No es la primera vez que le toca intervenir por el Estado en una empresa, pero sí la primera que encabeza la defensa de una medida del Gobierno en ese sentido. Locuaz y enérgico, Axel Kicillof captó todas las miradas cuando presentó en el Congreso el proyecto para expropiar el 51% de YPF.
Con un discurso de más de dos horas, el flamante subinterventor de la petrolera dedicó duras críticas a los socios españoles de Repsol y, a la hora de las preguntas de la oposición, no ocultó su enojo por lo que llamó «chicanas» de los senadores opositores.
«Repsol no es una empresa que haya apostado al crecimiento del país y menos al crecimiento que implique poner de pie a la industria nacional. Es necesario que los objetivos de YPF estén en línea con los objetivos de la Argentina y el modelo de desarrollo que tiene», dijo hoy en total sintonía con retórica de la Casa Rosada.
Cuando el jefe del bloque de la UCR, Luis Naidenoff, le atribuyó haber estado «desmemoriado» en su exposición, no dudó en replicar duramente y calificar al comentario de «improcedente».
Por otra parte el viceministro de Economía, acusó hoy al grupo español Repsol de «ocultar» el valor real de la petrolera YPF y justificó la expropiación del 51 por ciento de la compañía al señalar que «nadie puede decir que se les está sacando algo que era suyo».
Kicillof cuestionó, por otra parte, que se «agite el fantasma de la seguridad jurídica» por la decisión presidencial, y recordó que Repsol, «antes de apropiarse de YPF, era muy pequeña» y «ha exprimido hasta la última gota» los beneficios de la compañía.
Agregó que el gobierno nacional «no puede darse el lujo de esperar a que el grupo Repsol se siente a discutir qué va a hacer con el gas, con el petróleo y el precio de los combustibles».
Explicó que el Poder Ejecutivo no podía «dejar en manos» de un grupo económico que -dijo- «no confió en que Argentina iba a poder mostrar robustez económica», el manejo de «un recurso tan estratégico».
Derrotero político
Según el diario La Nación con 41 años, Kicillof tiene un lugar destacadísimo en el plantel de los jóvenes que -desde «La Cámpora»- ganaron terreno en la gestión de Cristina Kirchner. En diciembre asumió como viceministro de Economía, pero su protagonismo es mucho mayor al de su jefe, Hernán Lorenzino. Gracias a una fuerte reestructuración del organigrama del Palacio de Hacienda (dispuesta por decreto en enero pasado), pasó a coordinar el trabajo de los representantes del Estado en los directorios de empresas privadas.
Antes de su desembarco en Economía, Kicillof fue subgerente general de Aerolíneas Argentinas y desde ese lugar se constituyó en un férreo defensor de la performance del Estado tras la salida de Marsans. Pero su apariciones más sonoras se produjeron cuando la Presidenta lo nombró para representar al Estado en la compañía Siderar (del conglomerado Techint), en reemplazo del economista Aldo Ferrer. Por entonces, sostuvo que el grupo Techint oponía una «resistencia insólita» a la decisión del Estado de designar más directores en las empresas de las que es accionista.
«Esto no es ni más ni menos que poner un director con atribuciones legales. No se plantea vulnerar el derecho del directorio ni nada por el estilo», aclaró por entonces con la misma vehemencia que hoy defendió la presencia estatal en YPF
Licenciado y doctor en Economía de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet, Kicillof militó en la agrupación universitaria Tontos pero No Tanto (TNT) y fundó junto a colegas de la UBA el think tank Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda). Aunque ligado al oficialismo, el Cenda cuestionó en forma abierta las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y publicaba un promedio de inflación sobre la base de siete provincias.
Este año, el economista había pasado a un primer plano a raíz de una columna de LA NACION con el título de «Axel Kicillof, el marxista que desplazó a Boudou», criticado por la Presidenta. Ello originó una larga controversia mediática que culminó con la aparición del economista en el programa oficialista 6,7,8, una tribuna habitual donde suele defender las políticas del Gobierno.
En esa oportunidad, también realizó una enfática defensa de la agrupación creada por Máximo Kirchner.»Quieren convertir a La Cámpora en unos monstruos», sentenció y rechazó haber ganado su espacio sin méritos. «Desde el secundario que no paré de militar», afirmó, tras lo cual dijo que «en 2001 [en la crisis social de diciembre de 2001] estábamos del lado de los muertos».