Mateo Cruz tiene 10 años, vive en Purmamarca y siempre quiso tocar el bandoneón. “Con su papá quisimos comprarle uno y nos fue imposible por el costo”, contó su mamá. Pero un grupo de luthiers del Taller Galván lanzaron un concurso por Instagram, toda la provincia acompañó al niño y lograron cumplirle el sueño.
Mateo Cruz, con entonces 8 años, se asomó por la ventana de la escuelita de música de Purmamarca. Se preparaba para su clase de sicu cuando un sonido que nunca antes había escuchado lo sorprendió. Quedó fascinado, inmóvil, mirando como otro niño ejecutaba un bandoneón. Mateo se animó animó a entrar y a pedirle al profesor:
–Profe, yo quiero aprender a tocar ese instrumento.
Señaló el instrumento, que llegó al norte argentino en tren a principios del siglo pasado, sin conocer cómo se llamaba. Se sentó en una sillita y sobre sus piernitas por primera vez sintió los fuelles.
-Profe, voy a ser responsable, ¿me enseña?
Avisó con voz firme, porque le habían advertido que su estudio requería de esmero, ganas y mucha responsabilidad. Desde ese día, su sueño fue tener un bandoneón e imitar los sonidos del genial Máximo Gregorio Puma, gran referente del instrumento en Jujuy.
Pasó el tiempo, siguió estudiando, pero estaba lejos de poder tener su propio bandoneón. “A los niños les cuesta acceder a sus propios instrumentos, Mateo había empezado a estudiarlo unos meses antes de la cuarentena, lo que nos obligó a adaptarnos y aprender sobre la tecnología para seguir enseñando a la distancia. Incluso les enseñé a armar un bandoneón con cajas de tetrabrik y de zapatos para que no perdieran la digitación aprendida”, recuerda Alexzander Cruz, profesor de la Orquesta Siete Colores de Purmamarca que tiene clases en la Escuela N° 21 “Pedro Goyena” de la ciudad.
La historia del niño que soñaba con un bandoneón
Mateo nació en el paraje Chalala, en Purmamarca, Jujuy, en 2012. Desde pequeño participa con su familia de las peregrinaciones que se hacen a Punta Corral en la que honran a la Virgen con música y pronto le llamaron la atención los instrumentos de viento hechos de caña, como el sicus y la quena, que suelen tocar los niños en esas procesiones.
“Siempre le gustó la música y me pidió ser parte de la orquesta. Así empezó a estudiar los instrumentos de viento para peregrinar como sicuri. Lo anoté en la Orquesta Siete Colores de Purmamarca donde más tarde conoció el bandoneón”, relata su mamá Verónica.
“Durante una de las clases de bandoneón, de mediados de 2019, su grupo de sicuri pasaba por el salón y asomó su carita. Se ve que lo que escuchó lo sorprendió mucho porque pidió permiso para entrar al aula, estaba maravillado. ‘Quiero ver qué se siente al tocarlo’,me dice y le expliqué cómo debía acomodarlo, cómo se colocan las manos, la posición de los dedos. Como no podía sostenerlo bien puse un taquito debajo de sus pies para que el instrumento no se le cayera. Le dije que era muy delicado, que no era para jugar, que necesitaba mucho cuidado y que debía ser serio con él. Unos días después su maestra integradora me contó que quería aprender”, cuenta el docente Alexzander Cruz.
A los pocos días se unió al grupo. “Yo les prestaba a los niños mi bandoneón y lo íbamos rotando para que todos pudieran estudiar tocando el instrumento que, a diferencia de Buenos Aires, no se lo ejecuta para tocar tango sino nuestra música como el carnavalito, la zamba, el bailecito, el gato y la chacarera”, aclara el profesor.
Para Mateo, como para sus compañeros, la llegada de la cuarentena lo cambió todo.
“Generalmente, para alentar a seguir avanzando a sus alumnos, la orquesta presta sus instrumentos pero no cuenta con un bandoneón y cuando hubo que comenzar con las clases virtuales en el NOA había muchas familias sin WiFi, sin smartphones y de las que contaban con ello, varias no sabían cómo usar las plataformas o sus teléfonos no contaban con los suficientes datos para tener una clase completa. Fue muy difícil. Los nenitos debían salir a la ruta con sus padres buscando un poco de señal, llegar a la vereda de algún hostel para pedir que les conviden el wifi… Ello y no tener el instrumento complicó todo más, por eso les grabé un video mostrando cómo hacer un bandoneón con cartones y otros videos con las clases así no tenían que salir en busca de conexión a internet”, recuerda los días difíciles.
Hace unas semanas, el profesor Cruz se enteró que el Taller Galván organizaba el sorteo de un bandoneón. Le pidió permiso a Verónica para postular a Mateo junto a Federico Mendoza, de la orquesta de Maimará, para participar por “Bendecido”, el bandoneón que el grupo de luthieres reparó para ser donado. Seis candidatos se presentaron a ese sorteo.
La gente debía votar por las historias Instagram. “Eso es una cosa nueva en el Norte, porque no conocíamos esa aplicación y no lo sabíamos manejar, pero todos lo instalamos y comenzamos a votar para que ganaran. Purmamarca es un pueblo muy chico donde la gente no maneja internet, por lo que debimos convocar a periodistas locales para que nos ayudaran a difundir”, agrega.
El sorteo fue el lunes 10 de enero al mediodía. “El profe se portó de diez con nosotros, nos acompañó durante el sorteo porque teníamos que ir a un lugar con conexión, cosa que en el cerro no hay. Mateo estaba muy nervioso y cuando dijeron que había ganado saltó de felicidad”, recuerda la mujer que anticipa que en febrero llegará el instrumento de la mano del grupo que lo refaccionó y sorteó.
Pedro Galván, el mentor de la iniciativa, cuenta que la idea de sortear dos bandoneones nació a partir de su propia experiencia. “Conozco el costo económico que tienen y lo que ello implica: mucho trabajo y en muchos casos el desánimo por no lograrlo. Desde que lanzamos la campaña en nuestras redes, nuestros seguidores demostraron que hacerlo era importante y, sobre todo, necesario”.
Galván es parte de un grupo que desde 2014 se dedica a restaurar uno de los instrumentos más preciados por los músicos.
Así, un poco por azar, un poco por la solidaridad del taller, y sobre todo por la gran ayuda de su profesor Cruz, el gran deseo de Mateo se cumplió. “Está inmensamente feliz y ansioso por la llegada de su bandoneón. No ve la hora de tocar y compartirlo con Federico Mendoza, el otro nene de la Orquesta de Maimara que participó del concurso pero no llegó a la final”, le cuenta a Infobae la mamá.
“Creemos que esto puede generar consciencia de la necesidad que tienen los jóvenes músicos para continuar sus carreras aún sin el medio para lograr su sueño”, asegura Galván, quien además donó otro bandoneón para la Orquesta Escuela de Tango Mario Abramovich, de San Miguel, conformada por niños y jóvenes de los centro culturales de los barrios Manuelita, Mitre, Sarmiento y El Faro.