Ocho años de crisis de ingresos es un periodo muy prolongado para definir el humor sociopolítico de gran parte de la población. Este es el lapso que va desde diciembre de 2015 hasta la actualidad, con tensiones cambiarias y tasas de inflación cada vez más elevadas. Javier Milei, líder de la ultraderecha y candidato a Presidente más votado en las PASO, fue parido por esta crisis, publicó Página 12.
Es necesario remontarse al ciclo 1982-1991, desde el estallido de la tablita de Martínez de Hoz, con dos hiperinflaciones al final de esos años, hasta desembocar en la convertibilidad, para encontrar un período tan extenso de inestabilidad en el bienestar general.
En ese momento, la crisis derivó en otra experiencia neoliberal, luego del fracaso de la desplegada durante la dictadura militar, con un líder político que en campaña prometió una cosa y luego hizo lo opuesto. Carlos Menem se abrazó al grupo Bunge & Born, Álvaro Alsogaray e Isaac Rojas, provocando un terremoto entre el compromiso electoral de impulsar la revolución productiva y el salariazo y la ejecución inmediata de un plan de ajuste regresivo.
El fracaso inicial, la segunda hiperinflación y el Plan Bónex (confiscación de plazos fijos superiores a 1 millón de australes, equivalentes a 500 dólares, trocados compulsivamente por títulos públicos dolarizados) allanaron el camino para el programa de tipo de cambio fijo 1 a 1. Domingo Felipe Cavallo y su convertibilidad fueron paridos por esta crisis.
La historia no se repite pero puede ser parecida o peor
El paralelismo entre ambos procesos no debe ser tomado en forma lineal porque existen algunas diferencias entre uno y otro, aunque sirve de referencia para analizar dinámicas políticas derivadas de situaciones económicas críticas. Esto no implica necesariamente que el saldo sea igual, puede ser peor.
El persistente malestar social es una de las razones, en el marco de un fenómeno multicausal, del surgimiento de un economista mediático, impulsado por el grupo Eurnekian, como figura central de la política nacional con ideas y propuestas de la derecha radicalizada.
La crisis de ingresos (que también es de inflación) ha permitido que ideólogos locales de la Escuela Austríaca, corriente de pensamiento económico muy marginal en el mundo académico y en el espacio de divulgación, adquieran hoy un papel relevante en la tarea de presentar a la sociedad un plan de redefinición de las reglas de funcionamiento de la economía. Eran y son una secta, que por una confluencia de factores ha pasado a ocupar una centralidad que ni ellos mismos pudieron llegar a imaginar alguna vez.
Las élites siempre se han identificado con corrientes conservadoras y excluyentes, incluso con vertientes violentas, pero ahora la ampliación de ese universo hacia otros sectores socioeconómicos tiene su origen, fundamentalmente, en la profundización de la desigualdad y la insatisfacción por la ausencia de expectativas de un futuro aliviado.
La crisis de ingresos ha castigado con más intensidad en términos económicos, sanitarios, educativos y de seguridad personal a una porción amplia de la población.
El error de no identificar qué tipo de crisis se está desarrollando
La tendencia dominante orienta a pensar que las crisis son todas iguales y, por lo tanto, se proyecta un desenlace similar a los vividos en el pasado. Este sesgo es comprensible porque la mayoría realiza una evaluación a partir de lo conocido dado que, en ciclos de turbulencias, aparecen factores parecidos que llevan a estimar un final semejante. No es así.
La ortodoxia en diferentes vertientes está concentrada en la cuestión fiscal como el nudo principal a romper para salir de las crisis recurrentes. La debilidad de este abordaje es que equivoca la secuencia, al poner el foco por el lado del gasto público (bajarlo para equilibrar las cuentas), cuando el problema fiscal nace de la fragilidad de una economía bimonetaria que pone bajo tensión las cuentas públicas.
La restricción externa, a medida que se prolonga, agudiza el carácter bimonetario de la economía y el desequilibrio del mercado de cambio tiene impacto en la tasa de inflación (no por el déficit fiscal). Se debilita entonces la demanda de la moneda nacional e impide desarrollar el mercado de deuda en pesos de mediano plazo para financiar el Tesoro Nacional, como hacen otros países.
Un sector de la heterodoxia, por otro lado, se focaliza exclusivamente en la escasez de dólares, privilegiando entonces el crecimiento orientado a la generación de divisas para aliviar la restricción externa. La mejora de los ingresos queda subordinada a esta expansión. Señalan, con razón, que el aumento del consumo vía incremento de ingresos y el consiguiente crecimiento de la economía, con la actual matriz productiva, deriva en un alza más que proporcional de las importaciones, lo que concluye en crisis del sector externo.
El fiasco del ajuste fiscal y la debilidad de una estrategia de crecimiento con el objetivo de conseguir más dólares pero sin distribución explican la crisis de ingresos en los últimos ocho años.
El saldo de esta crisis es la irrupción de un líder de ultraderecha que logra convocar a una parte del electorado no por sus ideas económicas, sino fundamentalmente porque cuestiona el «sistema político» identificado como el «poder», que en los dos últimos gobiernos no han podido resolver el problema de los ingresos (de la inflación) de la mayoría de la población.
La plata no alcanza
¿Qué tipo de crisis económica es la que hoy está presente? No se manifiesta en el frente productivo ni laboral porque hay requerimiento de trabajadores, con una tasa de desocupación en el 6,9 por ciento en el primer trimestre de este año. Además, en general, el nivel de actividad económica se sostiene, salvo en los sectores afectados por la sequía.
El problema laboral no es por cantidad sino por la calidad del empleo, con una elevada creación de informales y, por lo tanto, precarios y sin protección social y previsional. En tanto, en el sector productivo existen situaciones críticas por dificultad en el acceso a insumos importados.
La crisis se expresa entonces por el lado de los ingresos, con salarios reales deprimidos, con una pérdida promedio del 15 al 20 por ciento en un ciclo que se extiende por ocho años. Es un período muy prolongado de deterioro en la posibilidad de acceso a bienes materiales para un amplio universo poblacional, con un horizonte inmediato en el cual no se vislumbra una recomposición vigorosa de los ingresos.
No es un fenómeno sólo de Argentina
La crisis global de la pandemia del coronavirus no tuvo como salida la irrupción de un mundo mejor, como el pensamiento mágico imaginó en los primeros meses de la irrupción de un virus desconocido que provocaba miles de muertes a diario. Por el contrario, hubo aceleración de la tendencia previa de concentración de ingresos y ampliación de las desigualdades.
Esto tuvo su reflejo en el espacio político con el crecimiento de la derecha y la ultraderecha, expresión del descontento y deterioro de la calidad de vida de grupos sociales frágiles. A lo que se le sumó la utilización con mucha eficacia de las redes sociales por parte de grupos marginales que, de este modo, pasaron a ser dominantes.
En las redes sociales se habla, se discute, se pelea y se indigna a partir de lo que propone la legión de libertarios, organizados o en forma silvestre. El caso más reciente para identificar esta estrategia es la polémica alrededor del Conicet y el mundo científico. La provocación es el disparador para ocupar la centralidad del debate político. Un día será el Conicet, otro el Incaa, después apuntarán a los periodistas, antes fue la venta de órganos, y así seguirán generando indignación, bronca y miedo como estrategia política.
Es lo mismo que hicieron Donald Trump y Jair Bolsonaro. Saber qué pasó en otras experiencias de la derecha radicalizada puede servir para encontrar formas de intervención política más eficaces que el anacronismo de estar preocupado por las tapas de los diarios o por conseguir acuerdos de cúpulas o el insólito convencimiento de que la mejor reacción es ignorar el mundo de las redes sociales.
Si este proceso sucedió en varios países, por qué no iba a pasar en Argentina que además arrastra, como se mencionó, una prolongada crisis de ingresos. El terreno estaba abonado para la aparición de una figura política de ultraderecha como Javier Milei.
Sin constituirse formalmente, en los hechos existe una Internacional de Ultraderecha, puesto que se repiten en varios países comportamientos políticos, económicos y en redes sociales. La periodista Oriane Fléchaire realizó una ilustrativa investigación, en el programa Maldita Suerte, en El Destape, sobre la dimensión de la ultraderecha. Datos que colaboran para ampliar la comprensión de un fenómeno que no es sólo argentino:
* Brasil: Jair Bolsonaro dejó la presidencia con más de 58,2 millones de votos frente a los 60,3 millones de Lula.
* Estados Unidos: Donald Trump dejó la presidencia con 74 millones de votos frente a los 81 millones de Joe Biden. Trump lidera ahora las primarias republicanas. Un sondeo del New York Times plantea un posible empate con Biden en 43 por ciento “si las elecciones presidenciales de 2024 se celebraran hoy”.
* Chile: Gabriel Boric se impuso con 4,6 millones de votos frente a los 3,6 millones de votos del ultraderechista y pinochetista José Antonio Kast. En las elecciones del Consejo Constitucional (encargado de redactar una nueva Carta Magna), el Partido Republicano de Kast se impuso como primera fuerza política.
* Colombia: Gustavo Petro ganó en segunda vuelta con 11,2 millones de votos frente a los 10,5 millones de Rodolfo Hernández de la Liga Gobernantes Anticorrupción (la opción de la derecha antisistema).
* Otro fenómeno para observar en la región es la bukelización de la política con varios dirigentes referenciados en el presidente de El Salvador y su política de mano dura con marcados rasgos autoritarios.
* España: En las últimas elecciones generales en las que los conservadores del Partido Popular fueron los más votados, la ultraderecha de Vox retrocedió 19 escaños. De todos modos antes hubo crecimiento del partido de ultraderecha en las elecciones locales y autonómicas.
* La ultraderecha avanza en otros países de Europa: en Finlandia (donde logró ingresar en el gobierno), en Grecia (que tiene ahora el Parlamento más derechista desde la restauración de la democracia), en Suecia y en Francia con Marine Le Pen. Otros casos son el gobierno ultraconservador en Polonia, el de Hungría de Viktor Orbán y el de Italia de Giorgia Meloni.
En las democracias occidentales, las derechas y sus derivadas ultra (libertarios) avanzan montadas en una desigualdad creciente de un sistema que no da respuestas a las necesidades básicas de las mayorías desplazadas, en especial a los jóvenes.
Para competir con la ultraderecha no son suficientes el miedo o la indignación
Un panorama con cada vez mayor desigualdad e insuficiencia de ingresos va construyendo sentido respecto a la falta de respuesta que brinda el actual sistema económico y político a la mayoría de la población. Esto deriva en que una parte de ella rechace las propuestas de fuerzas políticas tradicionales que ofrecen crecimiento económico y, a partir de esta expansión, una mejor perspectiva de desarrollo personal y familiar.
Esta promesa para dar respuesta a la gravísima crisis de desigualdad es insuficiente. Para revertir la situación es necesario pelear contra el poder económico por sus privilegios, imprescindible señal de que algo se quiere cambiar.
Es lo que hace Milei, sólo que ha elegido a «la clase política» como culpable de la crisis, protegiendo al poder económico. Esta es la principal razón de por qué esta corriente política y social de ultraderecha no dará respuesta a la desigualdad puesto que no tiene ningún interés en hacerlo, sino que la profundizará. Pero en el desafío a un poder identificado como causante de todos los males ha podido ocupar el espacio de canalización del descontento social de un sector de la población vulnerable.
De este modo, sin recibir respuesta del sistema a las expectativas de mejoras en las condiciones de vida, una porción importante de estos grupos sociales termina legitimando políticos y políticas que van en contra de sus propios intereses al abrazar a la ultraderecha económica.
Milei fue parido entonces por la crisis de ingresos, por la pandemia que exacerbó el individualismo del «hoy y ahora» con aceleración de la tendencia de concentración económica, y por la efectiva utilización de la comunicación masiva vía redes sociales, del mismo modo que sucedió en las campañas electorales de Donald Trump y Jair Bolsonaro.