La patología es la más común, pero las fisuras, los abscesos y las fístulas también pueden cursar con diferentes grados de gravedad.
“Tener hemorroides es normal. Son las agrupaciones vasculares arteriovenosas que se encuentran en el tramo final del canal anal. El problema es cuando causan síntomas y eso sucede, por lo general, cuando esas venas se agrandan y se dilatan”, explica a Con Bienestar Fabio Nachman (M.N. 96.066), jefe del Servicio de Gastroenterología de la Fundación Favaloro y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología.
Al cuadro, lo agravan algunas condiciones como la obesidad, el sobrepeso, la constipación y el embarazo. “Todo lo que aumente la presión dentro del abdomen puede enlentecer la circulación y causar que estas venas se dilaten”, detalla el médico. Algunos excesos de alimentos como picantes, café y bebidas alcohólicas también favorecen la aparición de algunos síntomas.
“Las hemorroides no necesariamente causan dolor. La señal es el sangrado que se produce sobre el final de la deposición”, describe Nachman. Sobre las cremas antihemorroidales remarca que se indican ante alguna complicación, pero aclara que no son parte del tratamiento.
Las fisuras perianales sí son muy dolorosas y cuesta trabajo que cicatricen por la propia delicadeza del tejido perianal y también por la distensión muscular que da paso al bolo fecal.
Es una “herida” o desgarro que aparece en la zona cutánea de la parte externa del ano en forma longitudinal. Este desgarro se produce en el tejido delgado y húmedo, en la mucosa, que recubre la zona.
“Cuando hay intenso dolor y sangrado, generalmente hay que pensar en una fisura”, define el gastroenterólogo y agrega que el paciente suele quedar con dolor después de que logró hacer sus deposiciones.
Algunos factores desencadenantes son episodios repetitivos de estreñimiento, sexo anal o a veces justo lo contrario: episodios diarreicos que terminan irritando el ano.
“Hay un músculo que es el esfínter anal interno que de manera refleja se contrae y esa contractura comprime la herida lo que impide la cicatrización y aumenta el dolor”, señala el especialista. El tratamiento se enfoca en mejorar la circulación sanguínea para relajar esa contracción.
Además de una dieta rica en fibras y de pomadas vasodilatadoras, lo más importante es el baño de asiento con agua tibia para relajar el músculo, causar vasodilatación y aumentar de la circulación.
“Cuando pasan más de seis semanas del inicio de la fisura, la herida se hace crónica y las posibilidades de curarla con tratamiento médico son casi nulas. En ese momento, hay que pensar en la opción quirúrgica”, concluye.
Fuente: TN