El resbaladizo relato de crecimiento con inclusión social que caracterizó al primer kirchnerismo quedó hecho añicos en la etapa superior del movimiento, cuando Cristina Kirchner decretó un gobierno de Alberto Fernández. La del capital simbólico perdido es una factura que la líder del peronismo kirchnerista le enrostra al Presidente cada vez que puede.
Encriptada para la generalidad de la ciudadanía, una dramática foto que termina de deshilachar la principal carta identitaria de la vice se conoció el viernes. Es probable que termine restando importantes posibilidades electorales al oficialismo y que sea un espejo que adelanta del fortísimo deterioro que deberá enfrentar el próximo gobierno.
Un equipo de especialistas de la Universidad Católica Argentina (UCA) se encerró en un cuarto a analizar las bases de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del cuarto trimestre de 2022. Si en vez de tomar el segundo semestre, como suele hacer el Indec en su informe para tener un dato estable, fuera posible pararse el último día de diciembre del año pasado para ver la última foto de la pobreza, esta habría sido de 41%. Esto implica que, en el país, cuatro de cada diez personas son pobres. Son 2,7 puntos más que en 2019, cuando Mauricio Macri cerró su gobierno.
Tomando el total de población urbana que mide el Indec, se trata de 17,3 millones de pobres. Pero, si se proyecta a todo el país esa cifra, esa escandalosa imagen alcanza a casi 19 millones de argentinos. Muchos de ellos son niños. Es probable que en la semana que arranca se conozcan más detalles sobre el impacto directo en la infancia.
Es un paisaje desolador. Hay distritos, según esos datos oficiales procesados por el sociólogo Agustín Salvia y su equipo, en los que en sólo tres años aparecen subas de alrededor de diez puntos en la pobreza. Son los casos, por ejemplo, de Río Gallegos (11 puntos), Gran Paraná (10,9 puntos), Corrientes (10,3), Gran Santa Fe (10,1); Gran Tucumán (9,4).
La indigencia, gracias a las transferencias estatales, las ayudas alimentarias y a la recuperación del trabajo informal precario en los últimos años, reflejó una baja de un punto en el último trienio; sin embargo, se disparó con fuerza en algunas provincias.
La pobreza sigue en alza
Quienes siguen de cerca esta realidad sólo esperan que empeore. Las canastas Alimentaria y Básica, los pisos para medir la pobreza e indigencia por ingresos del Indec, suben a una velocidad superior a la de la inflación hace meses. Y los ingresos se vienen ajustando por debajo del IPC, según las propias cifras oficiales. El deterioro es muy rápido.
El director de la Maestría en Econometría de la Universidad Di Tella, Martín González Rozada, ya proyectó en su nowcast una tasa de pobreza de 41,5% para el semestre entre octubre de 2022 y marzo de 2023. “En marzo, la tasa de inflación mensual reportada por el Indec que enfrentaron los hogares de menores ingresos fue de 7,8% mientras que para los hogares del 20% de mayores ingresos la inflación fue de 7,5%”, alertó el especialista.
Estos datos no contemplan la voraz corrida cambiaria vivida en abril, que llevarían al dato de inflación del mes pasado a entre 7,2% y 8,1%. Sería el peor abril desde 2022. El Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) no dio noticias alentadoras el viernes tomando en cuenta el salto del dólar. Espera ahora para el año 126,4% de inflación, un ajuste de más de 16 puntos frente a lo que registraba su anterior informe. Otro signo del empeoramiento de las expectativas.
“La inflación está golpeando mucho el bolsillo. Aumenta la pobreza de los ocupados a niveles casi de pandemia”, escribió la economista Milagros Gismondi, parte del equipo que acompaña a Hernán Lacunza. Según cálculos de Empiria (la consultora del propio Lacunza), con base en datos del Indec, la pobreza de los ocupados tocó el 30% en el cuarto trimestre del año pasado. En pandemia llegó al 31%. A fines de 2019, ese registro era de 25%, según Empiria.
“Lo que está ocurriendo es que hay clases medias y bajas que no eran pobres, y que obviamente en el contexto inflacionario y no por un factor ocupacional son trabajadores pobres porque ya su ingreso no les alcanza para cubrir la canasta básica total”, explicó Salvia, sobre un proceso sobre el que la vicepresidenta Cristina Kirchner llamó la atención varias veces. “Y son clases medias que caen, pequeños emprendedores, pequeños comerciantes, trabajadores asalariados de comercios o pequeños comercios o de servicios; son trabajadores de baja calificación, que son los que tienen un proceso de empobrecimiento y se convierten en la nueva capa, los nuevos pobres que se suman a la estructura social de una Argentina ya estructuralmente empobrecida”, cuestionó el sociólogo de la UCA.
El investigador del Cedlas, Leonardo Tornarolli, estimó que el ingreso per cápita en los deciles más pobres creció levemente entre finales de 2021 y 2022 por la transferencia estatales y la mejora del empleo formal. El resto perdió. Lo mismo vio entre 2019 y finales del año pasado. En los últimos seis años perdieron todos. Es lo que algunos analistas que siguen de cerca las migas de la EPH llaman “la caída de ingresos más persistente y salvaje que se haya visto”.
Por eso, Cristina Kirchner sufre cuando observa los datos de pobreza de 2014. No se puede entristecer con los de 2015 porque Axel Kicillof los discontinuó para no estigmatizar a nadie. Los de aquel año, con base en la nueva metodología de 2016 y con canastas ajustadas por la inflación real (no la inventada que había dejado Guillermo Moreno y su patota en el Indec) mostraba una pobreza bastante menor a la actual (30,8%).