La médica cardióloga dio una profunda charla sobre el lugar de la mujer en el ambiente médico. La culpa de sentirse mala madre por intentar crecer en su carrera, el sacrificio y el poco espacio en los cargos dirigenciales. Además, cuenta las diferencias entre el corazón del hombre y el de la mujer, y explica por qué sufren paros cardíacos unos y otros.
“Mi nombre es Florencia. Soy médica. Soy mujer. Soy madre”. La tríada es precisa y es con la que elige presentarse Florencia Rolandi ante los jóvenes que la escuchan en una nueva charla de Cómo Llegué Hasta Aquí.
Una descripción general indicará que Florencia es médica cardióloga, especialista en el desarrollo de herramientas digitales de salud, ex Asesora de Salud en la Subsecretaría de Gobierno Digital de la Nación, y protagonista de una charla TEDx que cautivó a miles de personas.
“Desde que tengo recuerdo digo que quiero ser médica. Mis padres dicen que desde los 4, 5 años. Y si bien eso lo tuve súper claro, durante los últimos 20 años quise hacer muchas otras cosas. Así que soy médica pero soy muy curiosa y he hecho muchas cosas en paralelo a la medicina o en conjunto con la medicina”, comienza su charla. Siempre en primera persona, pensando cada palabra, relatará algo de su vida y de sus conocimientos sobre el corazón de los hombres y de las mujeres.
“Tengo dos hijos, de 14 y 10 años, que tienen una cabeza mucho más libre, mucho más abierta. El mundo es más fácil, más inclusivo. A mí me gusta mucho más el mundo que tenemos hoy, en el que uno puede decir, desdecirse, equivocarse, recalcular”, continúa.
“Trabajo desde muy chica. Empecé a trabajar a los 13 años, durante los veranos. Mi madre trabajaba en el Hospital Roffo, un hospital de oncología, y yo lo hacía en la biblioteca de ese hospital. Era ad honorem, pero mi papá me pagaba. Y a los 15 empecé a dar clases de castellano a los italianos que venían a la Argentina, de italiano, de latín, a ser maestra particular. Siempre me divirtió mucho ganar plata y yo venía de una casa donde la plata era mala palabra, como que era de gente tonta hablar de dinero. No se hablaba de plata, ni del que tenía ni del que no tenía, ni de nada. Y yo sentía que a mí me re divertía. Así que trabajé de muy chica”.
“Desde que tengo recuerdo digo que quiero ser médica», cuenta Florencia.
“Cuando ya me metí en medicina se terminó el laburo, se terminó el tener muchos intereses y me enfoqué solo en estudiar muchas horas, muchas horas, con muchos amigos, en grupo. Y así transcurrió la facultad y los primeros años, donde empiezan las prácticas. Obvio que cuando entrás a medicina solo podés tener un novio médico o que estudia medicina, porque nadie te da bola, porque vos tenés libre el martes y después rendís y estás estudiando. Y además no sabés hablar de otra cosa. Pero aún así era divertido. La facultad fue súper divertida”.
“Y cuando estaba terminando la facultad tenía ganas de hacer ginecología pero trabajaba en una terapia intensiva con dos médicos más grandes que me decían ‘bueno, pero si a vos te gusta esto de la cardiología y la terapia ¿por qué no?’. Y yo dije ‘pero los cardiólogos son varones’. Me parecía que era como muy serio para una mujer. Yo tengo 47 años, y vengo de un mundo muy machista donde creo que las mujeres hemos sido las principales machistas”.
“Hubo una época súper dura de laburo. De dormir afuera de mi casa tres veces por semana. Estar despierta 30 horas. Quedarme dormida en el semáforo y que me despertara la bocina del colectivo de atrás. Por suerte me enamoré de un chico que trabajaba ahí con el cual después estuve casada 20 años y eso hizo que tuviera un súper motivo para ir, y levantarme, y verlo, y tratar de estar linda en lo que se puede durmiendo 20 horas por semana. Y cuando terminé la residencia, que ya era médica cardióloga, enseguida quise hacer investigación clínica”.
“La vida de los médicos o de la mayoría de nosotros es de mucho sacrificio, que lo ves a la distancia, no cuando lo estás haciendo. Yo lo miro ahora y digo ‘uf, no dormía, no comía’. Eran jarras y jarras de café y seguir adelante, y seguir adelante y los errores se pagaban muy caros. Entonces nos esforzamos muchísimo”.
“La vida de los médicos o de la mayoría de nosotros es de mucho sacrificio», dice.
El corazón de las mujeres
“Hay diferencias en los varones y en las mujeres y en cómo se enferman. Algunas de esas diferencias son estructurales: el tamaño de las arterias, el impacto de las diabetes en la mujer es peor… Hay ciertas cosas. Pero para mí lo más llamativo es la diferencia en los motivos de estrés entre varones y mujeres. Tal vez porque es el factor de riesgo que más difícil nos resulta manejar, porque para todos los otros por suerte tenemos o medicación, o actividad física, pero para el estrés, como lo conocemos tan poco, es difícil empezar a entenderlo”, dice, sobre lo que tanto ha estudiado: el corazón.
“Los varones son lineales. A los varones les importa mucho su performance laboral y de proveedores y, en general, tienen un foco. Después pueden desarrollar muchas cosas, pero la libido la van poniendo en una cosa. Digo, los que hacen muchos emprendimientos ponen la energía acá y después acá y después acá y los van acumulando, y delegan, etcétera”.
“Las mujeres somos muy malas delegando en general. Tenemos mucha culpa de no hacer cosas que se supone que tenemos que hacer nosotras. Intentamos estar en muchas cosas a la vez. Es falaz que podemos hacer muchas cosas a la vez: está visto que el cerebro solo se puede enfocar en una cosa y que si vos estás haciendo muchas cosas tu cerebro va saltando de una en otra: mientras vos cocinás, atendés el teléfono y estás mandando un e-mail, le contestas a tu hijo que no se tire por la escalera. Pero en realidad estás haciendo una sola, las mujeres en general saltamos esa energía, nos insume menos tiempo que a los varones. Un varón te diría ‘estoy mandando un mail, no puedo mirar que el pibe que no se tire por la escalera’”.
“Y además las mujeres tenemos una cosa que es súper graciosa: pretendemos ser brillantes en todo. No es que vos decís ‘bueno, como a mí me va bien en el laburo entonces me dejo las canas y me es permitido’. A mí no me es permitido estar más fea o más despeinada. Y esa pretensión de hacer todo perfecto es diferente. Los hombres quieren hacer una cosa muy bien, quieren ser exitosos de alguna manera, las mujeres queremos estar en todo. Tenemos en general un nivel de control que en algún momento es lo que nos quiebra. En algún momento el estrés relacionado con la enfermedad cardiovascular es fundamentalmente esa cosa que hiciste sin ganas”.
«Las mujeres pretendemos ser brillantes en todo», dice, en referencia a la autoexigencia.
“Algo característico: los varones se frustran cuando quieren hacer algo y no pueden. Tenías el partido de fútbol que jugabas a tal hora y se cortó la luz. O vos le pedís que cuide al chico el día que tenía el básquet con los pibes. Las mujeres la pasamos muy mal cuando hacemos cosas que no queremos. Y tenemos llena la vida de cosas que no querés hacer. Llena. Llena. Llena. Le contestás a una amiga que ya no te bancás. Hablás con el familiar de no sé qué. Estamos muy atareadas de cosas que no tenés ganas de hacer. Y es diferente”.
“Otra diferencia: cuando los hombres se asustan, consultan rápido. Y eso es genial porque vienen corriendo. Las mujeres hacen cosas, te podría contar mil anécdotas, cosas como que antes de venir con el infarto hacen un kilo de milanesas y las ponen en el freezer. Eso pasa. Preguntás ¿por qué? y te dice: ‘yo sabía que me iban a dejar internada’. Entonces eso es una mujer. Una mujer que dice ‘bueno, pero no le avisen a mi hijo ni a mi hija ni no sé qué’. Y vos decís: ‘le tengo que avisar porque es grave lo que tenés, necesito que venga alguien de tu familia’”.
“Muchos creen que el infarto es una cuestión de hombres. Escuchaste más de casos de varones que de mujeres. Pero en Argentina se mueren más mujeres que varones por causas cardiovasculares. Se muere una mujer cada 10 minutos. Hay mucho infarto, hay mucho accidente cerebro vascular, hay muchas mujeres que tienen stents. Probablemente es cierto que lo tenemos un poco más grandes, los hombres a veces son un poco más jóvenes y por ahí la historia es más impactante. Pero estamos llenos de historias de chicas jóvenes que se infartan. Pasa que nos infartamos y después seguimos con la vida. Somos mujeres, somos trenes. Funcionamos así, no nos detienen. Y el corazón es muy noble, porque si zafas tenés grandes chances de tener una súper vida después. A diferencia del ACV que podés tener una discapacidad severa y es más traicionero. El corazón, si vos después aprendés a mantenerte en peso, dejar de fumar y cuidarte, te da mucho hándicap para adelante y podés tener una buena vida por muchos años más”.
“Muchos creen que el infarto es una cuestión de hombres. Escuchaste más en tu vida de casos de varones que de mujeres», cuenta.
“Lo que enferma las arterias del corazón empieza a formarse a los 10 años, y fumas a los 20, y el anticonceptivo que te tomaste. Y engordaste. Y tuviste tu primer hijo y te quedaste con 15 kilos de más y nunca los bajaste. Y todo eso es lo que después te va enfermando. Entonces realmente es importante hacer que las mujeres tengamos en cuenta que del corazón nos morimos, que nos tenemos que cuidar. Que obviamente tenemos que cuidar a los varones, pero que nos tenemos que cuidar nosotras también. Sobre todo porque se puede prevenir, entonces vale la pena”.
El desamor
“El desamor, como cualquier estrés, afecta al corazón. Digo, nosotros habíamos hecho esa campaña que decía: ‘El corazón de las mujeres puede romperse en serio’. Hay muchas situaciones de estrés que afectan al corazón, especialmente al de las mujeres. Incluso tienen infartos con arterias que visiblemente no se ven enfermas. Existen infinidades de casos en situaciones de estrés de amor, de enfermedad, el cuidado de los enfermos en una familia es la situación más estresante que existe y en general está a cargo de una mujer. Es la mujer la que cuida a su madre o a su padre, pero también es una mujer la que cuida a su suegra o a su suegro. O la que está a cargo de los chicos y de las cosas de los chicos. Entonces las grandes situaciones de estrés que hay en la vida son mucho más frecuentes en las mujeres que en los varones”.
“Los varones tienen situaciones de estrés en general, no es porque uno sea peor que el otro, pero los hombres tienen situaciones más relacionadas a lo económico, a perder ese lugar de ser los proveedores que a veces tienen grandes consecuencias. Los varones también tienen infartos por esas cosas pero tienen una resolución distinta. En las mujeres es más agudo. Por ejemplo es común el infarto porque me asaltaron. O porque choqué. Todas las historias de mujeres tienen algo así”.
“Cuando llegan las mujeres con un infarto y vos le decís: ‘Está estudiado que el 70% estuvieron muy cansadas en la última semana’. Es como un síntoma más, de mucha fatiga en la semana previa. Y si vos cruzás a cualquiera de nosotras y decís: ‘Che, cómo andas, ¿estás muy cansada?’. ‘‘Sí, re. Y ahora por esto y la semana pasada por lo otro, y la semana que viene por lo otro. Entonces es un síntoma muy difícil, porque las mujeres siempre estamos cansadas”.
«Existen infinidades de casos en situaciones de estrés de amor», explica Rolandi.
“Cada uno de nosotros sabe qué cosas le hace mal. Juntarme con esta persona me hace mal. Tengo tres laburos, qué sé yo, y en uno laburo 14 horas y me pagan poco, pero el que me hace mal es este, porque tengo esta situación de maltrato. O porque tengo esta situación que me resulta injusta. O estoy harta de, no sé, de callarme, que me digan determinada cosa con la que siempre me hago la salame y no la digo. Bueno, esas pequeñas cosas que todos tenemos son las que te enferman el corazón”.
Preguntas para Florencia
Como en cada encuentro del ciclo, al final se abrió un espacio para preguntas de los jóvenes. Muchas personas presentes en la Usina del Arte se interesaron muy particularmente sobre la situación de la mujer en el mundo de la medicina. Florencia agradeció cada duda y respondió todas las preguntas.
—Dijiste en la charla que de tus pacientes sabés hasta el nombre del amante. ¿Es importante saber ese tipo de cosas, si un paciente tiene un amante, para tratar su condición cardíaca por ejemplo?
—Mira, una vez un paciente llegó con un infarto al hospital y falleció. Y nosotros le dimos el parte a su mujer tipo a las 11 de la noche. Y a las cuatro de la mañana cayó la mujer. Y yo le dije al enfermero: “Pero yo ya hablé con la familia.” “No, pero la mujer se acaba de enterar.” Entonces no es importante porque sea un chisme, es importante porque eso somos las personas. Y ahí, en las personas, es donde radican las enfermedades. En las cosas que te estresan, en las cosas que te preocupan. Porque probablemente vos sos joven y es como una anécdota, pero cuando tenés un señor que tiene 74 años y por ahí tiene una vida muy de compañero con su mujer de 72 y de repente se enamoró de una de 64 y quiere estar como súper, tener plenitud y desarrollar su sexualidad a los 74… sí hace a mi laburo. Hace a mi laburo que pueda hablar, que lo pueda entender, que yo pueda ver si lo puedo ayudar sin poner en riesgo su corazón. Sí, hace. No es la amante, eso es anecdótico. Y también todas las situaciones vitales. Si te estás separando, si un nieto tiene un problema. La gente grande la pasa muy mal cuando los nietos tienen problemas. Si un nieto repite por ejemplo. Yo hablo mucho con los pacientes. Pero no solo por entablar una relación, no por lo coloquial. Estoy convencida de que ahí está la cuestión. Creo que las enfermedades tienen mucha relación y la salud por otro lado tiene mucha relación con cómo estamos o con cómo podemos estar. O con cómo queremos estar o con cuán distante es lo que deseás y lo que estás teniendo.
—¿Qué le dirías a una chica joven que quiere empezar la carrera de medicina?
—Yo creo hoy que las mujeres y los varones estamos en condiciones de bastante igualdad al principio de la carrera. No cuando empieza a ascender. Es decir, ahí sigue habiendo muchas diferencias. Durante mucho tiempo yo sentí que para poder estar al nivel de los varones tenía que masculinizarme. Entonces, no se me hubiera ocurrido nunca pintarme las uñas por ejemplo. Y después obviamente hay un lugar donde seguís siendo súper femenina, y el contacto con los pacientes es femenino. Entonces le diría que es muy interesante el camino de ambicionar un lugar de prestigio en la carrera y de poder en la sociedad científica, o donde cada uno tenga ganas de desarrollarse o en una institución, sin dejar de ser mujer. Me parece que ser mujer puede ser un plus. Y sin creer que va a ser lo mismo, porque no es verdad, sigue siendo difícil. Vos entrás a un hospital, en la Facultad de Medicina hay más mujeres que varones pero en los grandes puestos hay infinitamente más lugares de varones que de mujeres. Hay que hacerse lugar. Es un poco difícil, yo no termino de comulgar con muchas manifestaciones del feminismo actual. Yo me siento media vieja, pero a mí no me parece que sea más mujer porque tengas pelos en las axilas, o, no sé, las veo como muy combativas a las chicas más chicas. Creo que el feminismo pasa por otro lado. Y yo tuve algo súper importante, yo tuve una mentora mujer que me ayudó un montón. Porque me ayudó a las cosas más chiquitas y enormes a la vez.
—¿Por qué creés que las mujeres, en especial las madres, tardan mucho en consultar al médico y en muchos casos se guardan el diagnóstico para ellas?
—Es buena la pregunta. Las mujeres en general estamos, creo yo, muy atentas a no tener un cáncer de mama. Es lo único que tenemos alerta y hacemos y en cuanto nos tocamos algo vamos corriendo al ginecólogo, etcétera. Eso lo hacemos bien. Con el resto de las enfermedades no somos muy cuidadosas. Está, me parece todavía tan unida la idea de la mujer con esa ginecológica de reproductora que nos falta el cuidado más integral. Así que en general no somos de hacer muchos controles. Yo conozco un montón de mujeres que buscan médicos clínicos para sus maridos pero ellas ven al ginecólogo. Y les preguntás y el ginecólogo por ahí nunca le tomó la presión, nunca le pidió un análisis de sangre, nunca le hicieron una evaluación general. Y muchas veces no queremos preocupar a los demás. Pero eso es porque subestimamos a los demás, porque nos creemos que nadie mejor que nosotras para todo. Me parece que sería más inteligente ser un poco más vulnerables. Tenemos que aprender un poco más de eso las mujeres y pedir un poco más de ayuda. Lo haríamos mejor. Aunque sea confiando, qué sé yo, en otras mujeres, en otra red viste. Tenemos muy todavía como ese mandato de que nos la tenemos que arreglar solas, que los varones no sirven para ayudarnos o para sostenernos. Y nos la bancamos muy solas y es un error, porque cuando no estamos solas no lo hacemos, cuando nos da miedo no lo hacemos. Sí, pasa.
«Durante mucho tiempo yo sentí que para poder estar al nivel de los varones tenía que masculinizarme», respondió Florencia ante las preguntas de cómo llevó la maternidad y la carrera.
—¿Se puede morir por tristeza?
—Mira, hay muchos estudios que muestran que los viudos viven menos que los solteros. No menos que los casados. No lo sé. La depresión es una de las enfermedades súper endémicas que tenemos y que no estamos haciendo el correcto diagnóstico. Hay mucha más depresión que la diagnosticada y que la medicada y que la ayudada. Yo creo que no hay que minimizar, que no hay que minimizar ni la ansiedad ni la depresión y que hay que ir a consultar. También creo que todavía es un estigma. También creo que el tipo que va a un psiquiatra no lo comenta. Uno puede decir que va al psicólogo, pero vas al psiquiatra ya es raro. Y decís sin ningún problema que vas al ginecólogo, al proctólogo, a lo que sea antes que decir que vas al psiquiatra. O decís que tomas pastillas para la presión y para la diabetes y para la caída del pelo tomás hormonas, pero nadie dice que toma un antidepresivo. Me parece que hay que trabajar ahí. Primero porque muchos de nosotros tenemos afecciones de ese estilo, porque está hostil el mundo por momentos. Y entonces hay que estar atentos. Sobre todo en los más chicos. Está pesado. Y además hay un montón de herramientas para mejorar eso que habitualmente la ciencia las ninguneó y algunas de esas empezamos a ver que sirven. Parece que si meditas vivís más años que si no meditas. Parece que si dormís mejor no es lo mismo que dormir mal. Parece que si sabés respirar te va mejor que si respiras cortito y superficial. Entonces de repente como que hay un abanico de cosas de las cuales todavía no estamos haciendo uso. La primera es de decir che, todos tenemos un trip en el bocho. Cada uno tiene que saber a dónde manejarlo. Cada uno lleva el suyo.
—Me gustaría saber qué opinión te merece esa idea repetida en las mujeres de sentirse culpables por trabajar mucho y no estar siempre para los hijos.
—Yo mucho tiempo me autodenominé mala madre. No había cosa que me diera más angustia que llegar de trabajar y que mis hijos estuvieran durmiendo. Pero después descubrí que no era que yo estuviera poco, era que no estaba bien cuando estaba. Cuando yo estaba tenía toda la cabeza en contestar cosas, y hacer, etcétera. Y de a poquito con ayuda, con ayuda de muchos eh, de mucha gente que de distinta manera me hizo ver que lo único que yo necesitaba era cuando estaba en un lugar, estar en un lugar. Cuando era madre era madre y cuando no era madre no era madre. Entonces hoy aprendí por ejemplo que a mis hijos les molesta que yo llegue hablando por teléfono. Si yo llego a mi casa y estoy hablando por teléfono se ponen pésimos. Porque ellos necesitan que yo llegue y cómo están y los abrace aunque ellos me miren así y no me den bola. Pero necesitan esa llegada. Entonces si yo por ejemplo estoy con una llamada no me bajo del auto hasta no terminarla. Y cuando estoy con ellos estoy con ellos. Yo los hamacaba en la plaza contestando cosas ¿entendés? Yo me sentía mal. Por ahí los pibes se estaban riendo porque ni se daban cuenta, pero yo sentía que no lo estaba haciendo ok. Y cuando me decían no, vos olvidate, qué importa, yo sabía que había mandado a alguien a comprar el traje de dama antigua en vez de ir yo. A mí casa llegaba yo con el traje de dama antigua, pero yo sabía que lo había comprado alguien por mí… En algún momento intenté contrarrestarlo y entonces ya me hacía la súper mami, me quedaba a la madrugada haciendo la piñata, las invitaciones, las cosas, y no daba abasto. Y de a poco entendí eso, que yo tenía que en un momento trabajar y en un momento maternar.
Fuente: infobae.com