Cristian Omar Bustos tiene una pena firme de 20 años de prisión por el crimen del niño de 9 meses en 2005. También fue sentenciado a perpetua por matar a un policía y herir a otro.
El miércoles 29 y el jueves 30 de diciembre pasado, la jueza penal de Comodoro Rivadavia Mariel Alejandra Suárez ingresó al Instituto Penitenciario Provincial (IPP) de Trelew. El primer día estuvo casi tres horas, el segundo, dos. Fue a visitar a un detenido recientemente condenado a prisión perpetua por un tribunal que ella misma integró. Las cámaras de la sala donde se concretaron los encuentros los expusieron: en las imágenes se ve a la magistrada y al preso que se abrazan, se toman fotos y, aparentemente, se besan en la boca, además de compartir un mate y alimentos.
Un oficial del IPP denunció el hecho ante sus superiores y el Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Chubut (STJC) inició actuaciones administrativas por “conductas inadecuadas” contra la jueza Suárez, que negó las acusaciones y aseguró no sólo que no besó al detenido, sino que simplemente lo visitó para entrevistarlo en calidad de “investigadora” por su interés en escribir un libro con su historia.
El detenido en cuestión no es uno más en la población carcelaria de Chubut.
Cristian Omar “Mai” Bustos, de 40 años y oriundo de la localidad de Corcovado, es considerado un preso de “alta peligrosidad”, lo cual será todavía por unos cuantos años más: cuenta con una condena firme a 20 años de prisión por el crimen de su hijastro, un bebé de 9 meses, en el año 2005, además de la sentencia reciente a prisión perpetua por matar a un policía y herir a otro en 2009 durante un operativo en el que pretendían detenerlo.
Los dos hechos por los que fue condenado y sus otros enfrentamientos con la Ley son particularmente violentos.
El primero ocurrió el 3 de julio de 2005, apenas una semana antes de su cumpleaños número 24. Según pudo determinar la Justicia de Chubut, ese día, cerca de las 15, Bustos tomó en brazos en su casa a su hijastro Eric Benjamín Bustos, de apenas 9 meses, y, con la presencia de su pareja de entonces, “realizó maniobras violentas de hiperextensión y angulación dorsal extrema” sobre el pequeño cuerpo del niño, es decir, lo retorció como si fuese un trozo de pollo.
Luego de herirlo, Bustos lo trasladó él mismo al Hospital de Corcovado, para intentar salvarlo. No alcanzó, algo sumamente frecuente en asesinos de niños. La torsión brutal que le ocasionó al bebé una fractura casi completa en la columna, con una grave lesión medular y vascular que le provocaron la muerte casi en el acto.
En junio de 2007, la Cámara del Crimen de Esquel lo condenó a perpetua por el homicidio calificado de Eric. Trece años más tarde, a mediados de 2020, sin embargo, Bustos -que negó ser culpable del hecho en cada instancia del proceso- logró gracias a su abogada defensora que se impugnara esa condena y se redujera la pena. Es que en esa oportunidad fue juzgado por el homicidio simple del chico y no agravado por el vínculo, por no haberse podido acreditar el vínculo sanguíneo con el bebé que asesinó, a pesar de que sí estaba a cargo de su cuidado.
Si bien la defensa intentó una vez más impugnar también ese fallo, esperando una condena menor, el 15 de noviembre pasado, en una resolución a la que accedió Infobae, los jueces Roberto Adrián Barrios, Martín Roberto Montenovo y Daniel Luis María Pintos de la Cámara Penal de Esquel confirmaron la sentencia: 20 años de prisión, la pena máxima de un homicidio simple, aunque considerablemente menor a la inicial. El juez Montenovo había incluso pedido que fueran 16 y medio.
Pero entre su primera condena y las últimas novedades de la causa por el crimen de Eric pasó más que solo tiempo. Tras haber sido sentenciado a perpetua en 2007, Bustos, detenido sin condena firme y con prisión preventiva, escapó de la Comisaría de Corcovado y se mantuvo prófugo por casi dos años.
El 8 de marzo de 2009, la Brigada de Investigaciones de la Policía de Chubut finalmente lo encontró en una casa dentro de la ciudad Corcovado, donde vivía con su familia, e intentó recapturarlo: fue una tragedia.
En el lugar los recibió el padre de Bustos, también de nombre Omar, que le aclaró al comisario que en el interior de la casa estaban sus cuatro hijos armados, que no se iban a entregar y que, por lo tanto, era mejor que se fueran.
Mientras el comisario intentaba convertir la conversación en una negociación, Marcos, Daniel, Wilson y “Mai” Bustos salieron de la casa con los rostros tapados con gorros y pañuelos. Estaban fuertemente armados: tenían un arma larga calibre .22 con mira telescópica, un arma de fuego calibre .38 y dos cuchillos de grandes dimensiones que exhibían y apuntaban en todas direcciones en forma de advertencia.
“Nos vamos. ¡Si tiran, tiramos!”, gritaron, mientras protegían con sus cuerpos a “Mai”, el prófugo. Inmediatamente después, los hermanos comenzaron a caminar en grupo. Los policías, que tenían orden de no disparar, los seguían.
La tensión no se sostuvo mucho más, porque “Mai” corrió y disparó: así alcanzó con un balazo al agente Leonardo “Tito” Roberts, que recibió el tiro en la cabeza y murió antes de llegar al hospital, y al cabo primero Luis Cañumir, que fue impactado por una bala en el abdomen pero sobrevivió.
En el enfrentamiento, Wilson Bustos recibió un disparo en la mandíbula y murió en el acto, mientras que su hermano Marcos recibió otro balazo en la espalda por el que quedó parapléjico. Daniel Bustos fue aprehendido en el lugar y “Mai”, que había escapado con Marcos hacia un pinar cercano, logró perder a los policías, y se fugó una vez más.
En los seis años siguientes, la Policía de Chubut siguió de cerca el rastro de Bustos quien, creían, se ocultaba en Chile con una identidad falsa. A mediados de 2015, efectivamente, desde un paraje rural ubicado a 70 kilómetros de la ciudad chilena de Palena -una de las más cercanas a Chubut- “Mai” llamó a su mamá para desearle un feliz cumpleaños y delató su ubicación.
Finalmente, en septiembre de 2015, un operativo conjunto entre la Policía de Chubut y la Policía de Investigaciones de Chile, “Mai” fue detenido en un aserradero donde trabajaba como empleado y con otro nombre. Tal vez confiado por su última fuga, Bustos volvió a recibir a los efectivos a los tiros.
En medio de la balacera, incluso, uno de los policías recibió un tiro en el pecho, que impactó en un crucifijo que llevaba colgado y no llegó a herirlo. Esta vez no pudo escapar. Los agentes chilenos le dispararon a Bustos en una pierna, lo detuvieron y lo trasladaron a Santiago de Chile. También le secuestraron un arma larga y un revólver calibre .22.
La jueza Mariel Suárez ya había pasado por un intento de destitución; Bustos está condenado por el crimen de un bebé de 9 meses y de un policía
“Pasamos 8 años en total buscándolo. Nos costó muchísimo. Pasaban las jefaturas y las comisiones y hasta que no se hizo un trabajo diferente como el que hicimos no lo pudimos detener”, cuenta ahora Néstor Gómez, quien fue hasta hace un mes subjefe de la Policía de Chubut y participó de la detención de Bustos en Chile, en diálogo con Infobae. “Fuimos preparados porque sabíamos de la peligrosidad de este sujeto y de la violencia con la que actúa”.
Tras cumplir una condena en Chile por la agresión a los policías, Bustos finalmente fue extraditado en el año 2019.
En los últimos dos años, la Justicia resolvió varias de sus cuentas pendientes con la Ley. Primero se confirmó la sentencia por el crimen de su hijo y luego, el 23 de diciembre pasado, Bustos fue condenado a perpetua por el crimen del policía por un tribunal integrado por la conjueza local Ximena Miranda Nastovich y las juezas María Laura Martini y, justamente, Mariel Suárez.
“Siento mucha culpa por todo lo que pasó”, dijo Bustos cuando declaró en el último juicio por el crimen del policía. “Yo no pensaba matar a nadie, solo quería huir, no tenía por qué matar a nadie pero, en el momento que cae mi hermano, perdí el control y disparé”.
Ahora, Suárez -que ya había atravesado un jury en 2013 y recuperó el cargo luego de ser destituida– dice creer su versión de los hechos y sostiene que, a su criterio, existieron irregularidades de la Policía provincial en el operativo en que murió Roberts. Por eso,asegura, quiere exponer esa versión en un libro titulado “Los cuatro de Corcovado”. Ese fue, según ella, el único y principal motivo por el que visitó al detenido en el penal. Ahora, sus superiores investigarán la relación entre ambos y lo ocurrido en las visitas para definir una eventual sanción.
Por Pilar Safatle para Infobae