El origen del caos que se desató en el Bosque entre hinchas y la policía bonaerense; escenas de caos y desesperación entre integrantes de familias que iban a vivir una fiesta.
El fútbol argentino vivió una noche de asfixia. Otra más. El partido entre Gimnasia y Boca, en el Bosque platense, debió suspenderse a los nueve minutos del primer tiempo por los incidentes que comenzaron fuera del estadio y terminaron en el campo de juego. Padres abrazando a sus hijos. Ojos enrojecidos. Tos. Desesperación. No aprende. Ni con la AFA ni con la Liga Profesional ni con el nombre con que se pretenda llamarlo.
¿Qué pasó? Hubo gente que, en un día laboral, y sobre el filo de un fin de semana largo, llegó sobre la hora y con la entrada en la mano. El estadio de Gimnasia ya estaba lleno. ¿Hubo sobreventa? Seguramente. ¿También colados? Probablemente. ¿Errores compartidos? Tal cual.
Las cosas no andaban bien desde temprano. Había tensión desde temprano. Algo podía intuirse. Empujones, apretujones. El partido igual comenzó. Hasta que los desmanes externos se volvieron insoportables dentro de la cancha. El humo de los gases afectó a todos. Hinchas, jugadores, cuerpos técnicos, dirigentes. Grandes y, lamentablemente, chicos. Las imágenes fueron estremecedoras.
Las puertas cerradas en el comienzo de los problemas
Se podía oler en el ambiente. De hecho, durante la semana, causó inquietud una decisión del Lobo: vender entradas generales en el partido menos indicado del campeonato, en el que, acaso, el título podría estar en juego con la visita de Boca, el líder. Por eso, al principio, aunque lejanos, no sorprendieron algunos insultos para el presidente del club tripero, Gabriel Pellegrino.
Los jugadores se fueron directamente a los vestuarios. Algunos trataron de averiguar cómo se encontraban sus familias, en los palcos y plateas. La confusión se extendió por cada rincón del estadio. Mucho más con las detonaciones que retumbaban en el vacío y el ulular de las sirenas.
Los estruendos de las balas de goma en las calles cercanas, en el bosque, estremecieron. Según testigos, la policía lanzó gases lacrimógenos para todos lados. Muchos. Demasiados. A pie y a caballo. La gente no supo dónde refugiarse. En medio del aturdimiento, los que pudieron salir, se arremolinaron en la zona de los vestuarios. Otros se agolparon contra las puertas. Pudo ser sido una tragedia.
El comienzo de los incidentes
Dentro del estadio, con las puertas cerradas, la atmósfera llegó a una tensión límite. Nadie supo bien qué hacer. Fueron momentos en los que, vía teléfono celular, todos intentaban comunicarse con todos. El mensaje fue el peor de todos: sin señal. Nada peor que la incertidumbre. ¿Cómo mantener la calma en medio de una erupción de violencia? Imposible.
Al parecer, todo comenzó cuando la policía arreció contra los hinchas sin fijarse bien quién estaba por delante, incluso, menores. Hasta que la situación fue descomprimiéndose, por fin, cuando se dio la orden de liberar las puertas.
Lo que pasó fuera del estadio
Como para darle más escapatoria al asunto, el club decidió también liberar los accesos al campo de juego. La postal del campo repleto de hinchas fue conmovedora y, a la vez, tranquilizante. Ahí se podía respirar aire fresco.
Testigos confirmaron que vieron gente “desmayándose”, en medio de un panorama desolador, similar al de una “guerra”, mientras llegaban las ambulancias.
Todo fue paradójico. En el mismo momento en que la gente no podía ingresar en el estadio, Pellegrino decía en una radio local, Cielosports: “Hoy [por anoche] es un partido para ganar. Si ganamos hoy y con Banfield salimos campeones. Y si no se puede ganar hoy, el empate seguro que estaría bien. El equipo logró construir algo lindo, que es estar en los primeros lugares”. El caos estaba desatándose. Todo dicho. Nadie se da cuenta bien de las dimensiones de los disturbios.
En el mismo momento que las imágenes transmitían los desmanes, el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, aseguraba en LN+: “Hubo problemas al ingresar. Muchos hinchas que querían ingresar sin entrada”.
En tanto, el intendente de La Plata, Julio Garro, sostuvo que los incidentes comenzaron afuera del estadio y aseguró que hubo allí gases lacrimógenos y algunos en el estadio. El jefe comunal señaló que las ambulancias del SAME y de Defensa Civil trasladaron a más de 100 personas que resultaron afectadas por los incidentes.
Garro agregó que hubo “falta de previsión y planificación” para un encuentro de estas características. “No es un partido más, es un partido que requiere atención”, sostuvo.
El mensaje de la AFA no se demoró en las redes sociales: “La @afa repudia enérgicamente los hechos de público conocimiento acontecidos hoy en las inmediaciones del estadio de @gimnasiaoficial y expresa su compromiso de continuar trabajando para erradicar esta clase de episodios que empañan la fiesta del fútbol”.
“No entendíamos qué pasaba. Veíamos a la gente correr y nos desesperamos. Le dimos a la gente el agua que teníamos. Fue una locura. Lo único que nos importaba eran nuestras familias. Todo vino de afuera”, dijo el jugador de Gimnasia Guillermo Enrique.
Poco importará lo que se disputó en aquellos nueve minutos en los que la pelota fue de acá para allá sin un dominador nato. Lo preocupante estuvo afuera, en ese ambiente que invadió al deporte. Y pensar que los visitantes todavía no volvieron al fútbol argentino, en una frenética pelea por saber si en algún momento lo harán. Así, con un partido que seguramente se reprogramará a puertas cerradas, todo parece imposible.