CFK forzó al Presidente a traspasar el poder a Massa ante la eventualidad de un colapso. El superministro arma un plan de apuro y la vice busca resguardarse, mientras asume que el kicillofismo no aplica al presente.
Kristalina Georgieva ya tenía todo organizado para iniciar sus vacaciones en Grecia, pero la gravedad de la situación la decidió a suspender su descanso por unos días. La directora gerente del FMI canceló su viaje el fin de semana pasado para recibir a la por entonces ministra de Economía de la Argentina. Desde Buenos Aires, Sergio Chodos convenció a su amiga Georgieva con un chiste que hacía alusión al origen griego de la sucesora de Martín Guzmán, la mujer que -según decía la publicidad oficial- contaba con el apoyo de todos los sectores del peronismo.
La economista búlgara recibió a Silvina Batakis en Washington con el objetivo de estirar su sobrevida sin imaginar que, en la residencia de Olivos, el trío que la había dejado a cargo de la bomba hacía apenas 25 días la estaba ya sacando por la puerta de atrás.
Grandísimo responsable del endeudamiento demencial que contrajo Mauricio Macri gracias a Donald Trump, Steve Mnuchin, Christine Lagarde y David Lipton, el Fondo solo mantiene una línea de coherencia: cobra siempre lo que presta incluso de manera irregular, pero no quiere quedar asociado a un final traumático en Argentina.
La amiga del Papa Francisco puede postergar unas vacaciones y hasta ser la última en enterarse de que lo hace para hablar con una persona que ya no es quién creía ser, pero no puede fraguar una comunicación con el Presidente, como le piden desde la residencia de Olivos, para explicar el carnaval de la improvisación en el peronismo de gobierno.
Ante el desbande del Frente de Todos, es lo mismo estar en Washington que en Catamarca. Eduardo Hecker puede quedarse tranquilo. No fue el único que se enteró a último momento de que el frágil equilibrio de poder en el oficialismo se había desmoronado otra vez.
Estaba dicho: la épica del sciolismo venía atada a la mera supervivencia. Los que se apuran a festejar el desfile de recién llegados al gabinete deberían empezar a economizar energías. Ni el ahora todopoderoso Sergio Massa ni Cristina Fernández de Kirchner habían hecho más que convalidar a Batakis como ministra del impasse. Los resultados que pudo haber obtenido en su estadía en el quinto piso no convencieron a los socios del gobierno que, ahora se ve, nunca creyeron en ella.
En un frente que tiene la contradicción adentro, todo dura nada y nada es lo que parece.
Con Batakis en Washington, el nuevo gobierno que Alberto Fernandez estaba obligado a armar tras la renuncia de Guzmán, su gran pararrayos, se impuso contra su voluntad y producto de su impericia. El Presidente rechazó empoderar a Massa todo que pudo, consciente de que la asunción del ex intendente era la consagración de su propio fracaso. Ambicioso, audaz y calculador, Massa tiene entre sus métiros el de haberse sentado a ver cómo Fernández se desangraba, mientras se resistía sin método ni astucia a ceder lo que le quedaba de poder. Ahora es más que un primer ministro, un interventor que arranca con el apoyo del poder económico y del Senado.
El superministerio del político que se formó durante 6 años en la Ucedé de San Martín y se hizo grande con el peronismo como titular de la Anses e intendente de Tigre era un plan que el propio Massa promocionaba desde hace un año o tal vez más.
En septiembre de 2021, cuando la catástrofe electoral hizo volar por los aires la precaria armonía del FDT, el nombre de Massa ya circuló. Entonces, el presidente le envió a su vice con un intermediario el siguiente mensaje: «Avisale que yo a Massa no lo quiero en el gabinete. Es como dormir con el enemigo». Inmune ante el virus de la contradicción, el teléfono de Alberto todavía debe atesorar esa sentencia, escrita en el agua como tantas otras, pero producto de un tiempo en que el elegido de Cristina todavía se creía con chances de dar alguna pelea. Ahora, opina un gobernador, ni Dylan le obedece.
«En septiembre de 2021, cuando la catástrofe electoral hizo volar por los aires la armonía del FDT y Massa ya sonaba, el presidente le envió a su vice con un intermediario el siguiente mensaje: «Avisale que yo a Massa no lo quiero en el gabinete. Es como dormir con el enemigo»
Tras una corrida cambiaria que encadenó siete semanas, con el Banco Central perdiendo reservas en un contexto de superavit comercial excepcional y la inflación descontrolada, la capitulación es total, aunque lógica e inevitable: si algo no hizo Alberto fue cuidar el poder que llegó a tener. La escuelita del Grupo Callao con la que arribó a la Casa Rosada fue reemplazada en septiembre por una liga de profesionales del poder que cayeron en la intrascendencia en tiempo récord.
Considerado por Fernández un lobista del agronegocio en su gabinete, Julián Dominguez se tuvo que ir: tal vez no quiso convertirse en uno más entre los secretarios de su vecino de country o tal vez cayó producto del espiritú conquistador de Sergio. Acostumbrado al despoder, Juan Manzur ya no molesta a nadie y solo Anibal Fernandez resiste como defensor de un presidente imaginario.
La tercera etapa acaba de comenzar: es el gobierno por default del que esperó su oportunidad mientras los socios principales de la alianza se dañaban entre sí, sin beneficio de inventario. La entrega anticipada del poder que la vicepresidenta le obligó a hacer a su elegido en manos de Massa. Vaciada la secretaría desde la que se movía como embajador paralelo en Washington, Gustavo Beliz se llevó sus plegarias a otra parte.
El superministro se quedó con casi todo y los colaboradores que tuvo Guzmán se lamentan de no le dieron ni el 20% de lo que consiguió su sucesor. Si en algo coinciden casi todos los que lo conocen es en que Massa no duerme: vive para la política y para el poder. Miguel Pesce, que debe saberlo, tendrá desde mañana un rival interno más despiadado que Guzman.
Massa pidió tanto poder para hacerse cargo del barco a la deriva del peronismo de gobierno que algunos piensan que ni él creía que se lo iban a dar. Avalan esa teoría los testimonios de los economistas de Massa que advierten que no tienen nada que ver con el supuesto plan difundido sin firma en Clarín, antes de que fuera designado. La ofensiva de Cristina para que Alberto le entregue el gobierno a Massa sorprendió a Martin Redrado y Miguel Peirano en el exterior, por motivos distintos. El ahora superministro les empezó a escribir apurado para que vuelvan, pero ni uno ni otro, según dicen, tiene interés en asumir. Desprevenido y en chancletas, Roberto Lavagna no tenía a donde irse y Sergio aprovechó para traficar el encuentro en su casa como un átomo de planificación.
En el momento en el que su caudal electoral se licuó como nunca y su imagen figura entre las más dañadas en una clase política que se debilita en su conjunto, Massa acaba de dar una clase de cómo maximizar recursos en tiempos de escasez: asumió en lo más alto, producto de la debilidad general de los Fernández y la fragilidad profunda del gobierno. Así como subestimarlo sería un error imperdonable, comprar sus inagotables fuegos de artificio puede desencadenar grandes frustraciones, incluso entre los que lo quieren bien.
Después de romper con Cristina en 2013 y enfrentarse fuerte con La Cámpora, Massa volvió en 2019 al utero materno del kirchnerismo y llegó ahora a dónde quería: la pregunta todavía sin respuesta es para qué. El interventor del gobierno se mira en el espejo de Lavagna, pero sobre todo en el del sociologo Fernando Henrique Cardoso que llegó -con un plan- a domar la inflación y ser presidente de Brasil. Pero con menos épica pesa otro antecedente que el peronismo prefiere no mirar: el de aquel Fernando De la Rua que llamó a Domingo Cavallo con el apoyo militante del ex vicepresidente Chacho Alvarez.
Quienes conversaron con Massa en los días previos a su asunción en el poder afirman que no viene a inmolarse en el ajuste sino más bien a conseguir los dólares que la Argentina necesita para crecer. Cómo lograr sin devaluar que los sojeros liquiden los entre 14000 y 18000 millones de dolares que retienen en los silos, según el Banco Central, eso está por verse. Entre los teléfonos que Massa va a incendiar figura el de Gustavo Idigoras, que representa los intereses de las grandes cerealeras reunidas bajo el sello de CIARA-CEC.
El primer veredicto del mercado ya se hizo escuchar con la baja del dolar paralelo y el CCL que miran las empresas. Suben las acciones de dueños que apuestan desde hace años a la avenida del medio, se animan los viudos del menemismo y festeja una liga de empresarios que amasa el sueño del peronismo del orden. Desde el BID, Mauricio Claver Carone y su amigo argentino Gustavo Cinosi cambiaron de parecer en tiempo record. A la generala Laura Richardson -también- le gusta esto.
Massa arranca con el apoyo del poder económico y del Senado. El primer veredicto del mercado ya se hizo escuchar. Suben las acciones de dueños que apuestan desde hace años a la avenida del medio y festeja una liga de empresarios que amasa el sueño del peronismo del orden.
Sin remedio, Cristina decidió hacer lo que desaconsejaba y tercerizar una vez más el gobierno. La explicación de por qué eligió a Massa para esta entrega anticipada sería digna de una de sus clases magistrales. Entre las especulaciones, hay una inicial de mera supervivencia. En palabras de un economista ligado al peronismo, la Argentina estaba a 30 días de un estallido.
Ni Fernández ni Batakis pensaban eso, pero sobre todo al primero los pronósticos le venían fallando sin remedio. Massa garantiza que el peronismo intentará retomar el control de la situación sin minimizar los riesgos y que lo hará con un giro que contemplará primero que nada las demandas del mercado.
Forzada a incursionar en el pragmatismo hasta que duela, Cristina puede apostar con razón a que Massa cumpla con mayor eficiencia todas las tareas asignadas a Alberto que se perdieron entre Puerto Madero y los jardines de Olivos. La tregua con el establishment, la alianza firme con el peronismo que gana elecciones en su distrito, el indulto de Comodoro Py. Asignaturas que La Cámpora, el plan A de un tiempo de gloria perdida, tampoco podría jamás rendir con éxito por sí misma.
Los superpoderes para Massa en economía no sólo dejan al Presidente como actor de reparto: expresan también la aceptación por parte de Cristina y el kicillofismo de que su manual no es apto para ser aplicado en el presente
Lo que CFK conserva es un mundo de relaciones que en la presidencia subestimó. Hoy habla con casi todos y lo saben sus enemigos de ayer. Lo dice un empresario que abonó fuerte el proyecto antikirchnerista del ahora superministro: «Ella ha sabido perdonar».
Massa sabe rodearse y estimular a los propios, pero llega en un contexto de dificultades mayores. Cuando baje la espuma, cada uno de los protagonistas de esta historia verá hasta dónde llega. La campaña para 2023 acaba de empezar para el nuevo interventor. Si logra controlar la situación, buscará ser el heredero de lo que alguna vez se llamó kirchnerismo. Si no, se verá obligado a reinventarse una vez más para seguir, como siempre, cerca del poder.
Por Diego Genoud para La Política Online