Jorge Ampuero y Luis Mansilla, fueron combatientes en la guerra de Malvinas, en esta ocasión, detallaron las actividades y pesares que transcurrieron dentro y fuera de ella. Desde la confusión, el orgullo y el abandono del estado: »Hoy nos sentimos orgullosos de haber estado en ese lugar. Fue algo que Dios nos regaló y a 40 años, contar esa historia es tremendo»
En diálogo con Fuerte y al Medio, por Radiocracia 88.3, los veteranos de la guerra de Malvinas, Luis Mansilla y Jorge Ampuero, comentaron como fue su vivencia dentro del campo de batalla: »nos dijeron en el camino que íbamos a ir a la guerra».
Mansilla mencionó que el panorama era extraño y confuso: »En el año 82 me tocaba el servicio militar obligatorio. También fui incorporado el 1 de febrero, algo muy inusual. Cuando nos incorporaban lo hacían a fines de marzo o abril. Ese año nos incorporan temprano, fue raro».
»Las instrucciones que nos dieron eran totalmente diferentes a las que habían dado en clases anteriores», dice.
Y explica: »Nos avisan a nosotros que teníamos que estar en Malvinas. Cuando llegué fue emocionante porque cuando estudiaba nos enseñaron lo que eran las islas para nosotros y como se habían recuperado fue fantástico».
»No tomamos dimensión el honor que teníamos habiendo hecho eso. Fue hermoso. Fuimos parte de algo grande, pero como éramos tan chicos no teníamos ni la dimensión de lo que estaba pasando en Argentina», comenta.
»Hoy nos sentimos orgullosos de haber estado en ese lugar. Fue algo que Dios nos regaló y a 40 años contar esa historia es tremendo», sostiene.
A Luis Mansilla le tocó disparar contra un avión. Era un combate entre dos aviones, un Harrier y un Mirange, recuerda: »nosotros estábamos ahí y mientras se llevaban adelante esos combates, cuando vimos la silueta del avión le comenzamos a tirar».
Ampuero, también excombatiente de Malvinas, reflexiona sobre aquel día: »llegamos a las 6 de la mañana y llovía mucho, todo el tiempo», y que »teníamos que cubrir los sectores del aeropuerto por si había un ataque para que sigan bajando aviones. Esa noche no dormimos».
»Recién al otro día pudimos dormir. Eran bombardeos naval y aéreo toda la noche. Gracias a dios volvimos todos», expresa.
A lo que Mansilla dice: »Nos dábamos ánimo el uno al otro. Cuando comenzó la guerra hubo un poco de desconcierto cuando sonó la alerta roja porque ahí sentimos que era el final y recién comenzaba. Cuando fue el primer bombardeo fue tremendo, es estremecedor».
Y continuó: »Da miedo, querés escaparte del lugar pero no podías porque el enemigo estaba en todos lados. A medida que paso el tiempo nos fuimos familiarizando con la guerra. Estuvimos cara a cara con la muerte».
Ampuero, por otro lado, señala: »Aprendes a convivir con el miedo, a tomarlo como algo normal. En el primer ataque aéreo estábamos en el angar que destruyeron».
La tarea de Luis dentro de Malvinas, era de chófer conductor. Manejaba un Unimog donde llevaba soldados, municiones y comida. Pero a veces, tenía que hacer otra tarea con más pesar: »En ocasiones cuando los vehículos de ellos no daban abasto, nos llamaban a nosotros. En muchas ocasiones me tocó levantar muertos o heridos que en el trayecto fallecían».
Ampuero, comenta como fue la situación de convivir día tras día intentando solventar lo básico: »Se comía sopa con fideos. La mayoría era todo líquido. Te daban un Pan. Comíamos una vez por día. Llegué con 7 kg y medía 1,90 mts. Nos bañamos una sola vez con agua salada en esos días. Me cagué de frio, hasta el día de hoy tuve problemas en los pies».
Pero uno de los peores momentos fue cuando quedó como prisionero de guerra: »Cuando estábamos como prisioneros de guerra, nos dimos cuenta que éramos 14 mil efectivos y ellos eran 27 mil, más el resto de los países que los ayudaron».
»El teniente coronel no se quería rendir, pero ellos llegaron colina arriba y empezaron a tirarle al pueblo», recalca.
»Hubo 10 años de desmalvinización, fue durísimo para los veteranos de guerra. No teníamos nada, no nos daban trabajo, nos echaban por ser excombatientes. En ese momento se quietaron la vida muchos», expresa.
Mansilla, concuerda: »Después de la guerra, fuimos dados de baja. Fue difícil insertarse en la sociedad. nos echaban la culpa de que nosotros habíamos perdido la guerra. Eso fue durante 10 años, en esos años no podíamos contar nuestras historias. Nos obligaron a callarnos».
Y finaliza dejando una deuda por parte del Estado con los excombatientes de Malvinas: »A 40 años, el Estado jamás nos llamó a hacer una revisión médica o asistencia psicológica. Todavía no nos han dado lo que corresponde».