«Desde abajo hacia arriba se pueden generar alternativas confiables y transparentes», dice Leonardo Santoro, el impulsor.
Así como en días de crisis los vecinos de las zonas más pobres se la rebuscan en el comercio informal para generar un ingreso extra, un grupo de comerciantes de un barrio popular de Lomas de Zamora afectado por la caída en las ventas creó un novedoso dispositivo para paliar los efectos de la escalada inflacionaria: una tarjeta de compras por afuera del sistema bancario que otorga descuentos de hasta el 30 por ciento en los comercios de cercanía.
La iniciativa se puso en marcha de boca en boca hace solo diez días en el barrio El Faro, de la localidad lomense de Santa Marta, y debido a su impacto ya se adhirieron alrededor de 500 vecinos y más de cien comercios; lo cual es mucho para la superficie que tiene esa zona del sur del conurbano.
En un principio, las tarjetas eran de cartón, sencillas, y las entregaba un solo comercio de manera gratuita para ser utilizadas por sus clientes. Pero debido al éxito y la expansión de la idea, debieron hacerse de plástico. Tienen el nombre de la iniciativa, “Tarjeta de Descuento Barrio Unido”, y una leyenda, “Nuestro barrio, nuestra patria”.
La modalidad de uso es sencilla: el vecino recibe gratuitamente la tarjeta y con ella puede comprar en cualquier comercio adherido. Será beneficiario del descuento que ese local ofrezca en porcentajes que oscilan entre el 10 y el 30 por ciento, independientemente del volumen de compra. El comerciante que se quiera adherir no tiene ningún requisito más que publicar el porcentaje de descuento al que se compromete.
“Un círculo virtuoso”
“Generamos un círculo virtuoso, como una gran cadena de favores en la que nos beneficiamos todos”, sintetiza Leonardo Santoro, el creador de la tarjeta y referente de Barrio Unido, una organización de la zona que impulsó varias movidas barriales. Desde conseguir medicamentos y donaciones para familias de bajos recursos, hasta un cine móvil y una movilización para socorrer a un vecino que se le había incendiado la casa.
Lo de la tarjeta fue un paso más en términos de acción social y política, aunque con efecto impensado porque nunca calcularon el impacto que tiene hasta el momento. “Soy consciente de que esto es una construcción de poder para cuando necesitamos algo más”, dice Santoro a Página/12, sin inocencias.
La idea de la tarjeta la tomó de una experiencia propia en Córdoba, después de haber vivido varios años en México. En la provincia mediterránea impulsó una tarjeta similar para estudiantes universitarios. La vendía y tenía un costo anual de uso. Podía utilizarse en boliches, restaurantes y casas de vestimenta, entre otros lugares. Llegaron a tener 10 mil afiliados y 500 comercios.
En cambio, la tarjeta Barrio Unido es gratuita. “Cuando los precios empezaron a subir de manera bestial pensé que había que buscar una alternativa para hacer que el dinero circule en el barrio –cuenta Santoro-. Entonces hablé con mi esposa y le dije ‘qué buen momento para hacer lo de Córdoba’. Pero en vez de hacerla comercial, que sea algo social”. Y ahí empezó todo.
Las claves para que funcione la tarjeta
Lo primero que hizo fue publicar su idea en un estado de Whatsapp. Lo leyeron sus clientes de la carnicería, algunos de los cuales son comerciantes de la zona. Uno de ellos lo llamó y le dijo: “Me gustó la idea, me sumo”. Y ahí empezó a rodar.
El paso siguiente fue que los comerciantes entendieran que debían hacer “un esfuerzo” para vender con descuentos. “Vender más barato para vender más”, explica Santoro y da como ejemplo el caso de una joven pedicura del barrio, que atendía a los clientes de siempre y desde que adhirió a Barrio Unido ofreció un 25 por ciento de descuento y en un solo día sumó tres nuevos clientes.
“Ella entendió que su tarifa no era competitiva y que si ofrecía un descuento trabajaría más pero trabajaría al fin y se aseguraría un ingreso. Es obvio que todos queremos ganar lo máximo, pero hay que entender que en este momento hay que hacer algo diferente”, reflexiona.
La otra clave fue descifrar la circulación del dinero barrial y generar las condiciones para que tenga una ruta interna. “Yo soy carnicero, laburo recontra bien y vivo en el barrio. Por lo tanto lo que gano lo gasto en el barrio. A mí me va bien y ayudo que a otros les vaya bien”, dice Leonardo.
El tercer factor para que esto funcione decodifica, de alguna manera, la estrategia del marketing: “La tarjeta metida en la billetera no sirve -dice-. Hay que bien-utilizarla, ir a los comercios adheridos para que la sumatoria de esos descuentos represente un dinero importantísimo.”
O sea que el vecino debe comprar. Ergo, la clave para ahorrar es gastar. Como sea, el objetivo es “impulsar el consumo interno, generar un polo de consumo en el barrio para que podamos ayudarnos entre todos”, añade el creador de Barrio Unido.
“Cuando algo es confiable la gente se suma”
A las tarjetas las reparten él y sus colaboradores, y debido al éxito de los últimos días este sábado hizo una entrega masiva de más de mil plásticos en la Parroquia Cristo Obrero, ubicada en la zona.
Ahora bien, esta tarjeta producto de la creatividad en tiempos de crisis, de la estrategia de marketing, de la ayuda social, de la sinergia por lo barrial, de la pericia política o de todo junto ¿es la solución a los problemas de la economía doméstica golpeada por la inflación? “No -aclara Santoro-. Esto es un paliativo. No podemos mentirle a la gente, esto no le va a cambiar la vida pero le va a ayudar un poco más.”
“También hay otra cosa -propone a modo de cierre-. Esto demuestra que desde abajo hacia arriba se pueden generar alternativas confiables y transparentes. Y cuando algo es confiable y transparente, la gente se suma.”