El emblema de Estudiantes de La Plata y ex DT de la Selección tenía 66 años, su salud había empeorado en las ultimas horas.
Profundo dolor en el fútbol argentino. Alejandro Sabella murió este martes a los 66 años a causa de un virus intrahospitalario que complicó su cuadro de cardiopatía aguda. En las últimas horas su salud se había complicado y no podía respirar por sí mismo. Finalmente perdió la vida tras luchar varias semanas en su internación.
Si hay una coincidencia general en el ambiente del fútbol es que Sabella, de una zurda exquisita como jugador hasta haberse acercado demasiado al título mundial con la selección argentina antes de caer en el alargue ante Alemania en Brasil 2014 como entrenador, es alguien muy respetado por sus actos a lo largo del tiempo, y tratando siempre de mantener un bajo perfil.
Nacido el 5 de noviembre de 1954 en Buenos Aires, con origen de clase media (padre ingeniero agrónomo y madre maestra de escuela), reconoce que nunca tuvo que trabajar y que pudo dedicarse a estudiar y llegó hasta segundo año de Abogacía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) cuando su ingreso al profesionalismo en el fútbol le quitó tiempo para continuar. “En verdad me gustaba más la medicina, pero me metí en Derecho porque me permitía estudiar en mi casa”, se sinceró una vez.
Su acercamiento al fútbol aumentó cuando aún antes de ingresar al colegio primario, lo asociaron al club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA) y con el tiempo, ingresó a jugar en sus tradicionales torneos internos, al igual que su hermano. “Nuestro equipo estuvo como cinco años sin perder un solo partido. Con mi familia, íbamos sábados y domingos, era religioso. Y cuando terminábamos y nos bañábamos, como mi mamá se demoraba más tiempos en las duchas, la esperábamos en el auto, y mientras tanto jugábamos, con la iluminación que hacía mi papá con los faroles del coche y allí íbamos los tres: uno atajaba, otro tiraba centros y otro pateaba. Llegábamos a la casa y teníamos que bañarnos de nuevo”, rememoró. Los que lo trataron por esos tiempos cuentan que solía colocarse como arquero y que relataba los remates mientras atajaba y se imaginaba siendo Antonio Roma, el arquero de Boca Juniors de ese tiempo.
“A mí me encantaba tener la pelota y gambetear y mi papá, que jugaba de 10 ó de 11 en los torneos internos y le pegaba con las dos piernas pero jamás eludía a nadie, me pedía que largara la pelota. Él jugó hasta muy viejito y cuando se retiró, dejó un mensaje titulado ‘Carta a los muchachos de los picados de los jueves’ y a esa carta la llevo siempre encima y les agradecía a quienes habían compartido los picados con él por aguantarlo, tenerle paciencia y cuidarlo”, se emocionaba.
Al poco tiempo pudo conseguir una prueba en River Plate gracias a que el padre de uno de sus amigos era delegado en ese club, aunque dijo que era de clase 1955 porque buscaban de esa edad, cuando era un año mayor. “Lo pude decir porque era de físico esmirriado y me creyeron pero cuando me aceptaron y se enteraron de mi verdadera edad, casi me matan. Me terminó fichando el ex jugador de los años Cuarenta Bruno Rodolfi”.
En 1974, mismo año de su debut en la Primera de River, el periodista Marcelo Araujo fue quien lo apodó Pachorra en un Sudamericano juvenil en Chile. “Lo hizo porque me gustaba dormir la siesta, algo que me gusta, pero que quede claro que no tuvo nada que ver con que no corriera”, aclaró en una larga entrevista con la revista El Gráfico. También recibió otro sobrenombre, el de “Mago”. “Jugamos con River un amistoso en Misiones bajo un diluvio impresionante. Vino un centro, me tiré en palomita, la pelota me quedó atrás y le di de taco y luego en el vestuario, creo que fue (Roberto) Perfumo empezó con lo de “mago” y fue quedando”.
En River jugó cuatro años, y participó en el plantel que consiguió el título de campeón tras 18 años de sequía, si bien tuvo por delante, en su posición, a Norberto Alonso y a Carlos Ángel López. Allí desarrolló una larga amistad con Daniel Passarella y logró tres títulos, Metropolitano 1975 y 1977 y Nacional 1975.
Sin embargo, la gran frustración de esta etapa con Ángel Labruna como director técnico fue la de no haber podido ganar la Copa Libertadores, pese a haber llegado a la final ante Cruzeiro en 1976. “Estuve en los tres partidos, incluso en el desempate en Santiago, cuando nos ganaron 3-2 sobre la hora, cuando llegamos sin varios titulares. La amargura fue muy grande pero recién cobré real dimensión de la derrota al año siguiente, cuando Boca pudo ganar la Copa ante el mismo Cruzeiro. Ahí se agrandó la frustración”.
Tras 118 partidos y 4 goles en River, su pase fue adquirido por el Sheffield United, que militaba en la Segunda División inglesa, aunque tras dos temporadas, su estética generó que pasara a otro equipo de la zona, el Leeds United (al que hoy dirige Marcelo Bielsa) de la Primera División.
“Sé que cuando el Sheffield vino a ficharme, buscaron primero a Mario Zanabria pero él estaba bien en Boca y no arregló, y entonces Antonio Ubaldo Rattín, que era el representante del Sheffield en Sudamérica, me ofreció el puesto y me interesó porque en River casi no jugaba. Me fueron a ver a un River-Boca por la Copa Libertadores, y anduve bien, al punto que El Gráfico tituló ‘Sabella no mereció perder’. Esa noche arreglamos, y me fui. Me podía haber ido mejor. Descendimos a Tercera pero en lo individual, me pusieron en el “Equipo del Siglo” en 2000 aunque es cierto que estas elecciones son discutibles, porque tiene más peso lo de los últimos años, pero al menos eso significa que algo hice”, comentó al hacer un balance de esta etapa, de la que destacó el ambiente tan distinto al argentino.