Felipe Rodríguez-Gentile tiene apenas 16 años y una educación futbolística no tradicional. No nació ni jugó en Argentina, pero acaba de tener sus primeros entrenamientos en la selección Sub 17 en el predio de Ezeiza que lleva el nombre de su ídolo: Lionel Andrés Messi.
Habla portugués, español e inglés a la perfección. Juega en el sorprendente líder de la liga inglesa Championship (la segunda categoría) y es uno de los “europibes” que más futuro tiene. Apodado “Felipinho”, su historia es la de un talento precoz (como tantos) que fue acompañado desde el principio por sus padres (como pocos). Y que, en caso de debutar con la camiseta albiceleste, será el primer futbolista nacido en Brasil en muchas décadas en hacerlo, más de 80 años.
La crisis de 2001 terminó por decidir a los Rodríguez-Gentile. Todavía no tenían hijos y decidieron emigrar a Brasil: Vinhedo, a una hora y media de San Pablo, fue su destino en busca de un mejor presente laboral y familiar. Allí nacieron sus hijos: Mateo y Felipe. En 2008 volvieron a hacer las valijas y estuvieron dos años en Italia. Allí, el menor de los Rodríguez-Gentile tuvo su primer contacto con una pelota. Y fue amor al primer toque: “Vimos cómo la manejaba y la pateaba y con la mamá nos miramos. Tenía apenas dos años”, cuenta a LA NACION su papá, Fernando.
Volvieron a Brasil y Felipe se destacó en todos los clubes en los que jugó, siempre como delantero; siempre como goleador. “Usó varios números: 9, 10 y 11″. Felipe ya era entonces Felipinho, un poco por el típico diminutivo en portugués y otro poco por su contextura física: escurridizo, habilidoso, veloz. Podría haber sido un producto más (entre decenas de miles) del vergel brasileño. Pero, sin embargo, Rodríguez-Gentile tenía inoculado el gen de la argentinidad: “Siempre que pudo usó la camiseta argentina.
En uno de los torneos que ganó en Brasil fue a la premiación con el intendente y la camiseta 10 de Messi. ¡En Brasil!”, recuerda el papá desde Liverpool, el que sería el siguiente destino (y final, por ahora) de la familia. Y agrega: “Comemos comida argentina, vemos fútbol argentino y los chicos venían todos los veranos de vacaciones a Argentina. Nunca cambiamos”. Así, Felipe vivía y jugaba al fútbol rodeado de verde y de amarillo. Pero pensaba en celeste y blanco.
El niño prodigio continuó haciendo goles y erigiéndose en figura con todas las camisetas que usó en Brasil: Rocinhense de Vinhedo, Country Club de Valinhos y Paulista de Louveira. Hasta que en enero de 2020, dos meses antes de la cuarentena por el coronavirus, su familia decidió volver a cambiar. “Era un buen momento para irnos con los dos chicos. Y fue otra vez por una oportunidad laboral”, cuenta Fernando. Dejaron Brasil y se fueron a la ciudad de los Beatles. “Acá no hay tantos extranjeros como en Londres, por ejemplo. Así que Felipe fue desde el principio ‘el brasileño’”, relata su padre sobre aquellos primeros días en el país de los inventores del fútbol.
Los hinchas de Preston quieren escuchar ahora que el principal talento de sus inferiores firmó un contrato a largo plazo. El único problema es que la legislación inglesa sólo permite rubricar convenios a partir de los 17 años. Felipinho los cumplirá este 4 de octubre. Mientras tanto, tiene una beca y está “refeliz” por entrenarse (y aprender) junto a los mayores. “Nuestro agente está hablando con el club. Quizás el 4 o el 5 de octubre haya algo firmado. Está bien encaminado”, dice su padre. Y en Preston respiran.