Los ganadores y los perdedores del modelo económico. Un análisis de Mario Wainfeld (Página/12).
La ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley anunció el aumento de la pobreza y la indigencia. Expresó que ese jueves otoñal era un “día triste”. La flanqueaba el ministro de Producción y Ramos generales Dante Sica, cariacontecido también. El presidente Mauricio Macri se evitó el mal trago, por así decir.
Los “coletazos de la crisis” serían la causa de la desdicha. Uno imagina a la crisis como un animal silvestre, un escorpión que envenena con la cola o un cocodrilo que se vale de ella para golpear. Las metáforas naturales cumplen en la narrativa PRO la función de evitar explicaciones vinculadas con la política económica.
Cabría consolar a la ministra: el jueves no fue peor día que el miércoles, los dados estaban echados. Y, si uno mira hacia el futuro, dentro de un trimestre se añorarán las cifras actuales. La pesada herencia de este Gobierno engorda cotidianamente y el porvenir es peor que el aciago presente.
Por otra parte, hay funcionarios que pudieron festejar al mismo tiempo. El presidente del Banco Central (BCRA) Guido Sandleris consiguió que la cotización del dólar bajara unas chirolas después de una escalada notable. Solo trepó el 10,8 por ciento en marzo. ¡Aleluya! Para garantizar el éxito, Sandleris dispuso aumentar la guarnición de Leliqs que atesoran los bancos, minimizando los encajes. El festival de Bonos constituye un nuevo filón para el sector financiero: miles de millones de dólares de renta extra, calcula un columnista estrella de Clarín. En el otro extremo del sube y baja los intereses de créditos para particulares o empresarios se irán a la estratósfera: buenas nuevas para Sandleris quien confía en la recesión como instrumento esencial para domar a los aumentos de precios. Los daños colaterales (que algunos populistas apodan “economía real”) no son lo suyo ni tampoco le quitan el sueño al ministro de Hacienda Nicolás Dujovne.
Los tarifazos de esta semana también mejoran la buena vida de las concesionarias de servicios públicos, en detrimento de los ciudadanos- consumidores, convocados por Macri a bancársela.
Este cronista ignora si Sandleris es apenas un tecnócrata neocon obtuso (por no usar el léxico agresivo de la diputada Elisa Carrió) o lo que parece más certero: un aliado-esbirro del Fondo Monetario Internacional y del sector financiero, un promotor de la bicicleta financiera y de la fuga de capitales, de magnitud inusitada aún para la Argentina.
A los jubilados ni justicia: Macri la emprende contra la Corte Suprema por un fallo que dispensó a una jubilada del pago de impuesto a las Ganancias. No bastó la sumisión del presidente del cuerpo, Carlos Rosenkrantz, quien como siempre votó lo que le conviene al Ejecutivo. A no enfadarse: en la cantidad, eventualmente, el hombre puede emitir un pronunciamiento razonable, si favorece a la Casa Rosada.
La decisión de la mayoría enardeció al presidente. No es para tanto, la sentencia pudo ser más protectoria de los jubilados y más extensiva a otras situaciones. Sin distinguir los matices, Macri se percibe acorralado, circunstancia que excita la paranoia. Debería atender más al espejo para buscar al principal responsable de las desdichas de la gente común.
El capital financiero domina el planeta. La Argentina exagera la tendencia hasta coquetear con el suicidio. El oficialismo confía en que los agroexportadores liquiden divisas pero levantó todas las regulaciones que les imponían plazos para hacerlo. Inédito en los “países serios” y aún en los cómicos o sonrientes.
Los quinchos de la City propalan versiones y rumores en lo que antes se llamaba cantidades industriales. Relevos en el Gabinete, eyecciones, dolarizaciones, cambios hasta en las candidaturas de Cambiemos. Este cronista supone que las principales (la de Macri incluida) se mantendrán pero solo se anima a apostar un par de almuerzos y desaconseja arriesgar cifras mayores en el contexto sísmico.
La CGT minimalista: Stanley, antaño amigable con las organizaciones sociales, las desairó levantando una reunión justo en el día triste. Intuía, acaso, que agravarían su penuria. Los movimientos sociales se plegarán a la jornada de protesta convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT).
Devaluada en competencia con el peso, la principal central obrera arroja un déficit ya ilevantable durante el mandato de Macri. Los asalariados en relación de dependencia padecieron el ajuste más que las organizaciones que los aglutinan. Claro que hay sectores más damnificados dentro de la clase trabajadora; la CGT conserva un piso de representatividad y las paritarias revitalizadas durante el kirchnerismo proveen una plataforma para aminorar la caída. Méritos del gobierno popular y de las instituciones laborales, mucho más que de las cúpulas gremiales. Un elenco que, con honrosas excepciones se dejó pasar por arriba o transó en exceso con el Gobierno.
La movilización del jueves refleja la atonía de la conducción cegetista. Sin paro, sin acto, sin discursos, marchando desde un no lugar a otro (Once a la avenida 9 de julio) absteniéndose de ocupar las plazas con mayor significado simbólico y político (del Congreso o la de Mayo).
De cualquier modo, la marcha se presume masiva; la muchedumbre puede resignificar y magnificar la movida. La CGT se vio forzada a “hacer algo”: sus jefes están “condenados a representar” más allá de sus flaquezas. Generaron una caja de resonancia en la que tronarán demandas más fuertes que sus tibios comunicados.
La Paritaria Docente Bonaerense provee un contraejemplo.
Sostener la pulseada: La gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal formuló a los gremios docentes una propuesta que mejora bastante la anterior, ni hablar de los iniciales. Aparte de los reajustes periódicos por inflación los salarios tendrían una suba de 15,7 por ciento pagadera en dos cuotas, como recomposición de la pérdida de valor adquisitivo en 2018. Las tratativas no terminaron al cierre de esta nota, la oferta acerca las posiciones de las partes.
La lectura política de la Casa Rosada y los medios dominantes mira con un solo ojo y ve a Vidal “haciendo la suya”: diferenciándose de Macri, accediendo a un reclamo de los trabajadores de la educación y aumentando “el gasto social”. Las sospechas de desdoblamiento electoral o de plan “V” para la elección presidencial completan el combo de chismes.
El enfoque completo debe abarcar a los gremios que pulsearon con Vidal desde el año pasado arrancando algunas mejoras y un prospecto de paritaria que (más o menos) emparde a los salarios con la inflación. Las concesiones de la gobernadora son consecuencia de la combatividad de dirigentes y laburantes, su templanza para soportar invectivas oficiales, descalificaciones periodísticas y hasta amenazas personales o a sus familiares. El marco legal de la Paritaria docente tutela a los trabajadores, como condición necesaria pero no suficiente. El resto lo agregan sus organizaciones.
Las CTA han sido más constantes en el enfrentamiento al ajuste y bregan por un Frente opositor para las próximas elecciones. Mejor postura y mejor historial reciente que demasiados sindicatos enrolados en la CGT.
Franqueza cero: Vino a cuento rememorar la bravata iniciática de Macri (“pobreza cero”) y su pedido de ser juzgado por los resultados en la lucha contra la pobreza. Vale ponerlos en vidriera a condición de añadir que la centralidad atribuida a la pobreza es un reduccionismo caro a la derecha y a ciertas vertientes religiosas. En la nueva Argentina conviven (pongalé) muchos empobrecidos con un puñado de privilegiados que la pasan bomba, cada día mejor. Todos los modelos económicos disciernen ganadores y perdedores: el macrista lo consuma con nitidez.
Líneas arriba se explicó que el Gobierno acentúa las transferencias de ingresos a favor de la banca y las concesionarias de servicios públicos. El trabajo informal –que el oficialismo incentiva con un menú surtido y cuenta con la activa cooperación de las patronales “del campo”-es consecuencia del fraude empresario y no de un flagelo impreciso. La pérdida de valor adquisitivo del salario es un instrumento de la política laboral, no un cataclismo inesperado.
El fallecido sociólogo francés Robert Castel escribió hace años sobre el “desplazamiento de la figura del trabajador hacia la del pobre como el referente principal de las políticas sociales. La ‘lucha contra la pobreza’ tiende a reemplazar las luchas por promover los derechos del trabajo”.
Retocado a nuestro modo: el combate a la pobreza como propósito único minimiza la agenda pública. Escamotea cuántos conflictos subyacen en la injusta distribución de los bienes materiales, la existencia de la puja distributiva, las tensiones entre clases solo para empezar. Si Stanley reparara en esas cuestiones su tristeza no tendría fin. Pero, más allá de sus modales corteses, forma parte del equipazo que vino a cambiar la historia. En eso están.