El relevamiento se realizó entre noviembre de 2022 y enero de este año con 3380 casos de todo el país. La ENCC tuvo el asesoramiento teórico de la Escuela de Altos Estudios Sociales (IDAES) dependiente de la Universidad Nacional de San Martín; el trabajo de campo del Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada (CINEA) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero; y el procesamiento y finalmente el análisis de datos del equipo del SInCA y los analistas de la Dirección de Planificación y Seguimiento de Gestión. “Esta información nos da pistas de cómo se configuran los hábitos de lo real, qué sostiene los imaginarios de nuestros pueblos”, parafraseó Bauer a García Linera.
Lo primero que salta a la vista ante los resultados preliminares es la previsible virtualización cultural. Sin embargo, y contra lo que la protesta apocalíptica sugiere, esta digitalización de los consumos culturales alentó al mismo tiempo algunas prácticas tradicionales. La televisión, por ejemplo, mantiene su hegemonía en los consumos (alcanza al 91 por ciento de la población), sólo que ahora su visionado se distribuye también entre las computadoras y los celulares, y no tanto en el televisor mismo. La encuesta ratifica el crecimiento de las plataformas audiovisuales (Netflix, Disney+ y similares), que ahora alcanza al 65 por ciento de la población con un índice bastante alto de consumo pago (en general, apenas cuatro o cinco puntos por debajo de los usuarios efectivos de cada plataforma).
Un fenómeno similar al de la televisión experimenta la radio. Aunque su consumo cayó 20 puntos (al 67 por ciento) en los últimos diez años, aún está lejos de extinguirse. Aquí el celular viene al rescate aportando un 27 por ciento de los oyentes, tanto con las apps de las distintas emisoras como con el formato podcast, que recupera el contenido de muchos programas. De cualquier modo, es un consumo más bien adulto: el 80 por ciento de sus oyentes tienen entre 50 y 64 años.
El impacto de internet también se hace evidente en el principal consumo cultural del país: la música. No sólo el 96 por ciento de la población disfrutó de la música, sino que además el 80 por ciento accedió a ella gracias a internet. Una curiosidad aparece en los géneros musicales que se escuchan: la cumbia y el reggeaton alcanzan al 62 por ciento de la población, seguido de cerca por el rock nacional (59 por ciento) y el folklore (48 por ciento). La música romántica/melódica, que hace diez años estaba al tope de las preferencias, ahora está cuarta. Será interesante ver, con resultados cruzados, dónde y cómo confluyen los gustos entre los géneros más masivos y los de nicho.
También la lectura de noticias recuperó fuerza desde 2017. En ese entonces su consumo había caído al 57 por ciento y volvió a crecer hasta el 68. En parte ese fortalecimiento puede reconocerse en la aparición de las redes sociales como plataforma relevada por la encuesta para el consumo de noticias. En cuanto a los libros, la mitad de la población leyó al menos uno en el último tiempo. Lejos del lugar común de que “los jóvenes no leen”, se trata de los segmentos más lectores. El 77 por ciento de los adolescentes de 13 a 17 años leen, y el guarismo entre los jóvenes adultos (18 a 29 años) alcanza el 58 por ciento. La cuarta parte de los lectores, en tanto, partieron de dispositivos digitales: el papel, pese a todo, resiste.
También los videojuegos experimentaron un crecimiento. Tras el llamativo descenso en las cifras en 2017, su consumo ahora alcanza a la tercera parte de la población (y considerando que mucha gente no cree que jugar con el celular sea “jugar videojuegos”, aunque efectivamente lo sea, el porcentaje real bien podría ser mayor). El celular es, además, el dispositivo más frecuente para jugar, con un 26 por ciento de los usuarios. En una línea similar, las redes sociales “explotaron” y ya casi nadie escapa a ellas: el 95 por ciento accede a alguna, sea Whatsapp, Youtube, Facebook, Instagram o Tik Tok. Twitter tiene un alcance modestísimo y está en sexto lugar, lo cual confirma su carácter de microclima sin tanto impacto sobre lo real.
Federico Bonazzi, coordinador del SInCA, destacó la aparición de los audiolibros en el radar cultural local: si antes nadie los mencionaba, ahora alcanzan a 1 de cada 10 lectores. “También observamos la recuperación de la presencialidad y con valores más altos que ediciones anteriores. El cine alcanza a más de un tercio de la población y son los jóvenes quienes mas van: cae la hipótesis de que la disponibilidad hogareña va en detrimento del consumo”, plantea.
Julia Houllé, directora de Planificación y Seguimiento de Gestión, señaló que la ENCC debía concretarse en 2021, pero con la pandemia decidieron retrasarla un año y hacer un relevamiento más tradicional, de modo que fuera representativo de la población argentina (algo complejo de lograr desde la virtualidad pues cada encuesta suponía más de 190 preguntas en encuentros presenciales de más de 40 minutos). “La Encuesta busca relevar las transformaciones vertiginosas de las prácticas culturales post pandemia”, destacó y ratificó la metodología de ediciones anteriores para poder realizar comparaciones con las situaciones de 2013 y de 2017. Entre los cambios en el diseño de la muestra vale puntualizar la diferenciación del Gran Buenos Aires como región geográfica, preguntas vinculadas a la identidad de género y la incorporación de algunas categorías culturales, que en otras ediciones no figuraban. Además, celebró Houllé, consultaron con distintas secretarías vinculadas a la cultura acerca de qué puntos necesitaban relevar. “Estamos convencidos de que los datos tienen que dialogar con la gestión”, afirmó.