Desde el primer día, Yasky habló de la existencia de grupos instigadores detrás de los ataques a los supermercados. Aquí revela las versiones que existían desde antes de los saqueos y los intereses que se esconden detrás de la movida.
“Los saqueos tuvieron una organización en el sentido de la chispa”, sostiene Hugo Yasky en una entrevista en el matutino Página/12. Asegura además que se venían preparando desde hace un mes, y que la presencia de vehículos de alta gama merodeando las zonas donde hubo vandalismo, o incluso “el reparto de dinero en alguna barriada” no le dejaron dudas sobre que existió “una logística y una determinación de desestabilizar al gobierno”. Su diagnóstico está hecho en parte por datos aportados por integrantes de su organización, la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y en parte como la conclusión de un análisis político. Para el dirigente, “hay muchos sectores que están convencidos de que Cristina Kirchner no puede llegar al 2015 y la única manera que ven de terminar con esto es haciendo escombros del sistema democrático”. Sobre este fondo, Yasky cargó contra el titular de la CGT, Hugo Moyano, alertó sobre los caminos de la derecha y defendió lo hecho desde 2003 en el plano social. “Este es un Gobierno que ha generado respuestas. Parangonar la situación de hoy con la de 2001 es un ejercicio de una falsedad sin límites”.
–¿Cuál es su lectura de los saqueos?
–Para mí fueron actos de vandalismo que tuvieron una organización en el sentido de la chispa. Después, hay sectores que son convocados porque se les dice que van a repartir comida. Pero los actos de vandalismo fueron activados por grupos que están organizados, que manejaron logística y tenían planteado este objetivo. Hace más de un mes que en ámbitos políticos y sociales se venía hablando de que había grupos trabajando para esto, y está claro que en la Argentina de hoy existen grupos decididos a jugar fuerte para desestabilizar al Gobierno.
–¿De dónde sale el dato de que se estaban preparando desde hace un mes?
–Es un dato que nosotros lo manejábamos como hipótesis en las reuniones políticas. Surge del voltaje de algunos sectores en sus ataques al Gobierno, y de que hay sectores de la derecha que empezaron a perder la calma primero por el juicio a Blaquier, después por el avance en la causa de Etchecolatz. La fecha del 19 y 20 de diciembre pretende ser utilizada por sectores de distinta procedencia ideológica, pero que coinciden en buscar repetir la foto de 2001, aunque estemos en una realidad totalmente distinta. La prueba es que esto que se venía planteando como una hipótesis, se terminó por corroborar.
–Entonces, su lectura coincide con la que hizo Hermes Binner en Santa Fe, en el sentido de que no fueron saqueos ligados a la pobreza.
–No lo fueron, en absoluto. Es que si este fuese un país en llamas, un país acicateado por el hambre, la convocatoria de (Hugo) Moyano, (Pablo) Micheli y compañía en la Plaza de Mayo hubiese sido multitudinaria. Hubiesen reunido a las masas que hubieran salido a reclamar por todo lo que supuestamente les falta, y eso no pasó.
–Sobre el tema de la chispa, ¿cree, como algunos funcionarios del gobierno nacional, que Moyano o el gremio de Camioneros se ocuparon de encenderla?
–Yo me resisto a creer que quien es dirigente sindical apele al vandalismo, que es la negación del movimiento obrero organizado. El código de los barrabravas, la acción delincuencial, la vinculación con los narcos, con los punteros de la derecha, es la negación del movimiento sindical. En un país donde eso ocupe espacio, como en México, el movimiento sindical tiende a desaparecer. No creo que Moyano se quiera suicidar, pero sí tengo que decir que vi perplejo una conferencia de prensa en la que él y Micheli, junto a personajes nefastos para el movimiento obrero como el Momo Venegas, se cagaban de risa, hablaban en un tono jocoso mientras había dos muertos.
–Su organización tiene presencia en todo el país, ¿tienen datos sobre el tema de la logística de los saqueos?
–Supimos de lugares donde había grupos que estaban instigando y que tenían vinculaciones con barras bravas, que hubo grupos que repartieron dinero entre pibes de una barriada muy marginal. También de la presencia de autos de alta gama merodeando algunos lugares y además supimos que esto se dio en algunos puntos determinados, y en otros donde existen los mismos problemas sociales no pasó nada. Es decir que hubo saqueos donde hubo grupos que actuaron con una logística y una determinación.
–Eso cuesta, ¿quién puso el dinero?
–Es un hilo del que tiene que tirar la Justicia. Yo miraría con lupa a ciertos sectores de la derecha que trabajan para generar un clima de desestabilización, buscaría las vinculaciones de algunos caudillos territoriales. Y por supuesto que todos los que tienen una verborragia encendida, que permanentemente están inventado situaciones de colapso, de estallido, tendrían que repensar más allá del rédito mediático que les signifique tenerlo a (Héctor) Magnetto y al diario La Nación como portavoces, las cosas que dicen, porque están siendo utilizados por sectores que quieren que esto termine en una situación de colapso y desestabilización institucional. Hay muchos sectores que están convencidos de que Cristina Kirchner no puede llegar a 2015 y la única manera de terminar con esto es generando escombros del sistema democrático. Claro que quieren estar parados arriba de los escombros, no debajo.
–Un elemento nuevo es que por primera vez aparece mencionado el narcotráfico como un actor más. Esto pasó en Rosario, donde lo aseguran desde funcionarios a organizaciones sociales.
–Es el accionar típico, no solamente en Argentina sino en otros países de América Latina como Venezuela o Ecuador. Van generando territorios que quedan marginados de las reglas de juego de la democracia. Es un factor más que se suma, un elemento perturbador que aprovecha.
–Más allá de si hubo instigadores que buscan desestabilizar, ¿los saqueos no muestran que sigue habiendo sectores sociales a los que el Gobierno no ha dado todavía una respuesta de fondo?
–Creo que muestran la realidad de cualquier país capitalista del mundo, donde existen desigualdades abismales, donde la destrucción del Estado de bienestar generó zonas de marginalidad social que en la década del ‘90 llegaron a ser de exclusión social absoluta. Pero hago una diferencia: hoy hay poblaciones en nuestro país que siguen sufriendo grandes carencias, pero que no están abandonadas a su propia suerte, no están a la intemperie, a la deriva como en la década del ‘90. No se puede comparar el país de hoy con el de 2001, que tenía 8 millones de desocupados, más del 50 por ciento de su población por debajo de la línea pobreza, dos millones de personas que no eran jubilados ni estaban en condiciones de trabajar porque eran parte de la tercera edad. Hoy en los comedores escolares es notable la disminución de la matrícula. En los comedores de los barrios también.
–Coexistiendo con esto, hay una marginalidad a la vista, que se ve al salir a la calle. ¿Es un fenómeno social distinto del de los ’90, otro tipo de marginalidad?
–Hay una franja de la población que quedó en una especie de limbo en términos sociales, que a pesar del crecimiento económico todavía no recuperó la posibilidad de un trabajo estable en condiciones dignas. Y estos son los sectores sobre los que tratan de apoyarse los que van a reclutar mano de obra para estas acciones de vandalismo. Tienen que ver con la pobreza estructural, con una exclusión también en términos culturales. Son fenómenos estructurales de capitalismo que desde ya requieren una respuesta más profunda que las que ha generado el Gobierno, pero este es un Gobierno que ha generado respuestas. Uno podrá discutir si han sido eficaces, si han sido las necesarias en términos de la magnitud del fenómeno de la exclusión, ahora lo que no puede negar es que es un Gobierno que ha tomado posición, que ha generado más de cinco millones de empleos, que avanzó con la Asignación Universal por Hijo. Si uno mira para atrás se recorrió mucho camino y si mira para adelante falta muchísimo. Hay que acelerar el paso de lo que falta porque es sobre esos sectores donde va a tratar de echar raíces todo lo que tiene que ver con la derecha y el autoritarismo y con la actividad delictiva para generar Estados dentro del Estado.
–¿Qué siente como dirigente sindical frente a estas situaciones? Da la impresión de que el movimiento obrero, dividido en cinco centrales, cada vez tiene menos capacidad de poner temas en la agenda política.
–Autocríticamente tenemos que reconocer el espacio que cedimos en el movimiento sindical con la falta de un programa político de transformación que sea parte de lo que vive América Latina. En cambio, lo que tenemos es amarillismo y corporativismo. Desde el movimiento sindical tenemos la obligación de repensar un posicionamiento, porque si no inevitablemente vamos a perder terreno y protagonismo frente a los sectores que alientan el bardo y la agitación desde la marginalidad.