Jorge Brito: el banquero que nunca le escapó al juego de la política

Jorge Horacio Brito mostró siempre un talento notable para vincularse con el poder político. Y esa habilidad para acercarse a referentes de casi todos los partidos explica mucho de su crecimiento y de su influencia…

sábado 21/11/2020 - 0:07
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Jorge Horacio Brito mostró siempre un talento notable para vincularse con el poder político. Y esa habilidad para acercarse a referentes de casi todos los partidos explica mucho de su crecimiento y de su influencia imparable durante las últimas décadas.

Los memoriosos recuerdan sus primeros tiempos en una pequeña oficina de la City, en plena dictadura, hasta que, ya en el retorno de la democracia, jugó fuerte con los radicales y, en particular, con la «Coordinadora». Fueron tiempos, aquellos, en los que tejió vínculos estrechos con Enrique «Coti» Nosiglia. Tiempos en los que el Banco Central autorizó a operar como banco comercial a la por entonces pequeña «Macro Compañía Financiera», publica La Nación.

Con el ocaso radical, Brito volvió a jugar fuerte y se alió con el clan Yoma. En esos tiempos, el Macro recibió redescuentos y la entidad otorgó una línea de crédito para comercio exterior a la curtiembre de la familia política de Carlos Menem. Cuando la empresa colapsó, el único acreedor que recobró toda su deuda fue el Macro.

Brito apostó a fondo por Menem en los ’90, así como también lo hizo en el intento del riojano de volver a la Casa Rosada en 2003. La «Fundación Argentina Solidaria» sirvió de canal para el manejo financiero de aquella campaña, en una operatoria que llegó a ser investigada por la Justicia.

Acaso ese vínculo tan estrecho entre Brito y Menem explique la tirria que le tenía Néstor Kirchner en sus primeros tiempos como Presidente, resistencia que Brito doblegó a tal punto que con el paso de los años terminó caracterizado como «el banquero de los Kirchner» en los cables de la diplomacia estadounidense que expuso WikiLeaks.

El vínculo que Brito tejió con Kirchner acaso encuentre una explicación, de soslayo apenas, a través de Rudy Ulloa. Su diario, «El Periódico Austral» -donde los editoriales los escribía Claudio Uberti- comenzó a recibir publicidades cuantiosas del Banco Macro y de otros empresarios que pugnaban por acercarse a «los pingüinos».

El Macro movió además dinero de Lázaro Báez a través de su sucursal en las Bahamas. En ese vínculo con Báez también medió el financista Ernesto Clarens, quien luego sería tomado como «arrepentido» en la causa de los «cuadernos».

Brito diversificó sus operaciones durante el kirchnerismo. Así fue como tejió vínculos con poderes provinciales -en particular con su amada Salta- y con una figura ascendente de aquellos tiempos: Amado Boudou. Alejandro Vandenbroele, ya como arrepentido, lo señaló como el financista oculto detrás del intento del exvicepresidente por quedarse con la imprenta Ciccone Calcográfica. La Justicia no dio nada de eso por probado.

En las elecciones legislativas de 2013, sin embargo, avaló a Sergio Massa. Lo ayudó en todo para derrotar a Cristina Fernández de Kirchner, que descargó su furia por televisión. «Es una buena etapa para discutir, pero en serio, un modelo de país, pero quiero discutir con los titulares, no con los suplentes», lo ninguneó a Massa. ¿Quiénes serían los titulares? Durante ese discurso, ella solo identificó a uno por su nombre: Brito.

Acaso ese contexto político explicara el contrapunto entre Boudou y el entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. «Decile a tu jefe que lo voy a meter preso», lo conminó a Boudou y se encargó de que trascendiera.

Con Mauricio Macri fue distinto. Cuando llegó a la Casa Rosada, ellos se conocían y llevaban muy mal desde hacía años. Fue algo que ambos dejaron claro. Cuestiones personales que no le impidieron a Brito seguir ampliando sus negocios durante el gobierno de Cambiemos.

Brito atravesó tiempos complicados cuando Alejandro Vandenbroele se acogió al régimen del arrepentido y afirmó que Brito le pagaba su abogado y le daba una mensualidad a cambio de que cerrara la boca en el «caso Ciccone». A tal punto que debió dar un paso al costado como presidente del Macro, donde lo reemplazó su cuñado y socio principal, Ezequiel Carballo.

Todo eso, de todos modos, quedó superado al poco tiempo. Brito también supo construir buenas relaciones en los tribunales, donde conoció y frecuentó a jueces y fiscales.

Con la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada, Brito fue anfitrión de los encuentros que junto a Massa le organizaban a Máximo Kirchner con el establishment económico. El «banquero del poder», lo llamaban. Él prefería definirse como un «banquero peronista».

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