que cobraba 25 dólares por hora y me respondió: ‘¿Sabes cuanto pagué yo a la empresa que te mandó? 175’. Me dejó pensando».
Eliana volvió a casa y fue directo a su computadora: «Me puse a buscar cómo hacer para montar mi negocio y encontré un curso en Florida, en el que me iban a dar los recursos para poder lograrlo». ¿Cuánto costaba el curso? 4.500 dólares. Horas extra, ahorros y mucho esfuerzo, le permitieron viajar y prepararse. Aunque ese solo fue el primer paso.
Con experiencia y la formación necesaria, Eliana se animó a dar el gran salto y, apenas dos meses después de haber comenzado su trabajo en el negocio de los piojos, lanzó su propia empresa: «Después de conocer y tratar a tantas familias en toda la ciudad, supe que era hora de lograr mi objetivo de trabajar por mi cuenta».
El desafío de liderar su propio negocio
«Yo sabía cómo se hacía el trabajo y tenía ganas, pero no tenía clientes, ni dinero, esa fue la parte más difícil. Nunca pensé que sería tan complicado poder montar mi negocio. Yo me iba a ofrecer a las escuelas, con los padres y nunca había pensado en una página web y todo eso», contó la ecuatoriana sobre el comienzo de lo que hoy es un mega emprendimiento.
Un día el destino le pagó su perseverancia. Llegó a un colegio y se encontró con que había 4 niños con piojos. En Nueva York, si el niño tiene piojos deber ser retirado inmediatamente por sus padres y solo puede regresar al aula cuando la pediculosis se haya eliminado. Así que en ese momento se convirtió en una figura indispensable para esas cuatro familias. «Los revisé y tenían piojos. Me rogaron que no me fuera».
Las autoridades de la escuela llamaron a los padres y les dijeron que «estaba la experta» para resolver el problema. «Me terminé yendo a las casas de los niños para tratarlos. Ese fue mi arranque y luego me mandaron con sus familiares. Les cobré 80 dólares la hora, la mitad de mi tarifa».
La joven ecuatoriana apuntó su negoció hacia Manhattan, la zona más exclusiva de una de las ciudades más poderosas del mundo. «La gente rica aquí tiene un experto para todo: niñera, ama de casa, chef y pues… la que le saca los piojos a los niños». Poco a poco las familias adineradas de la ciudad la llamaban para resolver el tema de los piojos y que sus hijos pudieran regresar a clases al día siguiente.
«Somos los migrantes los que hacemos este tipo de trabajo. He ganado 3.500 dólares en un día. El precio dependerá de cada caso. Si es de gravedad, donde toda la familia se encuentra infestada, puedo llegar a cobrar mucho dinero. Yo iba a cualquier departamento y no lo podía creer. Visité mansiones, penthouses…».
Según contó, Eliana llegó a ser contratada por muchas celebridades: «Estuve con famosos, directores de cine y hasta visité a un ex presidente de Estados Unidos. Todos me han pedido que no los nombre por privacidad, nadie quiere que se sepa que sus hijos tienen piojos».
«Descubrí que esto realmente es un imperio. Es una mina de oro. La industria de la pediculosis humana no está explotada como se debería», asegura Eliana que pasó de ganar menos del salario mínimo a convertirse en una creciente empresaria, pero fue en ese gran momento en que su sueño por fin se hacía realidad que apareció una bomba inesperada en su vida: la pandemia.
El covid, un contratiempo inesperado
Cierre de escuela, distanciamiento y niños encerrados en sus casas. El trabajo de la ecuatoriana se detuvo completamente de un día para el otro: «No existió el negocio en ese momento». Sin embargo su empresa ya era lo suficientemente robusta como para soportar la crisis. Algunos meses antes había sacado a la venta una línea de shampoo contra la pediculosis con la que su empresa se pudo sostener en los momentos más herméticos de la cuarentena.
¿Qué piensa para su futuro? Seguir creciendo: «Muchos me pidieron que quieren aprender porque es un negocio rentable y por eso lancé un curso online con toda la información para montar el negocio de piojos», explicó Eliana que llegó a Estados Unidos sin saber una palabra de inglés y debió soportar muchísimos golpes, pero hoy es una emprendedora admirada que logró cumplir su sueño de triunfar en Nueva York.
«Cuando empecé a visitar a familias de mucho dinero, me daba miedo de caminar en esas casas porque nunca había estado en tanto lujo. Entraba toda tímida, nerviosa, no sabía dónde colocar mis cosas. Hasta me daba vergüenza pedir que me prestaran el baño», recordó. «Pero eso fue al principio. Los seres humanos nos adaptamos a todo».