Especialista en enfermedades de transmisión sexual, trabaja en el Fernández con pacientes con VIH. En abril, sorprendió con sus consejos en una conferencia que se hizo viral. Y sigue manteniendo las mismas recomendaciones.
33 años. A esa edad mucha gente aún no sabe quién es. El sabe que no es quien los otros creen que es. No es un “Bello Durmiente” de la infectología que se despertó con el beso del covid-19. Su príncipe azul no fue el coronavirus. Fue un director de cine con el que estuvo en pareja mucho tiempo. Pero él, que cree en el amor pero no en el de Disney, estaba despierto desde hacía mucho antes, cuando estudiaba el SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual. Por eso, sin que se le mueva una cana, le abrió el tapado a la pandemia y la dejó desnuda, publica diario Clarín.
El 17 de abril, justo el viernes en el que se cumplían las primeras cuatro semanas de cuarentena y las personas solteras ni sabían los meses de abstinencia que se venían, José Barletta se cerró la camisa un botón antes del cuello, limpió sus anteojos redondos y se puso al frente de una ya mítica conferencia de prensa del Ministerio de Salud de la Nación.
Al lado de la viceministra, Carla Vizzotti, puso los juguetes sexuales, el sexting y la masturbación en la misma oración que la cepa que todavía hoy hace de los tapabocas un nuevo fetiche. Dijo que era importante lavarlos después, aunque no se hubieran compartido. Que también había que desinfectar teclados y teléfonos pese al goce de un solo player.
En estos 130 días, miles de parejas que no convivían quedaron separadas y su único contacto, si no rompieron la cuarentena, fue a través de pantallas. Otras se volcaron a las apps de citas. Algo que él también recomendó en la conferencia. Es que José Barletta es un soltero más. Estuvo en Tinder y va a volver matchear postcuarentena.
¿Cómo se hace para hablar de sexo antes de las 9 de la mañana, en cadena nacional y en medio de una pandemia? José tiene anticuerpos de extrovertido. Puede donar plasma contra la timidez. Así se acuerda de él Luz Ludueña, una compañera de residencia en el Hospital Fernández: “Jo siempre resaltó”.
Hasta en el primer año de Clínica Médica, donde los practicantes de cada especialidad siempre son más de los que deberían y él terminó siendo “el más rápido”, “el más resolutivo”, “el que más sabía”, “el más discutidor”. Aunque él confiese que siempre tuvo atención dispersa y en medio de una videoconferencia lo altere no poder ver los 50 mensajes que tiene en WhatsApp. Aunque admita que disfruta de ver pacientes pero que eligió Infectología y no Oncología por creer que se iba a evitar estar “de la cabeza” todos los días dando las malas noticias.
Dice eso, pero se acuerda de algo que Luz olvidó. El Día del Amigo de 2014 compartían una guardia en su primer año de residencia cuando vieron la tristeza de otros residentes que lo intentaron una y otra vez, pero no pudieron reanimar a alguien en el shockroom. La amistad entre estos médicos se afianzó ese día y sigue hasta hoy.
En abril no había papers que leer sobre sexualidad en pandemia. Tenía tres carillas de una sex guide del Departamento de Salud de Nueva York, acomodó en la computadora todo lo que había aprendido antes, eligió la camisa celeste y se fue a dormir. No durmió. Releyó. Y dijo todo. Eso se mantiene hasta hoy. Está muy claro que el virus se puede transmitir muy fácilmente a través de actos cotidianos como los besos. Hay poca información a la fecha de si es posible la transmisión por vía sexual, pero también es probable que se transmita a través del sexo anal y oral.
Después de la conferencia de prensa de Salud, mientras en las redacciones se empezaban a escribir los primeros párrafos de “las recomendaciones del Gobierno sobre la masturbación”, se lo anticiparon. “Preparate, que esto va a explotar”, le dijo la propia Vizzotti. Y el hashtag #sexovirtual fue trending topic. Los comentarios celebraban como un “avance cultural” hablar de sexo apto para todo público, otros eran memes de sus dichos y muchos criticaban al Ejecutivo porque “lo único que hay que tocar son los temas más urgentes”. Sea como fuere, José lo disfrutó. Porque es tuitero fuerte. Y se lo adjudica a que su primer trabajo, mientras abría cuerpos en clase, fue en las redes sociales de Cablevisión.
Recursó todas las materias del primer año de la carrera. Había tanto para leer que no supo por dónde empezar. Pero empezó y se recibió con diploma de Honor en la Facultad de Medicina de la UBA. Pero que Graciela Alfano le dedicara fotos hot en Twitter lo tomó como su logro profesional más categórico. Es que Héctor Pérez, un médico muy fanático de la actriz, que era su jefe cuando era residente, una eminencia en el estudio del SIDA junto a Pedro Cahn y su gran maestro de Infectología, le mandó un mensaje inesperado: “Todo lo que yo no pude lograr con Alfano lo lograste vos cuando recién terminás la residencia”.
No hace “nada” la terminó, en junio de 2018. Sigue trabajando en el hospital de Palermo, mitad en investigación clínica y mitad asistencia, el 90% de pacientes con VIH. Pero -hijo de docentes- siempre está estudiando. Y sonriendo. Sonríe hasta por audio. Hasta en la foto de su CV. Igual que en Tinder. Igual que la única foto que tiene de chico, una en el jardín al que iba en Isidro Casanova -donde se crió y vivió hasta los 20, cuando se mudó a Almagro- y está disfrazado de Granadero. Igual que en la única foto que tiene de adolescente, en Córdoba, donde viajaba con sus dos hermanas todas las vacaciones de invierno.
José hoy es profesor de Farmacología y Enfermedades Infecciosas de la UBA, miembro de la Comisión de Infecciones Asociadas al Cuidado de la Salud de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) e investigador del Consorcio de Malignidad del SIDA del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos.
¿Por qué un infectólogo es elegido para hablarle al país, antes de las 9 de la mañana, sobre sexo seguro en pandemia? El “concursó” para hacerlo. Presentó el tema desde la Dirección de Respuesta al VIH, ITS, Hepatitis y Tuberculosis. Es que quería hablarle a un público igual a él. Y a otro totalmente distinto a él. José les habló a todos.
Porque está convencido de que la sexualidad es un aspecto de la vida tan importante como el resto. Que así como se debía saber si se iba a poder viajar en transporte público, se debía saber qué hacer con el cuerpo. Porque en lo que va de su carrera este infectólogo siempre se enfocó en las diversidades sexuales. Y, para él, justo quienes se corren de la heteronorma muchas veces también son los más «corridos» de las políticas de salud pública. Y los más vulnerables a los virus que se transmiten sexualmente.
¿La nueva normalidad incluirá volver a acostarse con extraños pero con barbijo? Antes de saber eso, es probable que el “infectólogo del sexo” vuelva a estudiar eventuales papers (una gran duda está en la carga viral en el semen) a elegir una camisa, abrochársela un botón antes del cuello y hablarle al país de consoladores desinfectados.
Al día de hoy, con las cifras de contagios en alza y muertos que desde hace días superan los 100 cada 24 horas, como en las películas de Disney, donde ya se cayó la idea del príncipe salvador pero siempre igual algo muy malo pasa, José anticipa que por ahora no recomendará a solteros o solteras volver a tener sexo en persona.