Massa, Guzmán y dos caminos hacia 2023. Guiño a las petroleras, miedo a confrontar con el campo y festival de dólares baratos para las empresas endeudadas.
En el metro cuadrado que ocupa en el inquilinato del Frente de Todos, Sergio Massa podrá decir que volvió a imponer su agenda y logró torcerle el brazo a Martin Guzmán, el ministro de Economía que gana poder en un gobierno que las encuestas dan por terminado. La actualización del Impuesto a las Ganancias llegó después del cruce público con el presidente de la Cámara de Diputados y consagró una vez más la estrategia del desgaste mutuo como forma de dirimir el rumbo de gobierno.
Más allá del acting en las escalinatas de la Casa Rosada, al lado de Guzmán detestan que Massa lo haya madrugado a través de canales amigos y en las inmediaciones de Massa muestran que el desprecio es mutuo: «Desde cuando en el peronismo, ¿alguien que no tiene votos puede opinar?», dicen. Es una pregunta envenenada que puede acribillar a cualquiera con Alberto Fernández como presidente, Massa licuado en su poder electoral, Cristina Fernández en estado manifiesto de debilidad y el peronismo antikirchnerista todavía deambulando en busca de un lugar en la política.
Con la inflación interanual en torno al 60%, el índice de los últimos meses que anualizado toca el 80 y los aumentos paritarios que cerraron los sindicatos, la escala de Ganancias afectaba cada día a más trabajadores y perjudicaba a la base electoral que hizo grande a Massa, hace ya casi una década. Según los números del líder del Frente Renovador, a febrero de 2022, eran 762.964 trabajadores y jubilados y en abril 847.878, un 14 por ciento en apenas dos meses.
En un homenaje tal vez involuntario a Cristina, Massa dijo en el anuncio que «las cartas no son una rareza» como forma de discutir medidas de gobierno. La decisión que promovió evitó la obviedad de que el Impuesto a las Ganancias se trague el aguinaldo y le permitió sacarle agua a las piedras gracias a que el Presidente y su ministro demoraban el anuncio, de la misma forma que lo habían hecho con el adelanto del aumento del salario mínimo que reclamó Maximo Kirchner. Raro si, como dijo Guzmán en la conferencia conjunta, estaba contemplado en el pacto con el Fondo Monetario. De todas maneras, la actualización esta vez no será retroactiva como solía suceder y empezará a regir desde el 1 de junio.
Paradojas de la sociedad salarial que tiene a 1 de cada 2 trabajadores en la informalidad, una medida de estricta justicia beneficia a la porción privilegiada de los asalariados en el contexto en que la inflación descontrolada golpea a más a lo que menos tienen y los empuja al umbral de la pobreza. Si desde el cristinismo se libró una batalla contra la aristocracia obrera en los años de los salarios en dólares más altos de América Latina, el anuncio del viernes se hace en el país que hoy tiene los sueldos promedio más bajos de la región: 632 dólares medido al dólar MEP, según un informe regional de ZonaJobs/Jobint. Eso pese a que los salarios argentinos están entre los que más subieron desde que asumió el FDT y el dólar aumentó la mitad que la inflación.
Separados al nacer, Massa y Guzmán fueron protagonistas de la semana por temas adicionales. El ex intendente de Tigre apareció con Sergio Berni en la localidad de Las Heras en un acto que sorprendió a parte del oficialismo más por los alineamientos actuales dentro del gobierno que por las trayectorias previas. Desde que promediaba el segundo gobierno de Cristina Fernández, Massa y Berni comenzaron a expresar políticas clonadas en materia de seguridad con la sola diferencia de que uno lo hacía desde afuera del cristinismo y otro desde adentro.
El robo a la casa de Massa en 2013, por el que fue acusado y condenado un prefecto que era custodio del country Isla del Sol, y los alineamientos políticos de un peronismo dividido los mantuvieron enfrentados hasta ahora. Camino a 2023, la reconciliación pública no debe haber agradado ni a Malena Galmarini ni a Maximo Kirchner pero coincide con necesidades mutuas y una campaña que se precipita. Enfrentado mal con La Cámpora, Berni promociona su candidatura a presidente y Massa lo presenta como candidato a gobernador para competir con Axel Kicillof.
Los dos Sergios persiguen una fantasía largamente postergada, la aparición en escena de un «Milei peronista», de acuerdo a la definición del consultor Hugo Haime y en un menú electoral que se cocina con el fuego de la extrema derecha. Una diferencia no menor les juega en contra: los dos se integraron a la casta cuando eran adolescentes, el menemismo construía su época y un Milei disciplinado se formaba en el estudio del talibán liberal Miguel Angel Broda.
«Camino a 2023, la reconciliación pública de Massa y Berni no debe haber agradado ni a Malena Galmarini ni a Maximo Kirchner pero coincide con necesidades mutuas y una campaña que se precipita».
En lo que aparece como beneficio para cualquier apuesta peronista, en la inmensidad bonaerense no hay segunda vuelta y el candidato del pancristinismo se beneficiará de los votos que el profeta de la dolarización le vaya a robar a Juntos.
El ida y vuelta de diferencias públicas por Ganancias coincide con otra marca de la gestión del FDT: una composición escénica que excede los resultados concretos. Se pudo advertir también en el gran telón que la Casa Rosada le colgó al encuentro con las petroleras para anunciar la flexibilización de los controles cambiarios a las empresas que aumenten un 20% la producción de crudo y un 30% la de gas natural. Impensado comensal de Olivos en tiempos de pandemia y en fina sintonía con el presidente que antes lo ubicaba del lado de los miserables, Paolo Rocca hizo su aporte y fue al Museo del Bicentenario para darle entidad a la puesta. José Luis Manzano estaba en Buenos Aires y no encontró motivos para decir que no. A ellos se sumaron gobernadores, sindicalistas, funcionarios de YPF y herederos de grandes dinastías empresarias como Juan Martin Bulgheroni y Hugo Eurnekian.
Manzano celebró el anuncio pero se anotó entre los que pidieron «legislación de fondo» para pasar a las efectividades conducentes. Con una ley de Hidrocarburos que pasó por demasiadas manos y no conformaba a casi nadie, ahora se espera el proyecto de Gas Licuado de Guzmán. ¿Por qué tanta convocatoria para un anuncio que no cambia la ecuación? «Necesitan mostrar actividad y dar alguna señal de futuro, pero este anuncio genera inversión cero», dice un miembro del gobierno que reporta al bando de los escépticos.
Lo que las petroleras demandan es alinear el precio del barril con el mercado internacional y tener vía libre para prescindir de YPF a la hora de aumentar los combustibles, como acaban de hacer hace dos semanas con la suba del 10%. Hasta que eso no pase, piensan los exegetas del mercado, no habrá más inversión. Mientras tanto, lo que se discute es quién pone la diferencia del 50% entre el precio internacional y el precio local. El problema, otra vez, son los ingresos de los pesificados, la base electoral de lo que alguna vez fue el Frente para la Victoria y hoy es un continente de perdedores que oscila entre la confusión y el hartazgo.
En lo político, Guzmán da un paso en lo que se perfila como un nuevo marco de alianzas para la etapa que viene. Pasó de Kristalina Georgieva, el Papa Francisco y Joseph Stigliz en la pelea con los bonistas Paolo Rocca, Luis Pagani y las petroleras en la puja con el cristinismo.
La renuncia de Roberto Feletti a la secretaría de Comercio puede ser interpretada de distintas maneras. Reconocimiento del fracaso para unos, imposibilidad de avanzar con medidas de fondo, o estrategia de una Cristina que «abandonó la gestión», según la definición de Aníbal Fernández. Mientras, en el cristinismo ya se apiadan de Guillermo Hang, el funcionario amigo de Guzmán que tendrá la misión de frenar la escalada de precios y sacar al gobierno de la encerrona inflacionaria. Feletti se fue asociado a la impotencia pero en el gobierno creen que es bastante más difícil que los sectores alineados con Cristina vayan a dejar sus puestos estratégicos en el área energética, al menos por ahora.
«Guzmán insinúa un nuevo marco de alianzas para lo que viene: pasó de Kristalina Georgieva, el Papa Francisco y Joseph Stigliz en la pelea con los bonistas Paolo Rocca, Luis Pagani y las petroleras en la puja con el cristinismo».
La bandera de las retenciones que planteaba Feletti como salida no tenía eco en el gobierno y despertaba en el presidente el fantasma de 2008. Según uno de los funcionarios que lo habló con él, Alberto tiene miedo a una batalla como la de 2008 y piensa que no está en condiciones de soportar un enfrentamiento de características similares. De hecho, el gobierno puede subir un 3% las retenciones al trigo sin necesidad de la mayoría que demanda el Presidente en el Congreso.
La discusión se da en el marco de precios de guerra que llevaron la cotización a niveles que, según los especialistas, no se registran en los últimos 40 años. Pero el trigo se cosechó en diciembre, los molineros compraron hace 5 meses y en el propio oficialismo piensan que, una vez más, el gobierno llega tarde. Un aumento del gravamen solo afectaría ahora a los que siembren entre hoy y julio, en su mayoría productores del norte que por razones climáticas adelantan la siembra y la cosecha. Verdadero bastión del agronegocio dentro del gobierno, Julián Domínguez rechaza una medida de ese tipo y en Olivos dicen que amenaza con renunciar cada vez que se menciona el tema.
El impacto se paga desde hace tres meses en las panaderías y se profundizará mientras dure la guerra en Ucrania. Ante la urgencia de los aumentos permanentes y la división que excede la puja albertismo vs cristinismo, los detractores de Guzmán insisten en presentarlo como un teórico que piensa que tiene tiempo para todo. Por lo pronto, el funcionario más importante de Fernández ya tuvo más tiempo que muchos de sus antecesores: acaba de cumplir 900 días como ministro y se ubica sexto en el ranking de los que más duraron desde el regreso de la democracia, tal como lo marca el economista Amilcar Collante. Solo lo superan Domingo Cavallo, Juan Sourrouille, Roberto Lavagna, Roque Fernández y Nicolás Dujovne.
En la Argentina agrietada, se dibuja un consenso mínimo de diagnóstico: el problema principal siguen siendo los salarios y la falta de dólares. Lo marca el último informe de la consultora Eco Go, cuando dice que en Chaco la vicepresidenta pronunció una frase que dio en el clavo: «no puede ser que tengamos salarios bajos y no tengamos reservas en el BCRA». Mucho menos, dicen los economistas Marina Dal Poggetto y Sebastián Menescaldi, con la soja arriba de USD 600 la tonelada y exportaciones del complejo agroexportador estimadas en USD 41 mil millones para este año, 5 mil millones más que en 2021 y 15 mil millones más que en 2019/20.
«Según Eco GO, en apenas dos años de la gestión Fernández, el BCRA le entregó 21,2 mil millones de dólares baratos al sector privado para pagar el endeudamiento que contrajo durante el gobierno de Macri».
El principal problema, apuntan, es el impacto de la brecha cambiaria del 80% que genera una distorsión enorme de precios relativos, consagra el deporte nacional de robarle reservas al Banco Central y provoca una transferencia de ingresos en dólares en beneficio de los sectores importadores y las empresas que cancelan deuda con divisas que entrega Miguel Pesce al dolar oficial.
Según Eco GO, en apenas dos años de la gestión Fernández, el BCRA le entregó 21,2 mil millones de dólares baratos al sector privado para pagar el endeudamiento que contrajo durante el gobierno de Macri. A eso se suma, un nivel de importaciones fabuloso, de casi 7 mil millones de dólares en marzo y abril. Entre los ganadores del modelo, aparecen los productores de autos y textiles, que aumentaron los precios en 266% y 248% en dos años y medio, cuando la inflación acumulada en ese periodo fue de 162%.
El informe de Eco Go muestra que el excedente empresario se eleva mientras los salarios caen. Para Dal Poggetto y Menescaldi, es la misma brecha la que impide mejorar la distribución vía paritarias porque deriva en más inflación y más concentración de ingresos. El horizonte de corto plazo que dibujan choca con los pronósticos del gobierno. Advierten que, en paralelo al «boicot» del cristinismo al pacto con el Fondo y la demora en la reducción de subsidios vía tarifas, Guzmán se encamina a incumplir en septiembre las tres metas del acuerdo: ajuste fiscal, acumulación de reservas y ajuste monetario. La palabra waiver, dicen, volverá a ponerse de moda.
Por Diego Genoud para La Política Online