Los resultados parciales de las 20 paritarias testigo, entre las 500 que abarcan a los 12 millones de trabajadores registrados y definen la mitad aproximadamente de la masa salarial en cuestión, se empiezan a notar en la calle en mayo y junio. Vienen dando un aumento a cuenta del 15%, que técnicamente le empatarían, punto más o menos, a la inflación acumulada en el período. Queda en la mitad del camino hasta el 28% al 30% promedio pactado para todo el año, con reaperturas permanentes y otros mecanismos de flexibilidad.
Los sindicalistas resignan subir el tono de la discusión para recuperar el terreno perdido por los sueldos el año pasado y no quieren ni mirar hacia adelante, cuando venza el congelamiento parcial de tarifas y de precios administrados. La principal preocupación del día son los puestos de trabajo, y la opción pasa por achicar pretensiones en aras de mantenerlos. El 10% firmado en la paritaria mecánica coincide con el reciente acuerdo sellado entre Renault y SMATA para evitar 1.500 despidos y con la crisis que en general atraviesa la industria.
La recesión consigue acotar el costo laboral, con mayor contundencia que cualquier reforma que se quisiera hacer aprobar en el Congreso, y la inflación hace el resto. Algo parecido a lo que caracteriza al sistema previsional, ya que los cambios en los tiempos y la fórmula de la movilidad terminaron siendo más efectivos para el gasto público que cualquier texto que a la larga modifique la estructura de la ley.
Cuando el secretario general del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), Ricardo Pignanelli, estampó la firma en el acta del convenio colectivo con las entidades patronales automotrices no desconocía que el 10% que se empieza a aplicar inicialmente en los sueldos no moverá el amperímetro de los presupuestos familiares de los afiliados.
Un vistazo rápido por el anexo ubica la mayor parte de las escalas en niveles que van de los 30 a los 40 mil pesos, a los cuales la canasta básica del INdEC, para no ir más lejos, les hace pito catalán, debido a que en abril último ya se había situado en ese rango.
Pero la representación gremial no dejó de tener en cuenta que, dentro del exiguo porcentaje, está implícito que, en general, en la industria el horno no está para bollos. Y más concretamente, que la seccional Córdoba acaba de acordar con Renault evitar 1.500 despidos en la planta.
El impasse, que rige hasta el 31 de marzo de 2020, tiene como propósito “proteger la fuente laboral y minimizar las pérdidas económicas” de la empresa ante la “caída del mercado laboral y su correlato, la producción de vehículos”.
Mientras dure el tiempo de reducción de jornada diaria, el personal afectado percibirá el 70% del salario neto. Pero la amenaza para las 1500 fuentes de trabajo no acaba ahí, ya que se prevén suspensiones temporales de las actividades productivas en la planta de vehículos particulares y utilitarios, la posibilidad que el personal adelante vacaciones y la prórroga de 480 contratos a plazo fijo –según publica Urgente 24-.
Viejo conocedor de la entretela de los tiras y aflojes paritarios, Pignanelli buscó fortalecer la aspiración salarial en la pauta seguida por la gobernadora María Eugenia Vidal con los docentes bonaerenses, lo mismo que hicieron UOCRA, Sanidad y la Bancaria.
El Gobierno Nacional presta especial atención a la marcha de 20 convenios colectivos entre el medio millar que negocian patronos y trabajadores, en virtud de que congregan a la mitad del padrón privado sobreviviente, que suma actualmente 6.161.606 almas.
Reintegro de inflación
Las cuentas que saca el Ministerio de Trabajo y Producción indican que en mayo y junio el promedio de aumento en los sobres será del 15% frente a un porcentaje similar de inflación, un empate técnico inicial para un ajuste anual pactado entre 28% y 30%, aunque con reapertura permanente.
Elizabeth Peger, de El Cronista, agrupó en un cuadro los incrementos ya cerrados y los que están en vías de hacerlo, en el cual se aprecia que petroleros y camioneros ostentan los números más altos: 45%, gastronómicos 43%; choferes y aeronáuticos 40%; metalúrgicos 36%, entidades deportivas 32%, comercio 30%; estacioneros, carne y estatales nacionales 28%; aceiteros, luz y fuerza, obras sanitarias y encargados de edificios 23%; bancarios 19,5%, ferroviarios 19,5%, docentes bonaerenses 15,6%, construcción 15%, alimenticios 13,5%, sanidad 11,8%; mecánicos 10%.
La diferencia hay que buscarla en la letra chica que flexibiliza los concordatos y en la posición de cada sector en el comportamiento macroeconómico y su correlación con los problemas de empleo.
El contexto en que se negocia este año no es el más propicio para que la parte gremial pueda ejercer la defensa del poder adquisitivo por la agresión que viene padeciendo del incesante incremento de precios y tarifas, mucho más intenso para cada hogar que la estadística oficial que suministra el INDEC.
A marzo de 2019, las bajas laborales en el sector privado ascendieron a 161.000 asalariados registrados y 58.400 trabajadores independientes en su conjunto sin distinción de estratos de tamaño de empresas y en la casi totalidad de los rubros respecto de igual mes de 2018, según la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que difundió hoy el Ministerio de Producción y Trabajo.
El informe precisa que el empleo registrado privado en empresas de 10 empleados o más (Pymes) terminó siendo el más perjudicado: se redujo con respecto a abril de 2018 en todas las ramas de actividad con excepción de servicios comunales, sociales y personales: en la construcción bajó 7,5%, en la industria 4,5%, y en comercio, restaurantes y hoteles, 4%.
Pegó más fuerte en el Gran Buenos Aires (-2,9%) que en el conjunto de los aglomerados urbanos (-1,7%).
Se corresponde este comportamiento con el desalentador resultado para marzo último que brindó la consultora Ecolatina en términos del PIB per cápita: la caída del 2,7% que nos retrotrae prácticamente al mismo nivel de vida de hace una década.
La Casa Rosada, sin embargo, se aferra a las gotas que permanecen en el vaso antes que al caudal derramado y se entusiasma con el impacto preelectoral que podría tener en el aplastado consumo la sensación de los trabajadores de contar con más cantidad de papel moneda incremental percibido por paritarias en el bolsillo.
A esta instancia arribaron, en todo caso, después de ajustar fuertemente sus gastos, de acuerdo con el estudio realizado por Kantar, dirigido por el director de estrategia de marcas, Tomás Veitz.
Ya para marzo el 96% de los argentinos declaraba haber reducido o abandonado alguna categoría de su estructura de gastos, un valor aun levemente mayor al registrado tras la gran corrida cambiaria, en septiembre 2018.
La tijera ya pasó por los servicios – como obra social, seguros, Internet –, pero con afán de mantener lo que se pudiera, señala el reporte; por la moderación de un conjunto de gastos – como compra de ropa y calzado o salidas a comer, cine o teatro – y restringió los gastos grandes o que su valor depende del dólar –, como viajes al exterior, compras en otros países, tecnología –.
De la compulsa surge que 64% empezó por reducir o suspender los adicionales de TV por cable o el plan de celular son los más sujetos a revisión, mientras se inclinaba por resguardar la prepaga o los seguros.
Es cierto que las expectativas negativas añaden cautela al retroceso objetivo de la capacidad de compra de los ingresos. Los más alejados de la frontera de la pobreza tienden a mantener los estándares cotidianos, prepaga, teléfono, cable, y se cuidan con los gastos mayores.
Donde el cristal con que se mira el futuro influye más es en los gastos menos urgentes, como compra de ropa, salidas de recreación, obras en el hogar: los más optimistas le dan para adelante, los menos (la mayoría) se abstienen hasta nuevo aviso.
En ese momento, las tres cuartas partes de la muestra manifestaron inclusive tener una percepción negativa del presente y/o del futuro, contra el resto que se repartió entre neutra y positiva.
¿Hasta dónde el efecto paritario y los planes financieros incentivarán el consumo en vísperas de los comicios? Es la pregunta del millón que las encuestas aún no saben/no contestan.