Chubut –una de las provincias “mejor administradas del país”, al decir de su propio gobernador– afronta un escenario de fuerte inestabilidad política, económica y social, dentro de un marco institucional que se desangra desde la muerte de Das Neves. Arcioni fue articulando alianzas, obtuvo hasta ahora respaldo de la Justicia para adelantar las elecciones y cerró filas con Sastre mientras avanza en un acuerdo con Buzzi. Guerras de Palacios lo atormentan, y busca cortarlas de raíz.
Mariano Arcioni ordenó a su favor lo que parecía condenarlo a una muerte política anunciada, y busca acorralar definitivamente al PJ –o convertirlo en un socio menor de su dispositivo personal, como ha venido logrando con el volátil intendente trelewense Adrián Maderna– mientras en su discurso asoman, ahora sí, las críticas antes ausentes hacia el macrismo.
Paradójicamente, las guerras internas de Palacios empiezan a demandarle más tiempo que las movidas espasmódicas de la oposición, que sigue atomizada tanto en el PJ como en la alianza Cambiemos, donde los radicales se cruzan cada vez más violentamente con los jóvenes y soberbios operadores del PRO.
Sitios web de identidad dudosa, medios truchos y operaciones de acoso y derribo en redes sociales muestran un ácido enfrentamiento entre sectores del propio gobierno que lidera Arcioni, promovido por funcionarios desleales en algunos casos y por meros oportunistas cercanos al poder en otros. Lo están desafiando, en definitiva.
Ese perverso caldo de cultivo –que penetra esencialmente en la consideración electoral de los nuevos votantes, sobre todo millennials, decisivos en los comicios futuros– empieza a constituir un daño colateral para Arcioni, que busca afanosamente pruebas e información confiable para detener esa sangría y alejar de su círculo de acceso a los responsables.
En la picota de los operadores están varios hombres de confianza del gobernador, así como operadores financieros y dirigentes de distintas zonas de la provincia, con especial énfasis en los que provienen de Comodoro Rivadavia.
Poner bajo control a esas bandas virtuales resultará decisivo para el camino estratégico que se plantea Arcioni, consciente de que estas “guerras floridas” –como llamaban en la antigua Mesoamérica a la caza de enemigos para luego sacrificarlos en nombre de los dioses, no sin antes arrancarles el corazón– no afectan solamente al gobierno sino también a su propia imagen, que trata de construir laboriosamente con rasgos de prolijidad, silencio extendido y las maneras sobrias de un peronista de Armani, mientras las causas El Embrujo y Revelación pasan a páginas secundarias.
Arcioni, política y recursos
En medio de la desaparición fulminante de la maquinaria de poder que lo llevó a Rawson y con buena parte del gabinete que integró como vice de Das Neves sumido en las sombras de la corrupción, Arcioni maniobró con astucia hasta decidirse a patear el tablero electoral.
El PJ volteó el adelantamiento con votos, pero la Justicia sigue avalando al gobernador, que fue acumulando recursos financieros con la mirada puesta en el año que viene mientras manejaba la caja con mano ruda frente a las demandas angustiosas de los trabajadores estatales y los dirigentes habituados al asistencialismo legendario de Mario.
La alianza con el intendente madrynense Ricardo Sastre –fórmula que aparece como inamovible hasta ahora, aunque podría alterarse si prospera un pacto con sectores acuerdistas del PJ– incluyó el respaldo integral al mellizo Gustavo para que el poder local de Madryn siga en manos de un Sastre. El objetivo es frenar el crecimiento de Unidos y Organizados, que dio una muestra al derrotar a la lista oficialista en Servicoop. El aporte de los Sastre a la alianza es significativo, por lo que se espera una presencia relevante de sus cuadros en el potencial futuro gobierno.
La coincidencia de intereses con Adrián Maderna –quien aparentemente abandonó su idea de colocar como vice a su esposa Lorena Alcalá, pero le busca un lugar legislativo con chances verdaderas– le asegura a Arcioni una base razonable para encaminar su candidatura rumbo a 2019 –según publica El Extremo Sur-.
Dos armadores incansables de la candidatura de Arcioni completan el escenario. Tanto Jorge Loma Ávila –al frente del sindicato más poderoso de Chubut y de Petrominera– como Rafael Cambareri –legendario operador radical desde 1983, que ya se había decantado por Das Neves en la creación del ChuSoto y cuyos hijos ocupan lugares destacados en el armado provincial– son jugadores todo terreno, y disputan espacios dentro de las filas peronistas y radicales para arrimarle tropa a Arcioni.
La época de los Guinle y los Aubía terminó, con su carga de racionalidad y capacidad de construcción. Gran parte de las nuevas generaciones no recuerda ni sus nombres. Más allá de las vanidades o virtudes de los que aspiran a gobernar Chubut a partir de 2019, la incógnita verdadera consiste en saber quién propondrá un mínimo plan de reconstrucción moral, social y político tras este tsunami de corrupción sin fin y desprecio absoluto por la sociedad. ¿O eso está fuera de la agenda de todos?