Juan Barbas dio la vuelta olímpica con Diego en el Mundial Sub 20 de Japón, participó con el combinado mayor en España 82 y dejó su huella en Racing. Pero quedó desencantado con los manejos en el fútbol y subsiste gracias a su trabajo en una clínica.
“Muchos se creen que hice una fortuna, pero la plata de antes no es la de ahora. Me alcanzó para vivir bien y para comprar una linda casa, que es donde viven mi ex mujer y mi hija. Solo eso. Hoy trabajo para comer y alquilar, sino me quedo sin techo”. La frase corresponde a Juan Alberto Barbas, histórico mediocampista de Racing, campeón en el Mundial Sub 20 de Japón 1979, donde fue una de las figuras del equipo dirigido por César Luis Menotti, junto con Diego Maradona y Ramón Díaz, e integrante del plantel que disputó la Copa del Mundo de España 1982.
Hoy, Barbas está alejado del ambiente del fútbol. Trabaja como empleado administrativo en una clínica médica, lo que le permite para pagar un alquiler de un departamento de dos ambientes en Villa Madero, abonar las expensas, y mantener, además, un Volkswagen UP modelo 2014 que terminó de pagar en marzo de 2020.
“Gano más ahora de lo que percibía como entrenador en las inferiores de Almirante Brown. No te imaginás la tranquilidad que tengo de saber que llego a fin de mes y tengo el dinero depositado. Por lo menos me puedo meter en un crédito o sacar a pagar algo; saber que la plata la tengo. En ese sentido, este laburo es ideal. Ojalá los clubes estuvieran así. Hoy, es dificilísimo porque la mayoría están quebrados y mal administrados”, remarca el ex futbolista de 62 años.
El ex mediocampista debutó en Racing en 1977. Luego se destacó durante 10 años en el exterior. Se desarrolló en España (jugó en el Zaragoza), en Italia (Lecce), en Japón (Jubilo Iwata) y en Suiza (Sion y Locarno), antes de regresar a la Argentina para jugar en Huracán, pasar por Alvarado, y retirarse en All Boys. Tras colgar los botines, dirigió en la Academia, Nacional de Paraguay, Audax y Rangers de Chile, Bangú de Brasil, Olimpo y en la Fragata.
Sin embargo, la crisis que dejó el coronavirus en el fútbol lo expuso a un drama impensado. Perdió a un hermano por COVID-19 y se quedó sin trabajo en Brown. A raíz de esto, se fue a trabajar con un amigo desde hace más de un año, y se alejó del ambiente en el que fue feliz durante 20 años como jugador y una década como director técnico.
“El fútbol me dio la espalda luego de lo que me pasó en Almirante. Me acobardé, porque no te valoran como persona ni como profesional. Tengo que estar mendigando para que me den una oportunidad como entrenador. Los actuales, algunos, están laburando más por amistad que por capacidad. Entonces, dije: ‘Si encuentro algo que me seduzca y valga la pena, lo agarro, sino me quedo donde estoy”, recalca el ex volante en un mano a mano con Infobae.
-¿Qué es de su vida, Juan?
-Estoy tranquilo, esperando a ver si me sale algo de entrenador. Estoy trabajando en una clínica médica como administrativo junto a un amigo, que antes era mi profesor, que me dio una mano.
-¿Está urgido de trabajar?
-Estoy bien. Hoy sé que llego a fin de mes y la plata la tengo. En los clubes, últimamente, no se sabía si iba a cobrar porque se atrasaban con los pagos y tenía necesidades de pagar impuestos. Yo pago un alquiler de un departamento en Villa Madero. Además, tengo que hacer compras, pagar la patente del auto, y no puedo decirle al tipo “no me pagaron”. Necesito trabajar para comer y alquilar, sino me quedo sin techo. A los clubes eso no les interesa. Un día, vienen y te dicen que no recaudaron y no pueden pagarte. Me cansó el fútbol. Ahora, si encontrara un club grande en el que a fin de mes cobrara sí o sí, cambiaría de profesión y no tendría ningún problema. Pero las instituciones por urgencias económicas no están pagando y tienen deudas económicas.
-¿Vive solo?
-Sí, ahora sí. Estoy separado desde hace tres años. Pasé un momento duro y doloroso, producto de la muerte de mi hermano por COVID-19. Me agarró en un momento personal difícil por la pandemia y la falta de laburo. Él tenía 53 años y ayudaba mucho a mi mamá, de 83 años.
-¿Está bien económicamente?
-Estoy bien en lo anímico y ahora en lo económico, gracias a este profesor que me dio una mano. Gano más de lo que percibía como entrenador de inferiores en Almirante Brown. No te imaginás la tranquilidad que tengo de saber que llego a fin de mes y tengo la plata depositada. Por lo menos, me puedo meter en un crédito o sacar a pagar algo, saber que la plata la tengo. En ese sentido éste es el laburo ideal. Ojalá los clubes estuvieran así. Hoy es dificilísimo. La mayoría están quebrados y mal administrados.
-¿Por qué se alejó del mundo del fútbol?
-El fútbol me dio la espalda luego de lo que me pasó en Almirante Brown. Me acobardé, porque no te valoran como persona ni como profesional. Tengo que estar mendigando para que me den una oportunidad como entrenador. Los actuales, algunos, están laburando más por amistad que por capacidad. Entonces, dije: “Si encuentro algo que me seduzca y valga la pena, lo agarro, sino me quedo donde estoy”.
-¿Está dolido por esta situación?
-Sí, me duele, porque el fútbol ya no es como antes, que llamaban a gente capacitada o que había hecho algo por este deporte. Me pasó en Racing, donde me inicié como jugador. Me dio todo La Academia, pero resulta que después me echaron y nunca más pude volver a pisar el club. Lo mismo me sucedió en Almirante Brown.
-¿Qué fue lo que pasó?
-Durante la pandemia me dijeron que no me iban a tener en cuenta por unas declaraciones que formulé que al final fueron ciertas, porque nunca nos dieron bola ni se preocuparon por nosotros. En esa época, necesitaba una solución económica porque no estábamos cobrando y necesitaba hacerlo. Es más, nunca me respondieron por teléfono.
-¿Tiene representante?
-No tengo como director técnico, únicamente tuve como jugador a Guillermo Coppola. Luego, me manejé sin agente, y no es fácil porque pareciera que tenés que estar ligado a una persona para dirigir en un club. No te llaman por la capacidad que tenés ni por haber trabajado tantos años en divisiones inferiores.
-¿Fue su papá el que lo llevó a probarse a Racing?
-No, fui solo. Fui primero a probarme a River y te pedían una tarjeta de presentación para tener una prueba. De 500 chicos, quedamos tres. Me dijeron: “Juan, estuviste muy bien, en cualquier momento te vamos a llamar”. Pasó un mes y jamás recibí el llamado. De esta manera, seguí trabajando como cadete en una fábrica metalúrgica, donde había un compañero que tenía un conocido en Racing y se ofreció a hacerme el gancho para probarme allí.
Con Maradona en la selección argentina
-¿Cómo le fue?
-Llegué al club y estaba Miguel Lotito, dirigente de la institución, quien fue el encargado de hablar con el entrenador de las divisiones, Tito Castelli, para que me hicieran una prueba, que luego pasé y por eso me ficharon enseguida.
-¿Qué recuerdos tiene de su paso por la Academia?
-Soy un agradecido al club porque gracias a Racing fui conocido a nivel nacional, y me pude comprar mi casa y mi auto. Pero los dirigentes pasan, los jugadores también y el club es el único que se mantiene. No estoy enojado con la Academia, sino con la dirigencia de aquel momento encabezada por Gastón Cogorno y Rodolfo Molina.
-¿Por qué?
-Porque después de haber trabajado en un grupo formativo de infantiles e inferiores, de donde salieron muchas figuras actuales como De Paul, Vietto, Centurión, Zuculini, Salvejich, Campi, Viola y Fariña, me echaron como un perro. Igual, estoy tranquilo porque con la venta de estos futbolistas, la institución se acomodó económicamente.
-¿Qué motivo le dieron para echarlo?-
Cuando llegó Fabio Radaelli, desde la dirigencia me dijeron que no me iban a tener en cuenta porque no era parte del proyecto. Les respondí que no entendía por qué, que creía que cuando echaban a una persona el motivo era porque se había portado mal. Siempre me porté honestamente y sigo caminando por la calle con la frente bien alta y nadie, a esta altura, me puede señalar con que hice algo raro en Racing.
-¿No pidió explicaciones?
-No, pero me dolió mucho, agaché la cabeza y me fui. Yo había regresado al club luego de muchos años para dirigir en las inferiores, en la Reserva y me tocó agarrar la Primera en un momento difícil, durante cuatro partidos, porque todos estaban preocupados y el club estaba muy mal en la tabla de posiciones. Ahí me di cuenta de que Racing en un equipo difícil, la gente te exige, te pide mandar a todos los jugadores para adelante. Cuando me echaron, vino Claudio Vivas a trabajar, que es un tipo de bien, sensacional.
-¿La pasó mal luego de que lo echaran del club de Avellaneda?
-Sí, estuve seis meses sin trabajar. Se me hizo muy difícil volver al ruedo, hasta que me llegó la posibilidad de dirigir en San Jorge, en Santa Fe, gracias a Oscar Regenhardt que me recomendó. Allí, estuve un año y tuvimos posibilidades de salir campeón en la liga. A la temporada siguiente, se me complicó porque estaba sólo, sin mi familia, así que me volví a Buenos Aires. De esta manera, me quedé sin nada hasta que me abrió las puertas Almirante Brown.
-Jugó en Racing, en el Lecce de Italia, en Zaragoza de España, en Suiza, ¿no pudo hacer un buen colchón de dinero para en la actualidad vivir cómodo?
-No pude. Lo que pasa es que cuando yo fui a Europa, la peseta en España y la lira en Italia no valían nada. Cuando regreso a la Argentina, recién ahí empiezan a manejarse con el euro. Fijate que ni Diego Maradona hizo plata. Empezó a hacer dinero cuando dejó de jugar y le empezaron a manejar las cuentas, cuando llegaron los sponsors.
-¿Cuándo Diego era futbolista no tenía mucho dinero?
-Tenía muy poco. A Maradona todas las personas que se le acercaron le robaron plata. Es más, te digo que la mayoría de los ex jugadores de mi época ningún se salvó, están todos laburando. O si alguno hizo algo es porque lo invirtió en algún departamento y hoy vive de los alquileres.
-¿Es ahí cuando aparecen “los amigos del campeón”?
-Sí, pero no es fácil estar en esa situación, porque todos nos mareamos con la plata y los contactos que se acercan. Mi único representante fue Coppola. Después, en Italia tuve a Antonio Caliendo que fue el agente de Roberto Baggio, de Daniel Passarella y Ariel Ortega. Fue él quién me dijo de la posibilidad de ir a jugar al Mónaco junto a Ramón Díaz.
-Pero no jugó en Francia.
-No, pasó que salí del Lecce porque quería estar en un club un poco mejor, y como estaba la posibilidad del Mónaco, dejé Italia. Pero al final se cayó la oportunidad de jugar en el conjunto francés y recalé en el Locarno de Suiza, de la segunda categoría. La mayoría de los jugadores eran amateurs. Los únicos profesionales éramos Gustavo Costas y yo.
-¿Es cierto que en ese club suizo sus ex compañeros tenían otros trabajos para mantenerse?
-Sí, había un banquero, un empleado de supermercado, un abogado, un escribano, entre otros. Y en cada partido, asistían 100 personas a la cancha. Al entrar al campo de juego te agarraba una depresión… Es más, luego de jugar, me bañaba y al salir no existía un periodista para hacerme una nota. Me cruzaba únicamente con el canchero que te estaba esperando para cerrar la puerta. Entrenábamos durante la noche porque los muchachos trabajaban de otra cosa durante el día. Me cambió un montón y, desde ahí, llegó la debacle.
-Luego regresó a la Argentina para jugar en Huracán. ¿Cómo se dio su llegada a ese club?
-Me llamó Cesar Luis Menotti porque conocía al presidente Peña. El Globo tenía un problema económico y estaba en quiebra, no pagaban. Estuve seis meses y me fui a Alvarado de Mar del Plata, otro proyecto del Flaco. No clasificamos al Nacional B y presentaron quiebra, quedamos todos sin nada, sin club y no sabíamos a dónde ir. Yo me había instalado con mi familia a Mar del Plata.
-Al final se retiró en All Boys
-Sí, me llegó la oportunidad de jugar allí, donde estaba Ramón Adorno, que me conocía porque me había dirigido con el Pato Pastoriza en Racing. Le dije que sí, que no había ningún problema porque el equipo de Floresta estaba compitiendo en la segunda categoría, y de esta manera, terminé mi carrera ahí. No pude hacer un colchón de dinero para vivir bien por diferentes circunstancias. Solo me compré un departamento que es donde viven mi ex mujer y mi hija. Solo eso. Así que yo necesito trabajar para alquilar.
-¿Cómo nació su relación con Diego?
-Todos los días lo extraño, me pongo a pensar en él y lo tengo presente, conmigo fue muy generoso y me aceptó como amigo. Hicimos una relación cercana muy grande en el seleccionado juvenil de 1979, porque la pasamos mal de verdad ambos de chiquitos. Haber compartido la misma pieza con Diego en Japón fue algo maravilloso. Yo era un año más grande que él así que me respetaba (risas). Recuerdo que me decía El Viejo porque me gustaba levantarme temprano, cuidarme en las comidas, ser ordenado y todo eso, pero ojo que conmigo Diego siempre se cuidó, no era como muchos piensan, en esa época se cuidaba mucho.
Barbas, junto a Pelusa, cuando coincidieron en España
-¿Tenían cosas en común?
-Sí, porque nuestros padres hicieron un sacrificio enorme para sacar a la familia adelante, para poder alimentarnos; ambos vivíamos en una villa de chiquitos. Mi infancia fue dura, pero linda a la vez. Pisos de tierra, una sola cama donde dormíamos con mis hermanos como se podía y muchas necesidades, no voy a mentir, necesidades teníamos de todo tipo. Con Diego hicimos una gran amistad, al punto tal de que me pide para ir a concentrar a su pieza juntos en la Selección del 79.
-¿Por qué dice fue muy generoso con usted?
Antes de disputar la Copa del Mundo en Japón hice el servicio militar en el Regimiento de San Martín y el Teniente coronel era fanático de Maradona. Cuando me autorizó a ir a disputar el Mundial de Japón me puso una condición. “Si salimos campeones quiero que me traigas a Maradona al batallón”, me dijo. Entonces, luego de la consagración, le digo a Diego en la habitación del hotel: “Me tenés que hacer un favor, porque el teniente general me prometió que si te llevaba a vos al regimiento me daba la baja militar definitiva”.
-¿Qué hizo el Diez?
-Cumplió con el favor que le pedí. Fue a visitar al Coronel y se sacó una foto con él. Por eso remarco qué me ayudó mucho y fue generoso conmigo, crecimos juntos. Lo vi jugar en su mejor momento y hacía cosas que otros no se animaban a llevar a cabo. Hacía malabarismo con un limón, con el taco; increíble.
-Un jugador superdotado, ¿no?
-Sí, a veces lo comparan con Lionel Messi que es un muy buen jugador, pero son de distintas épocas, y con juegos diferentes. Diego no podía estar sin agarrar la pelota ni podía pasar desapercibido, cuando no le salía una jugada se fastidiaba y no dormía. A Messi le debe pasar lo mismo, pero no lo demuestra tanto como sí lo hacía Diego. Por eso, lo quieren, lo siguen queriendo y lo van a querer de por vida.
-¿Por qué elegió a Claudia Villafañe como madrina de una de sus hijas?
-Claudia es la madrina de mi segunda hija, Daniela. La elegí por la amistad que teníamos con Diego. Ella es una mujer extraordinaria, a quien le pedimos favores y siempre está presente, especialmente para venir a los cumpleaños de mis hijas. O cuando necesitaba una firma de Pelusa, acudía a Claudia. Me decía: “Sí, Beto, no hay ningún problema”. A mí me daba vergüenza pedirle a Diego un autógrafo, por ejemplo.
-¿Por qué?
-No quería molestarlo, tenía vergüenza. Entonces, Claudia se encargaba de hacer firmar la casaca.
-¿Es verdad que un día Diego lo tiró a la pileta sin estar enterado de que no sabía nadar?
-Fue durante el Mundial de Japón. En los momentos libres nos íbamos a comprar cosas electrónicas y a recorrer el centro de Tokio. Pero cuando salimos campeone, el Flaco Menotti nos autorizó a hacer lo que queríamos. De esta manera, como ya habíamos ido con Diego a comprar varias veces, nos quedamos en la pileta del hotel. Yo no sabía nadar, entonces estábamos en la orilla, vino y me empujó, pensando que sabía nadar, y se reía.
-¿Quién lo rescató?
-Como no salía del fondo de la pileta, que medía siete metros de alto, Pelusa se tiró a rescatarme junto con Gabriel Calderón, y en la desesperación por salir casi ahogo a uno de los dos. Pasamos de la felicidad de ganar un Mundial a la tragedia, porque casi me muero.
-Al mismo tiempo que jugaba en Racing le tocó hacer el servicio militar. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Cuando me tocó hacer la colimba, no hice nada; nunca agarré un arma, ni limpié, ni nada. Cuando hice por primera vez la colimba me tocó en La Tablada. Llego, me dan una guadaña para cortar el pasto de una cancha y yo decía: “Uh, jugando en la Selección Argentina juvenil, había estado entrenando en la Mayor, era futbolista de la Primera de Racing, y me mandaron a cortar el pasto acá”. Un día, teníamos que hacer un amistoso contra el Cosmos en Tucumán. Entonces, el profesor Ricardo Pizzaarotti me preguntó: “¿Cómo es el tema para que te liberen en el servicio militar?”. Le dije: “La AFA se encarga de eso”. Entonces, me fui y estuvimos cinco días afuera.
-¿Qué pasó a la vuelta?
-Cuando llego, un teniente coronel me agarró y me dijo: “Soldado Barbas, es un desertor. Se escapó y ahora tiene 15 días de arresto”. Cuando me dijo eso, fui directo a la AFA a hablar con alguien para que me solucionara el tema del castigo. Porque, según el teniente, nadie había pedido permiso para que yo saliera del regimiento.
-¿Qué hizo al respecto?
-Hablé con Pizzarotti, quien lo solucionó, y a los dos días me levantaron la sanción. En ese momento, estaba Leopoldo Galtieri, que era fanático de Racing, que me conocía, y por ese motivo, yo llegaba al Regimiento a las 6 de la mañana y a las 8 me iba a entrenar.
El origen humilde fue un punto en común con Maradona: «Ambos vivíamos en una villa de chiquitos. Mi infancia fue dura, pero linda a la vez»
-¿Es verdad que disputando el Mundial de España 82, casi lo citan junto con Diego para que fueran a las Islas Malvinas?
-Se decía que aquellos que estábamos “bajo bandera” todavía, porque habían pasado solo tres años del día que dejamos de hacer la colimba, podíamos ser citados para ir a la Guerra de Malvinas. Pero, al final, nunca sucedió. Hubo un problema cuando se dijo que la selección argentina disputó la Copa del Mundo en 1982 mientras se llevaba a cabo el conflicto bélico con Inglaterra. Primero, nosotros no sabíamos lo que estaba pasando en nuestro país, ya que estábamos en Europa. Segundo, jamás imaginamos que los ingleses iban a bombardear las Malvinas. Nosotros fuimos a representar al fútbol argentino, no a un país; éramos empleados de la AFA, no dependíamos de nosotros.
-¿Por qué no tuvo un buen rendimiento el seleccionado argentino en España?
-La Selección hizo el mismo trabajo que en 1978. Se repitió en 1979, cuando los juveniles salimos campeones en Japón. Y, después, te toca el choque inaugural que lo terminás perdiendo 1 a 0. Luego, le ganamos a El Salvador y Hungría. En la segunda fase nos tocó Italia, que venía de ser criticado por sus hinchas, y luego Brasil, que contaba con una selección muy buena, integrada por Zico, Sócrates, Falcao… Terminamos perdiendo ambos partidos. Lamentablemente quedamos afuera. ¿Fue un fracaso? Y no sé si lo fue, lo que sí es que tratamos de llegar lo más lejos posible en la Copa; no fuimos a pasear, sino a representar al fútbol argentino. Y revalidar el campeonato mundial del 78.