Ese 18 de agosto de 1961 al mediodía cuando el visitante se disponía a irse, la mujer le ofreció tomar algo. “La verdad, señora, es que no pruebo nada desde las 7 de la mañana. Apenas alcancé a tomar un par de mates antes de salir”.
Ocupa un predio de 35 hectáreas, cuyos primeros dueños se remontan a los tiempos en que Juan de Garay hizo el reparto de tierras en 1580. Perteneció Miguel de Azcuénaga, quien en 1810 fue vocal de la Primera Junta de Gobierno y encargado de organizar las milicias. En 1795 se había casado con su prima, Rufina de Basavilbaso, hija de Manuel, rico comerciante de Buenos Aires que fue el promotor del correo en el Río de la Plata y su administrador.
Las tierras de la quinta -300 varas de frente por una legua de fondo- pertenecían a Basavilbaso, quien las había comprado en 1774. Pasó a manos de Azcuénaga cuando murió su suegro. Hizo construir una casa con la idea de usarla los fines de semana y disfrutar de la cercanía del río. En esa casa falleció el vocal de la Primera Junta el 19 de diciembre de 1833, a los 79 años. Aún era legislador.
Su hijo, Miguel José le dio otra finalidad a esas tierras: las usó para la cría de caballos. Nacía la Cabaña Azcuénaga, publica Infobae.
Parece que la casa que había construido Azcuénaga no era del agrado de su hijo, y en 1854 encargó a su amigo, el arquitecto Prilidiano Pueyrredón, hijo de Juan Martín de Pueyrredón, que idease una casa un poco más cómoda y moderna. Pueyrredón había estudiado arquitectura en París y ya de regreso en Buenos Aires, se dedicó a la pintura. Era un precursor: fue uno de los primeros en pintar desnudos femeninos.
La posición de la casa sobre la barranca que terminaba en el río pesó a la hora de definir el diseño, que Pueyrredón lo concibió de estilo neoclásico. Incluyó terrazas divergentes, que se abrían en diagonal hacia el río coronadas por un mirador. Lo terrenos no habían sido todavía rellenados. La casa tiene amplias ventanas, lo que llevó a su dueño a llamar a la vivienda “la pajarera”, al encontrarla similar a los palomares.
El paisajista Carlos Thays dejaría su impronta en el diseño del parque, e hizo plantar tipas y araucarias.
Miguel José murió en 1873 sin dejar descendencia, y la casa pasó a su sobrina María Rosa Martina de Olaguer Feliú Azcuénaga y cuando falleció en 1903 la casa quedó en poder de su hijo Carlos Villate Olaguer.
Villate Olaguer fue un soltero millonario, que cuando viajaba a Europa lo hacía en barco propio, que mantenía amarrado en Olivos. La vida le pasó factura y murió en 1918, a los 46 años, en esa quinta.
En su testamento, el hombre legaba al Estado la quinta y sus tierras para que sirviese como residencia de veraneo para presidentes. Y que en caso que esa iniciativa no prosperase, que se levantase un parque público que llevase el nombre de Azcuénaga.
Hipólito Yrigoyen, el presidente de entonces, aceptó la donación el 30 de septiembre de 1918.
Ocasionalmente fue habitada por Marcelo T. de Alvear y por el presidente de facto José F. Uriburu. Por 1927 se la amuebló con la Casa Thompson, una reconocida mueblería que en 1914 inauguró un imponente edificio en Florida 833, al lado de Tiendas Harrod’s.
El primero en darle una utilidad fue Agustín P. Justo, quien aplicó reformas e hizo organizar, en esas tierras, a partir de 1933, una colonia de vacaciones, una idea que le sugirió el dirigente socialista Gregorio Beschinsky. El ministerio de Agricultura aportó las carpas y se hizo un tendido de luz. Se habían armado una suerte de dos repúblicas, que competían en diversos juegos. A la colonia iban 100 chicos por turno. Se la llamó Colonia de Niños Débiles General José de San Martín. Los chicos ingresaban por el portón sobre Villate.
Esa vieja colonia le dejó el lugar, en tiempos de la segunda presidencia de Juan Domingo Perón, a la Unión de Estudiantes Secundarios, donde desarrollaban actividades deportivas y culturales y existían dormitorios para las chicas que venían del interior del país.
El primer mandatario había hecho llevar distintas especies de animales y aplicó diversas reformas: se construyó un cine, un teatro griego, un taller para motonetas y un garaje.
El presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu usó la quinta como residencia permanente, aunque el primero constitucional en hacerlo fue Frondizi.
Hubo dos casamientos: el de Emma Silvia, hija del presidente Arturo Illia, con Gustavo Soler. Fue en abril de 1965 en los jardines, donde se armó un altar, y el de Estela, la hija del general Alejandro Lanusse, con Roberto Rimoldi Fraga en octubre de 1971. La pareja hizo dos fiestas, una de compromiso y otra de casamiento, que aseguran que fue espectacular.