En medio de la profunda recesión por la que atraviesa la Argentina, una análisis sobre la brutal y creciente presión impositiva como la explicación primera a la decadencia general del país viene a ser avalada desde la propia AFIP con su última amenaza de inclusión en el plan anual de fiscalización a firmas que no ajusten balances indebidamente.
«Una de las grandes causas de nuestra actual situación (…) es la presión impositiva brutal que priva a la gente de tener capacidad de ahorro y a los empresarios de generar inversiones. Ambas cosas darían por resultado empleos con mejores salarios, crecimiento, enriquecimiento y con ello, una mejor calidad de vida para todos los argentinos. La presión impositiva se ha convertido en el sistema de esclavitud más perfecto: nos esclavizan y a veces, no nos damos cuenta», dice el analista y docente universitario, Manuel Adorni, antes de hacer un repaso impositivo de los últimos 40 años, en su nota de ‘Ambito Financiero’.
En resumen:
– a principios de los años 80, la presión impositiva era del 16% del PBI y la pobreza rondaba el 5%.
– a comienzos de los años 90, la presión impositiva ya no era del 16%, sino que ya alcanzaba el 20% del PBI, el Estado había crecido un 25% y las ayudas sociales representaban una cantidad cercana a las 500.000. Lejos de lo pretendido, la inflación se disparaba y la pobreza mostraba franco aumento. Se comenzaban a gestar nuevos impuestos: el Impuesto a los Bienes Personales.
– comenzando la década del año 2000, la presión tributaria se fue incrementando a hasta el 24% del PBI allá por el año 2005. El Estado crecía un 20% en relación a la década anterior y ya llevaba un crecimiento acumulado de un 50% desde los comienzos de la democracia. «El impuesto a los movimientos bancarios y las retenciones a las exportaciones (ambos impuestos nefastos y grandes destructores de riqueza) eran las novedades de la década. La pobreza se mantuvo en un promedio al 29% y los planes sociales ya superaban los 3 millones».
– la década siguiente llegó y la presión tributaria ya oscilaba el 30% del PBI. El Estado había crecido un 30% más y ya había duplicado de tamaño desde los 80. Los planes sociales ya alcanzaban los 10 millones, la pobreza no bajó del 30% y la presión tributaria volvía a dar muestras de estancamiento económico el cual había llegado para quedarse: esta meseta daría el presente por la próxima década.
– Hoy, la presión tributaria roza el 33%. Por cada 100 pesos que ingresan a una pyme, 46 se van en impuestos y con los otros 54 aún se deben hacer frente a los servicios, insumos, salarios y demás cuestiones necesarias para operar. Por cada 100 pesos que gana una empresa, ha pagado 106 de impuestos. Por cada 12 meses del año que un asalariado trabaja, 7 los cede (involuntariamente) para el pago de impuestos.
Con esa historia y este presente la crítica se genera sola: «el Estado nos ha empobrecido, nos ha quitado las posibilidades de ser un país mejor. Y no solo son cuestiones numéricas: cuando mayor es la presión tributaria, menores son nuestras libertades».
Para aquellos que lo duden, la AFIP lo confirma día a día. No sólo porque los impuestos no bajaron, contrario a las promesas del presidente Mauricio Macri, sino que además, el organismo de recaudación se enfrenta día a día a aquellos que hacen sus aportes, a los propios contribuyentes –según publica Urgente 24-.
Sin ir más lejos, esta mañana se supo que comenzará a advertir masivamente a los grandes contribuyentes desde hoy que serán exhaustivamente fiscalizados por el organismo si intentan presentar los balances impositivos del ejercicio 2018 ajustados por inflación, para provocar una discusión en la Justicia.
Lo difundió el diario ‘El Cronista’, que pudo saber que en la carta, la AFIP advierte que la utilización del ajuste por inflación impostivo sin respetar los parámetros legales los coloca dentro de las fiscalizaciones prioritarias del Plan Anual de Fiscalización de la AFIP, diseñado para este año.