Es muy común verlo en el centro de la ciudad y siempre acompañado. Con su sombrero estilo explorador y su lanzapelotas “El viejo de los perros”, como se dice a él mismo, nunca falta a la cita de cada tarde para jugar con sus fieles amigos.
Luna, Bobby, Lupi, y Chirico van junto a Horacio cada tarde al Museo Ferroportuario. Como si fueran uno, cruzan la calle en manada y se dirigen al banco de todos los días. Horacio saca el lanzapelotas y sus fieles compañeros, entre corridas y ladridos, siguen el andar de la bola hasta agarrarla y traerla nuevamente.
Horacio vive en un departamento junto a su hijo y a sus perros. “Representan mucho para mi. Estoy mucho más con ellos que con mi hijo. Son la mejor compañía, lejos. Mejor compañía que ésta no hay…. Y ésta no se me despega ni a palos. Cuando ve un perro nuevo lo encara, no quiere que se me acerque, no es cierto? bestia”, dijo Horacio mientras acariciaba a Chirico.
“Representan mucho para mi. Son la mejor compañía, lejos».
Si bien, siempre fue amante de los canes, no siempre los tuvo como mascotas. “A mi mamá no le gustaban los animales, y vivimos siempre en un departamento chiquito”, recordó Horacio.
De todas maneras, desde hace tiempo despertó en él la preocupación e interés por los perros, especialmente callejeros y abandonados. “Después tuve uno, que lo tuve poco tiempo y lo regalé a una mujer que tenía dos nenas chiquitas y querían al cachorrito. Después encontré una cachorrita abandonada, la tuve 6 meses en casa hasta que me la pisaron en Casa Suarez. Y despues vino éste, el viejo de color clarito. Éste también está abandonado, pero ya no tengo lugar” expresó.
Además de la falta de espacio en su hogar, Horacio es consciente de los gastos que conlleva la tenencia responsable “La semana pasada me gasté $12.500 en alimentos. Comen lo justo pero son cuatro, más los que vienen a la plaza y reparto. Son muchos y es caro el alimento”.
Aún así y siendo testigo de la cantidad de perros que pasan por la plaza, siempre le queda algo de comida y amor para los callejeros, aunque trata de no encariñarse mucho. “Ese negro lo conozco hace 6 años, de la calle. Y a éste no le quiero ni poner nombre. El otro día me acompañó hasta la casa y dije, ´sonamos´ . Se queda todo el día acá, hasta que yo me voy. Vi un montón de perros que vinieron por acá, se fueron muriendo de a poco o desapareciendo”.
A pesar de su fuerte artritis, Horacio saca fuerzas para salir todos los días, aunque le cuesta mucho caminar. Mientras mira sus manos que reflejan el desgaste de sus articulaciones, recordó el circuito que solía hacer. “Antes de tener esta artritis, iba a la costanera y de ahí iba rodeando la playa. Ahí me iba con los perros a pasear, después me iba a la plaza del Perito, de ahí a la plaza España, frente al comando. Así todos los días.”
Protagonistas de la plaza, los perros suelen ser objeto de atracción para muchas personas, especialmente niños. De repente, unos hermanitos de muy corta edad, se acercaron sin prejuicio alguno a jugar con ellos, “¡Tirala al marroncito, fuerte!” le dijo Horacio a una niña, para que lance la pelota.
“Los jóvenes no tienen problema con los perros, los quieren y los aceptan. Pero hay tipos grandes, que basta con que el perro le pase cerca que ya putea y tira patadas. Ahí me vuelvo un poco loco, viste”
De esta manera, fue inevitable no reflexionar sobre la tenencia responsable de las mascotas “Me da bronca, lo que opina muchísima gente, que dice que hay que matarlos o que hay que encerrarlos a los callejeros. Como si los perros hubieran querido estar en la calle…si ellos son los que los abandonan, son todos perros abandonados”.
«Como si los perros hubieran querido estar en la calle… son todos perros abandonados”.
Señalando a uno de sus compañeros, continuó “De éste, inclusive sabemos quién es la dueña. La dueña se separó de su pareja y dejó al perro abandonado, pobrecito. Por eso vino a parar acá, y así sabes la cantidad que hay, ¿no?. Gente que se va, que se muda de casa, porque no puede pagar el alquiler, o se vuelve a su provincia y los dejan ahí abandonados. Está lleno de esos, lleno”, reclamó indignado Horacio.
Sin embargo, rescató en su discurso a las personas que sí se preocupan por los animales. “Acá en el centro, hay gente que les da de comer y se preocupa. Mucha gente, que cuida a los animales, personas de los comercios que ponen tachos con agua para los callejeros”.
Para Horacio, los perros están a su par, no son más, ni menos. Después de su cáncer de pulmón, “son mi sostén”. Lo acompañan en su día a día y lo impulsan a salir a tomar aire y a disfrutar un poco de la naturaleza, “sino, estaría todo el día mirando la tele. Son lo mejor que hay, yo tengo montones de amigos callejeros” dijo, mientras esperaba el regreso de la pelota de uno de sus perros.