La renuncia de Juan Carlos Schmid a la conducción desnudó la crisis interna de la central obrera: La vacante en el triunvirato de la CGT no será cubierta. Tras la salida del dirigente moyanista, se reducen las chances de que gordos, independientes y barrionuevistas puedan resistir los reclamos de renovación. Se esperan más renuncias en la central.
La salida de Juan Carlos Schmid de la conducción de la CGT está lejos de ser una simple renuncia y representa, en todo caso, la expresión más cruda de la crisis interna que vive la CGT. Esta dimisión lejos está de ser la última y tampoco fue la primera. En todo caso deja a la vista una grieta que intentaron disimular sin mucho éxito desde la misma conducción. La vacante en el triunvirato no será reemplazada y a los sectores que continúan en el consejo directivo se les disminuyen las chances de poder resistir el reclamo por la renovación de la conducción que se había aplacado fruto de la realización del paro del 25S. Esa tregua se terminó pero no implica una declaración de guerra.
La elección de una conducción tripartita fue la expresión de la incapacidad de las diferentes corrientes internas de imponer un solo conductor de la CGT. Por caso, Héctor Daer llegó con el respaldo de gordos e independientes pero también de la UOM. Carlos Acuña es el representante del sector que lidera el gastronómico Luis Barrionuevo y Schmid era la cara visible del moyanismo. Las diferencias internas no se saldaron con esta decisión y se fueron profundizando con el correr de los meses, sobre todo ante la endeble posición que adoptaron ante las políticas que se fueron implementando desde la Casa Rosada.
“No se encontraba cómodo. Porque no es una situación muy cómoda estar en la CGT no pudiendo ejercer plenamente las decisiones que están reclamando desde abajo, sentía incomodidad de estar ahí y por eso se ha retirado”, fue la frase que eligió Hugo Moyano para justificar la salida de quien era su representante en la conducción colegiada de la CGT. Algo de razón hay en esa afirmación. En estos últimos meses, Schmid supo comentar esa molestia ante sus colaboradores; incluso llegó a reconocer estar arrepentido de haber cedido en demasía sus posiciones en pos de la paz del triunvirato y no pujar por un perfil más confrontativo en la central obrera. Eso provocó el distanciamiento con su base de sustentación política, el moyanismo, que, vale también decirlo, no supo ser muy cuidadoso en cuanto a las formas cuando criticaron la gestión de Schmid.
La carta documento de renuncia que envió el ex triunviro no habla de estos temas, tampoco de su estado de salud y mucho menos del nuevo escenario que comenzó a gestarse aquella vez que a los triunviros les robaron el atril mientras una multitud reclamaba la fecha de un paro general. La segunda muestra fue la renuncia de Francisco “Barba” Gutiérrez y, varios meses después, la de Omar Pérez, el camionero que había reemplazado a Pablo Moyano en la secretaría gremial. Ahora, según reconoció el canillita Omar Plaini, vendrán más. El aeronavegante Juan Pablo Brey, que hace poco se reconcilió con Moyano, el representante de peajes, Sergio Sánchez, y muy posiblemente también Plaini, den un paso al costado. Estos dos últimos dirigentes forman parte del armado que se conoce como Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN), que presiona a la CGT para encarar una lucha más concreta contra el modelo económico.
Por caso, el propio canillita reconoció que, en el marco de la renuncia de Schmid, recrudeció la interna cegetista: “Hay una serie de gremios que no estamos concurriendo, con lo cual esto indica que hay una crisis que habrá que resolver de alguna manera. Ser tozudo en la continuidad no sé si será lo mejor”, agregó.
En rigor, de respetar el reglamento de la central obrera, se debería iniciar un camino que consiste en convocar a un comité central confederal y allí llamar a un congreso extraordinario para definir una nueva conducción.
Sin embargo, esta disputa no implica necesariamente el desplazamiento de gordos e independientes y mucho menos de los gremialistas que se referencian en Barrionuevo. En todo caso obligará a los integrantes del FSMN a agudizar el ingenio para hacer realidad la frase que ofrecen como un objetivo: “Profundizar la unidad aunque duela”. Esto implica evitar cualquier fractura al momento de reordenar la correlación de fuerzas internas de modo tal que los referentes de gordos, independientes y hasta barrionuevistas permanezcan dentro de ese futuro consejo directivo. Claro, estos grupos sindicales también deben estar realmente dispuestos a ceder en pos de la tan mentada unidad del movimiento obrero.