La Cámara Oral de Río Gallegos condenó este martes a un padre y a su pareja por torturar a sus tres hijos -dos varones y una nena de entre 10 y 13 años-, a quienes golpeaban, encerraban y obligaban a comer excremento y vómito.
David F. y Roxana V. -ambos tenían 33 años al momento de los hechos- recibieron una sentencia de 7 y 12 años de prisión, respectivamente, tras haber sido hallados culpables de “lesiones graves agravadas por amenazas, alevosía y malos tratos”.
Los hechos que llegaron a juicio ocurrieron en los primeros meses de 2021, en un departamento en la zona céntrica de la capital de Santa Cruz, y en el contexto de las medidas de aislamiento ante la pandemia de Covid-19. El caso se destapó en julio de ese año, cuando los dos varones -de 13 y 10 años- lograron escapar por una ventana del baño y corrieron a Unidad Penitenciaria la N° 15, situada a unas cuadras de la vivienda.
Una vez allí, denunciaron los continuos maltratos: ante los policías, los chicos contaron que eran torturados, que los hacían comer caca y vómito, que los golpeaban con un caño y los tenían encerrados todo el día. El impulso que los había llevado a escaparse de la casa había sido la rotura de una tablet y, ante esa situación, el riesgo de sufrir un castigo aún mayor.
La semana pasada, tras los alegatos de las partes, la fiscal Verónica Zuvic confirmó la acusación que llegó a juicio bajo la carátula de “lesiones graves calificadas por ensañamiento y alevosía, amenazas y reducción a la servidumbre”, y pidió 20 años de prisión para David F. y Roxana V. “A estos chicos los mataron en vida. Este caso hizo llorar a todos”, planteó.
A lo largo de las sucesivas audiencias, los peritos del caso, los familiares que ahora tienen la tenencia de dos de las víctimas y el grueso de los testigos confirmaron los hechos. Incluso, varios de ellos se quebraron al recordar las torturas sufridas por los menores.
La estrategia de la defensa fue negar las acusaciones y poner en duda el testimonio de los chicos, señalando que “tal vez se confundieron” o fueron influenciados por alguien.
“Nunca les pegué, se daban cintazos entre ellos”, aseguró David F. en una de las sesiones. Roxana V., por su parte, optó por el silencio durante la totalidad del juicio.
“Gracias a que esa tablet se rompió, los chicos pudieron salvar sus vidas”
En diciembre pasado, la jueza Marcela Quintana ordenó la detención de la pareja tras las cámaras Gesell practicadas a los menores y los exámenes médicos que constataron en las víctimas tenían lesiones de larga data y compatibles con torturas.
“Gracias a que esa tablet se rompió y por el miedo a morir, ellos pudieron salvar sus vidas”, planteó Jorge Godoy, de la Defensoría Pública Oficial de Niños, Niñas y Adolescentes N°2 de Santa Cruz, en conversación con TN en la previa del juicio.
“En la época en que ocurrieron estos hechos estábamos en pandemia. Además de estar encerrados, estos chicos no iban a la escuela, que es uno de los detectores principales de la vulneración de los derechos de los niños”, situó entonces.
Antes de vivir con el papá y su pareja, los tres hermanos se habían ido de la casa de su mamá biológica “porque el padrastro les pegaba”, según se detalla en el expediente.
Fuente: TN