Un largo aplauso y gritos como en el día de los funerales de «Santo subito» (Santo ya) estallaron en la plaza, llena de gente que enarbolaba banderas de numerosas nacionalidades, entre ellas polacas, españolas y brasileñas.
La emoción reinó entre los representantes de 86 delegaciones de países extranjeros y sobre todo en aquellos que lo conocieron de cerca, como el cardenal polaco Stanislao Dziwisz, secretario por más de 40 años de Juan Pablo II.
«Percibíamos el perfume de su santidad», reconoció durante su homilía el Papa alemán, quien elogió «la fuerza de un gigante» que tuvo para «invertir» la tendencia de «la sociedad, la cultura y los sistemas político y económicos» de abandonar el cristianismo.
Una inmensa fotografía de 1995 de un sonriente y saludable Karol Wojtyla, desplegada en el balcón central de la basílica, fue desvelada en el momento de la beatificación.
Durante la ceremonia, que se celebró bajo un sol templado, el Papa usó también el cáliz que Juan Pablo II empleó en los últimos años. El culto litúrgico del nuevo beato será celebrado el 22 de octubre de cada año, en el aniversario del comienzo del pontificado de Juan Pablo II en 1978.
La beatificación del Papa polaco, quien falleció el 2 de abril de 2005 a los 84 años tras una larga enfermedad, es el paso previo a la canonización y se llevó a cabo en un tiempo récord, «de razonable rapidez», reconoció Benedicto XVI, al ser inferior a los cinco años habitualmente necesarios para iniciar el proceso.
La policía de Roma calcula que más de un millón de personas llegaron a la capital, la mayoría de ellas para asistir a la beatificación, pero también al tradicional concierto que se celebra en la capital por el día internacional trabajo.