Las estadísticas de 2018 reflejaron un año crítico para la industria manufacturera, con énfasis en el sector textil. Los resultados fueron: caída de actividad y empleo, así como aumento de capacidad ociosa y fábricas que cierran. La particularidad del textil es que, al ser mano de obra intensivo, y estar conformado de numerosas pyme con baja concentración económica, entender su evolución implica comprender el estado de una parte importante del entramado social y productivo nacional.
Agustina Gallardo, economista especialista en la industria, asegura: «Es un sector muy sensible al crecimiento, porque es un consumo no básico. Entonces, apenas se recompone un poco el ingreso, el textil acompaña y viceversa». Empresarios textiles reflexionan acerca de cuáles fueron las políticas que más golpearon a la industria, y cómo afectaron las recientes medidas anunciadas por el Gobierno para suavizar la caída de un sector que resulta un buen indicador acerca del panorama económico general.
Medidas económicas que enfermaron al sector:
Caída del mercado interno: El sector textil argentino es mercado internista. Es decir, crece a la par del aumento del consumo. El país cuenta con una estructura de costos mayores a la de los principales países competidores, y no estrictamente por la cuestión salarial. El verdadero problema de la industria textil nacional es la escala: el mercado es chico con relación a Brasil o China. Al verse deprimida la demanda, este factor se agudiza.
Luciano Galfione es dueño de una hilandería de sintéticos, que funciona hace más de 70 años. Para mantener la fábrica en funcionamiento, acepta pedidos por debajo de su capacidad productiva, lo que encarece el proceso. «Para tintorería, una partida mínima son 300 kilos de hilado. Si los clientes me piden de a 30, los tiño al costo de 300. Yo no soy competitivo, mi cliente tampoco. Se alimenta un círculo vicioso sin salida», explica.
Los empresarios y analistas del sector coinciden en que el principal problema, hoy, es que no hay mercado, ni para el producto nacional ni para el importado. Galfione agrega: «El mercado interno está destrozado y no hay política productiva nacional que incentive la producción en el país. Hoy, ni siquiera las importaciones son un problema».
Apertura indiscriminada de importaciones: Si bien, hoy en día, las compras del exterior no son el principal problema, agudizan la reducción del mercado. Desde comienzos del año 2016, se observó una caída de la actividad, como consecuencia de la sustitución de producto nacional por importado que generó la apertura comercial.
«En 2018, la participación de producto nacional empeoró por la depresión del consumo en general, sobre la base de una distribución nacional-importado que venía afectando fuertemente al sector», analiza Gallardo. El «apagón estadístico» (dejaron de publicarse estadísticas de comercio exterior), que ocurre desde 2017, impide que las empresas puedan acceder a información precisa para planear el negocio y orientar la producción, quedando aún más en desventaja frente a los productos textiles que ingresan al país.
Devaluación: Las grandes empresas tienen sus costos de energía dolarizados, dado que son importantes consumidores de este insumo. La inestabilidad cambiaria hace que no puedan prever ni planificar una estructura de costos al corto plazo. «A los textiles no les preocupa tanto el nivel del tipo de cambio, sino su estabilidad», aclara Gallardo. La volatilidad cambiaria genera distorsiones en los contratos. En este sentido, Alejandro Perna, dueño de una empresa confeccionadora de trajes, expone: «Habíamos vendido la colección de invierno con tipo de cambio a $ 20. Me quedé con cheques por cobrar y con precios puestos que no son acordes a nuestra estructura de costos».
Por otra parte, los agujeros en la matriz insumo producto, sobre todo en colorantes y productos de fibras sintéticas, hacen que gran parte de las materias primas se importen. El algodón, insumo básico de la industria, se produce en el país, pero su precio está dolarizado por tratarse de un commodity.
Hernán Ebekian, dueño de Gepetto, una marca de ropa para niños, relata que, «de marzo a noviembre, el precio de la tela aumentó entre el 70 y el 100%, tanto importada como nacional, que cuenta con insumos importados para su confección».
A su vez, la capacidad exportadora del sector se ve opacada con la volatilidad cambiaria: al entrar y salir del mercado por competitividad, no logran insertarse de un modo estable. La baja de reintegro a las exportaciones, acompañada del aumento de retenciones, profundizó este fenómeno. Horacio Battaglioto, presidente de la Cámara de Fabricantes de Medias de Argentina, expone un ejemplo: «Viajé con un dólar a $ 42 e hice negocios. Cuando volví, el dólar estaba a $ 36 y me bajaron el reintegro. Es decir, el negocio que cerré, cambió de margen. Traté de acomodar mis costos y, de repente, pusieron retenciones».
Los principales referentes del sector coinciden en que las consecuencias negativas de la devaluación son mayores que los beneficios que les podría llegar a otorgar el contar con un tipo de cambio más competitivo –según publica El Cronista-.
El remedio: Las medidas que propuso el Gobierno
Dada la situación crítica por la que está pasando el sector, el Gobierno anunció el adelanto del mínimo no imponible de contribuciones patronales y el descuento de cheques a una tasa final de 38% en bancos públicos y 45% en privados.
Adelanto de la aplicación total del mínimo no imponible: La reforma laboral del año 2017 incluyó una modificación al decreto que trataba la forma de calcular las contribuciones patronales (es decir, el monto que paga un empleador por sobre el salario de su empleado). La modificación eliminó algunos beneficios regionales y, en su reemplazo, agregó un mínimo no imponible en las contribuciones, que iba a aumentar anualmente de forma paulatina hasta llegar a $ 12.000 en 2022.
Dada la situación económica financiera crítica que atraviesan los textiles, el Gobierno adelantó este aumento previsto al 1 de noviembre de 2018.
Marco Meloni, vicepresidente de Protejer y dueño de una fábrica de tintorería y terminación, opina: «Es una medida paliativa, de las mejores que se han tomado hasta ahora, pero lo que representa realmente en una pyme es muy marginal». Por su parte, Alejandro Perna ilustra con un ejemplo: «Nos genera un ahorro de $ 2.100 por empleado afectado a la industria. Esto hace que baje sensiblemente el costo laboral y, por consiguiente, el final del producto». La medida no apunta a generar empleo. «Nadie va a contratar más gente porque bajaron las contribuciones patronales: lo que verdaderamente se necesita es más consumo. Es una medida de sostener un tiempo el empleo, junto con los REPRO», complementa Gallardo.
Tasas subsidiadas: En la cadena textil, se utiliza con frecuencia el mecanismo de traslado de cheques. Esto es: el confeccionista paga con un cheque que el tintorero no cobra, sino que se lo endosa al hilandero como parte de pago. Para liquidar ese cheque antes de su vencimiento, los bancos cobran tasas de hasta más del 100% anual. Dado el problema de financiamiento que genera en la industria, el Gobierno decidió regularlas e imponer tasas máximas para el descuento por adelantado.
Ahora bien, los industriales identifican problemas graves para su aplicación. El acceso es difícil, ya que los bancos dicen que no hay cupos suficientes, o piden herramientas a cambio que son administrativamente difíciles para las empresas del sector. La medida no alcanza y la coyuntura empieza a desbordarla. Puede representar una solución para algún caso en particular, pero la herramienta es tan utilizada que no termina siendo una solución real.
Perspectivas
Los empresarios coinciden en que 2018 fue el peor año desde en mucho tiempo. «Adelantamos y cerramos por vacaciones durante tres semanas por primera vez en mis 35 años de textil», ilustra el vicepresidente de Protejer.
Las perspectivas para este 2019 que comienza siguen siendo inciertas y, en el caso de que pueda llegar a haber un repunte, este recién aparecería en marzo, al planificar la nueva temporada y se puedan notar los efectos de la baja de las importaciones. «Hay expectativas positivas por una cuestión de supervivencia. Ahora, noto que mis clientes están tratando de sobrevivir al verano», cuenta Ebekian.
Los síntomas
Actividad: La producción textil acumula 10 meses consecutivos de contracción en un 11,8%, partiendo incluso de una baja base de comparación en octubre de 2016, cuando ya había caído 26,7%. En octubre, registró una contracción de 23,4% interanual.
Capacidad ociosa: El sector textil es uno de los industriales más afectados con relación a la Utilización de Capacidad Instalada (UCI) que publica el Indec. En octubre, usaba apenas 47,4% de su capacidad. En los primeros 10 meses de 2018, la UCI promedio se ubicó casi 18 puntos por debajo del mismo periodo de 2016, y 9 de 2017.
Empleo: De los 22.958 empleados formales que perdieron su trabajo entre el segundo cuatrimestre del 2017 y el mismo periodo de 2018 en el sector manufacturero, el 25% fueron empleados textiles. La industria concluyó el segundo trimestre con 102.751 empleados registrados directos, 5.818 menos de los que un año atrás.