Cantilo 4451. Diego está ahí, otra vez. En el parque donde compartía el mate con Doña Tota, donde Chitoro preparaba los asados en silencio. Donde llegó a entrenarse, cobijado por sus íntimos, para realizar la recuperación tras la infausta lesión que sufrió en Barcelona; la sede de cada cónclave familiar o de las Fiestas de fin de año, alrededor de la pileta como altar. A casi tres años de su partida, tiene los rulos frondosos, en su mejor versión, acompañado de la pelota. Brillando con la casaca del Napoli. O en la cima de la gloria con la selección argentina en México 1986.
En el fondo de la mítica propiedad en la que, por ejemplo, los fanáticos supieron agolparse para verlo salir a celebrar tras la gesta la Albiceleste en el Estadio Azteca, Maradona se hizo otra vez presente. En realidad, nunca se fue; desde el preciso instante en el que adquirió aquel chalet para regalárselo a sus padres, quedó vinculado por el hilo rojo con Pelusa. Y, después de ser vendida una vez que pasó a manos de sus herederos, los nuevos propietarios decidieron encargarle la restauración y puesta en valor de la propiedad al estudio de arquitectura encabezado por Axel Davidson y Diego Sztrum. Y Mariana Bianchini, directora del proyecto, entendió que el ídolo debía estar.
Y se corporizó gracias al pincel del artista Gastón Liberto, con un lazo firme con el fútbol, al punto que ya había sabido capturar la esencia de Pablo Aimar, Lionel Messi y el propio Diego en distintas obras. “Maradona como el Dios que cuida su templo”, es el concepto del mural que tiene 11,5 metros de ancho y cinco de alto, y fue finalizado este lunes luego de diez jornadas de trabajo, a partir de la muñeca y el esfuerzo de un equipo que estuvo compuesto además por otras cuatro personas (Diego Cuesta, Diego Bazán, Federico Centarti y Marcos Rivarola).
“Me convocaron a partir de Mariana. Nos conocimos en 2010, en Barcelona. Después yo me volví a vivir a la Argentina y ella también. Una vez que se confirmó el proyecto, no dormí por la emoción, compromiso, la responsabilidad, por el respeto que tengo por la figura de Maradona. Como argentino, futbolero, estar en su casa, su hábitat, donde vivió tantos momentos de su vida, donde vivieron sus padres, su familia… Es una casa llena de energía”, describe Liberto la génesis y el alimento del mural, el primero en uno de sus hogares.
Ahora bien, ¿cómo llegaron a las tres imágenes seleccionadas para simbolizar lo que significó el Diez en uno de los rincones de su historia? “Tuve un diseño previo, lo elaboramos mucho con Mariana, la idea era retratar a Diego desde sus múltiples facetas, que son infinitas. Es que aparte de un jugador, fue un artista, una celebridad única en el mundo. Hubo varias opciones de mural, una con muchos retratos, otra con todos los equipos que jugó, otra con varias de la Selección… Entre Mariana y yo decidimos resumir la obra en tres imágenes icónicas. La primera, Diego con la pelota en la cabeza, para destacar el juego, el deporte, la alegría del juego y la obsesión por la pelota. La otra imagen, sintetizando todos los clubes: elegimos la del Napoli, con gesto de concentración. Y la otra, la icónica de México 86, en una figura súper alética, dinámica, es perfecta. Es la imagen de la belleza del deporte”, enumeró.
Detrás de los Diegos, la obra esconde una particularidad: “La directora del proyecto me sugirió para el fondo algo dinámico. Y se me ocurrió hacer la firma de Diego ampliada en diferentes tamaños y colores; es su presencia, su identidad simbolizada”.
Liberto se considera un “fanático moderado” del fútbol, aunque el efecto del Mundial lo llevó a pintar “sin parar” sobre la temática. Tras el hito en Qatar sembró Messis en dos murales, hizo el primer retrato de la Pulga con la casaca del Inter Miami, que luego fue entregado al club, y también se dedicó a Pelusa; por caso, a una imagen suya con la casaca de Boca en 1981.
En el medio, fue convocado por el área de Deportes de Río Cuarto para pintar el mural del hijo pródigo de la ciudad, Pablo Aimar, en el Centro 11, donde el idilio con la pelota del Payasito -deformación de Payito, su verdadero apodo- tomó una fuerza irrefrenable.
Con dos décadas de experiencia y un tránsito de 12 años por Barcelona -donde vivió de cerca el mejor momento de la trayectoria de Messi- el desafío de Maradona lo dejó con las emociones a flor de piel: “Fue un poco entender a la Argentina desde los sentimientos de Diego”.