En Buenos Aires, hay 7.251 personas que viven a la intemperie o en paradores. El 52% de las personas relevadas en el Censo afirmó que es la primera vez que está en situación de calle.
Esta semana la problemática de la gente en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires se puso en agenda. La muerte de Zacarías a tres cuadras de la Legislatura porteña y a cinco cuadras de la Casa Rosada fue el detonante de una situación que venía siendo cada vez más cotidiana para quienes habitamos o transitamos por la ciudad: en cada barrio reconocemos “recién llegados” a las calles, familias, parejas, o personas que encuentran una vereda “amena”, que no interceda en la vida comercial de ningún negocio, con algunos vecinos cercanos que acompañan con agua caliente o alguna de las cuatro comidas del día.
La percepción de quienes caminamos por la Ciudad se confirmó al conocerse los resultados del Segundo Censo Popular de Gente en Situación de Calle, del que participé censando junto a mis compañeros y compañeras de El Hormiguero. De acuerdo al Censo, 7.251 personas están en situación de calle, de las cuales 5412 duermen a la intemperie. En la ciudad más rica del país hay 870 niñas y niños y 287 personas mayores de 60 años viviendo en la calle.
Si bien la problemática no es nueva, su agudización responde a un contexto de ajuste, desempleo y pérdida de poder adquisitivo producto de las políticas económicas que el gobierno nacional viene aplicando desde hace tres años y medio. El 52% de las personas relevadas en el Censo afirmó que es la primera vez que está en situación de calle.
Durante el relevamiento, nos tocó recoger testimonios que hablan por sí mismos. Un señor mayor trabajaba ayudando a su hijo en el arreglo de aires acondicionados, el trabajo mermó y sabía que si continuaba en su tarea su hijo no llegaba a cubrir los gastos de su familia. Se corrió de la changa y vive con la Pensión Universal del Adulto Mayor que hoy está en $9.222,75 (equivalente al 80% de una jubilación mínima) que le alcanzaba para comer o para alquilar una pieza. Decidió priorizar la alimentación porque le daba vergüenza ir a pedir a un comedor.
Otro señor, no tan mayor, al que encontramos con un carrito juntando chatarra. “Yo busco y busco, y lo que quiero encontrar es un trabajo”. Fue uno de los 10.000 trabajadores de la construcción que perdió su trabajo en el último año.
Cuando el Estado nacional se retiró, después de 2015, dejó al descubierto la falta de políticas que tiene el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para atender esta problemática tan compleja. Los paradores se tornan lugares hostiles, que no contemplan las necesidades de sus destinatarios, sin adecuadas condiciones edilicias y, en muchos casos, incumpliendo la Ley 3.706 en cuanto a horarios y disponibilidades. Los subsidios habitacionales reúnen una serie de requisitos burocráticos que dificultan su acceso y gran parte de la población que vive en situación de calle desconoce su existencia y funcionamiento.
Esta situación es un eslabón más de la cadena de inacción del Gobierno de la Ciudad en las políticas de vivienda. La falta de regulación de los alquileres genera que muchas las familias no puedan asumirlos (el precio se los alquileres acumula un 148% de aumento desde enero de 2016). A su vez, vuelve a emerger otra realidad compleja, las familias que sostienen el alquiler pero viven al interior de sus hogares bajo la línea de la pobreza, tal como sucedía en el 2001.
A la violencia material que implica la falta de políticas del Gobierno de la Ciudad, se le suma la violencia simbólica. “En realidad tenes más gente que viene a pasar el día, que viene de la provincia a pedir en la calle y se vuelve”, dijo el Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, hace aproximadamente un mes, respondiendo a una larga tradición de gobernantes porteños que no asumen como ciudadanos a aquellos que no responden a ciertos parámetros de “buenos vecinos”. Más allá fue el vicejefe de gobierno, cuando aseguró que hay mucha gente que “prefiere vivir en la calle”.
Sus declaraciones dejan al descubierto el marco de valores desde el cual entienden el mundo. Naturalizar la presencia de gente viviendo y muriendo en las calles, responsabilizarlas de su situación habla de la crueldad y la insensibilidad de quienes nos gobiernan. ¿La mayoría electoral que consiguieron en la ciudad se sustenta en estas posturas miserables? Estoy convencida que no. Los porteños y porteñas que eligieron a Rodriguez Larreta pueden tener con él y su gobierno muchos puntos de acuerdo: este no es uno de ellos.
La demostración es la enorme respuesta solidaria que la ciudadanía dio durante esta semana. Familias juntando ropa y acercándola a comedores o iglesias, clubes abriendo sus puertas para las noches de más frío, bares y restaurantes que dieron un plato de comida durante la semana, se sumaron a la larga lista de organizaciones que sostienen de manera permanente el trabajo con las personas que viven en la calle. Lo ocurrido esta semana da cuentas de que hay cierto límite de inhumanidad que la ciudadanía no está dispuesta a asumir y naturalizar.
Este punto en común, esta reacción solidaria, es la base sobre la cual construir la mayoría popular que revierta las políticas de crueldad en la Ciudad. Yo no puedo estar bien si mi barrio, mi comunidad y mi ciudad no se convierten en mejores lugares para todos. El momento terrible que estamos viviendo nos puso nuevamente frente a la verdadera cara de un gobierno que no da respuestas, pero también nos invita a pensar que hay alternativas para construir una mayoría solidaria, que se organiza, y que piensa una ciudad y un país para todos.