Por una vieja inercia inflacionaria no resuelta, la política tarifaria de los servicios públicos y las varias devaluaciones que sufrió el peso, la inflación de 2019 -el último año de Mauricio Macri como presidente- fue la más alta en 28 años y deja un significativo arrastre para 2020.
El índice de precios al consumidor (IPC) que elabora el Indec reveló esta tarde que la inflación acumulada en el año cerró en 53,8%, luego de que diciembre volviera a mostrar un dato elevado, de 3,7%, que, sin embargo, fue menor al previsto por las consultoras privadas. La inflación núcleo -que no contempla precios regulados ni estacionales- terminó el año en 56,7%, luego de que en el último mes de 2019 mostrara un avance de 3,7%.
El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central (BCRA) había estimado para diciembre que la inflación minorista de ese mes se ubicaría en 4,1% mensual. El propio REM esperaba una suba de precios anual fuera de 54,3%, según el último informe difundido.
En el año, la mayor suba la tuvo el capítulo de Salud, con un alza de 72,1%. Ahí se combinaron los fuertes aumentos en las prepagas y en los medicamentos. Comunicación avanzó 63,9%, mientras que Equipamiento y mantenimiento del hogar -rubro muy influenciado por el dólar- mostró un alza de 63,7%. Alimentos y bebidas tuvo un aumento de 56,8% en todo 2019. En diciembre, los mayores incrementos se vieron en: Comunicación (9,6%), Salud (5,6%) y en Equipamiento y mantenimiento del hogar (5,4%). Los Alimentos y Bebidas avanzaron 3,1%.
La inercia inflacionaria -con un arrastre que se estima en un 1,3%- y la estacionalidad estival, sumado a la vuelta del IVA a algunos alimentos dejan un piso elevado para enero. En 2020, según el último REM, la inflación se estima en una variación cercana al 42,2%. Sin embargo, hay consultoras privadas que prevén que la suba de precios podría llegar hasta 50%.
En un programa trazado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), recuerda LA NACIÓN, que el gobierno de Macri había elaborado un plan desindexatorio basado en la reducción al mínimo de la emisión monetaria y en el ajuste fiscal por el lado del gasto, que -sin los resultados deseados- derivó en la suba de retenciones a las exportaciones y la baja de reintegros a las ventas en el exterior.
La desaceleración de la inflación -en niveles elevados- que logró el equipo de Nicolás Dujovne sufrió golpes por el movimiento del dólar a comienzos de 2019 hasta que el Banco Central (BCRA) logró desanudarse las manos para intervenir. Un nuevo salto de la divisa se dio el lunes posterior al cierre de las primarias obligatorias de agosto, cuyo resultado devolvió incertidumbre a las expectativas de los agentes económicos frente a un posible cambio de gobierno.
A partir de entonces, el Gobierno de Macri congeló tarifas, puso un cepo mayorista, frenó alza de combustibles y buscó, con la baja del IVA, amortiguar el salto de los precios en los alimentos básicos. Más allá de esas medidas, la inflación argentina terminó siendo la más alta de la región luego de la que registra Venezuela, sumida en una gran crisis económica.
El gobierno de Alberto Fernández, a través de la ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, elaboró un programa -aún incipiente- de estabilización que busca una desindexación basada en el congelamiento de tarifas por 180 días y del dólar comercial. Desincentivó además la demanda de dólares -luego de que Juntos por el Cambio ampliara el cepo tras las elecciones de octubre y obligara a los exportadores a liquidar divisas, algo que sostiene la nueva gestión- con un impuesto a la compra de divisas para atesoramiento y el uso de tarjetas de crédito.
Por otro lado, busca mantener el equilibrio fiscal a través de una política agresiva de ingresos (subas de impuestos) y de baja del gasto, con licuación de jubilaciones desde los $20.000, que estaban indexados por inflación debido a la fórmula que Cambiemos impulsó a fines de 2017. Además, el ministro de Economía, Martín Guzmán, se mostró en contra de una política monetaria desbocada, pese a que la emisión de pesos creció significativamente. En sintonía, la tasa de interés de las Leliq comenzó un sendero descendente.
El domingo pasado, el Gobierno alertó que busca «moderación» en las negociaciones paritarias, y que alentará aumentos de salarios en base a las proyecciones futuras de inflación (no habrá recuperación de lo perdido en 2019) y prevé una negociación en torno al 30% para este año. La inflación prevista para 2020, según las consultoras privadas, supera el 42%.
Además, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, decidió no continuar con la eliminación de IVA a productos de las canasta básica que había elaborado su antecesor en el cargo, Dante Sica. Pese al acuerdo para amortiguar el impacto (con subas de 7% y un 14% del impuesto a absorber por la industria y los supermercados) algunos analistas privados creen que la vuelta del gravamen impactará en los datos de la inflación de enero.
«El dato está dentro de lo que se podía esperar, aunque quizás el 3,7% es un poquito menor de lo que se esperaba», afirmó a LA NACION el economista Camilo Tiscornia, que destacó los importantes aumentos en el año en medicamentos y en alimentos. «Se notó en los últimos meses la influencia del congelamiento de precios regulados. Por eso, la núcleo da más alta» dijo y agregó: «Es un ritmo de inflación muy alto, que se puede repetir en enero, más allá de que algunas cosas te ayudan a que se contenga la inflación. Pero enero es alto por la vacaciones».