La corrida cambiaria destruyó un capital especulativo inmenso. El bursátil se derritió en 92 mil millones de dólares. El valor de las empresas locales líderes se derrumbó. La caída promedio de las acciones desde enero de 2018 es de 80 por ciento. Están a precio de remate para capitales extranjeros. La negación política de Macri y la impericia técnica del BCRA y Hacienda aceleraron la corrida de cambiaria a bancaria.
En la Bolsa de Comercio de Buenos Aires cotizan 97 empresas locales líderes. El precio de las acciones por la cotización de cada una de ellas entrega como resultado el valor de mercado de las compañías. En enero de 2018, sumaba en total el equivalente a 116 mil millones de dólares. Fue cuando el índice de acciones líderes MerVal había alcanzado el récord de 1800 puntos medido en dólares. El día después de las elecciones PASO dejó al descubierto la impresionante burbuja especulativa macrista, alimentada por la emisión de deuda descontrolada y la tasa de interés real más alta del mundo, bicicleta potenciada con el blanqueo de capitales y la recategorización de la plaza local de frontera a emergente. Se pinchó el globo amarillo y se produjo entonces el colapso de las cotizaciones. Se derritió el capital bursátil desde el mencionado máximo de 116 mil millones de dólares a unos 24 mil millones de dólares.
Una de las medidas de la catástrofe económica de este ciclo político es que inversores locales y extranjeros registraron una destrucción de capital de 92 mil millones de dólares. El quebranto es impactante: de enero de 2018 a fines de agosto de 2019, la pérdida de valor de empresas locales que cotizan en bolsa es de 80 por ciento.
Los rebotes de las cotizaciones de los últimos días no modifican el daño provocado en el mercado ni el rechazo que en estos momentos tienen los grandes inversores hacia la plaza argentina. La corrida contra activos argentina continúa viva.
La economía macrista no ha dejado espacio por destruir; también lo hizo con el valor de mercado de las grandes empresas locales, como los bancos Galicia, BBVA, Macro y Supervielle, las energéticas Pampa, Edenor y Central Puerto, la petrolera YPF, Telecom, Aluar, Cresud, Cablevisión, entre otras.
Las compañías argentinas líderes están a precio de mercado ganga para tentar a grandes firmas e inversores del exterior. Hay que ver si se produce otro desembarco de esos capitales, como sucedió en los noventa, luego de la hiperinflación, y en el comienzo del nuevo siglo, después del corralito, megadevaluación y default. Las ventas o el traspaso del paquete de control se hicieron con el valor de las empresas devaluado.
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El Instituto Argentino de Mercado de Capitales elabora un informe diario de la capitalización bursátil expresada en pesos. Al calcular esos datos con el tipo de cambio del cierre de cada día se alcanza el valor en dólares de las compañías domésticas. La secuencia de cómo se evaporó riqueza bursátil es impactante:
* En enero de 2018 sumaba 116 mil millones de dólares.
* El 9 de agosto, el viernes anterior a las elecciones PASO, era de 52.522 millones de dólares.
* El 12 de agosto, el lunes posterior a los comicios, bajó a 35.412 millones de dólares.
* El último día del mes pasado había descendido a 23.675 millones de dólares, una caída del 55 por ciento desde el viernes 9 de agosto.
Estos números son muy elocuentes para desmontar otra estrategia de confusión del discurso oficialista acerca de que las PASO fueron el disparador de las turbulencias en el mercado financiero y bursátil. Como se puede observar, desde el pico de la cotización de las acciones hasta un día antes de las elecciones primarias, la capitalización bursátil tambien había bajado 55 por ciento. Es el periodo en que la economía macrista se quedó sin financiamiento voluntario externo, precipitando una fuerte corrida cambiaria y contra activos argentinos. El gobierno pudo extender la agonía con el inmenso préstamo entregado por el Fondo Monetario Internacional.
La fuga de capitales ya estaba lanzada y esos dólares del FMI vinieron a garantizar que el tránsito hasta las elecciones de octubre de este año no sea traumático. Casi agotados esos recursos y con un escenario político-electoral emergente de las PASO que alteró a los grandes fondos de inversión, más aún luego de haber sido engañados con encuestas oficialistas, se aceleró la fuga.
Un factor no mencionado es que la caída ha sido más violenta porque, en los meses previos a las PASO, el Banco Central estuvo pisando la paridad cambiaria y subiendo la tasa de interés, alentando el carry trade. A la vez, el vice del Central, Gustavo Cañonero (ex Deutsche Bank y ex socio argentino del fondo Templeton) y el secretario de Finanzas, Santiago Bausili (ex Deutsche Bank y JP Morgan), estuvieron incitando a fondos especulativos de Wall Street para que se subieran a esa bicicleta, garantizándoles la puerta de salida con contratos de dólar futuro (el BCRA había acumulado cantidad de esos contratos). Esa misión se concretó a fines de junio pasado junto al entonces ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. De ese modo estuvieron alimentando de dólares el pulmotor de la terapia intensiva de la economía macrista, inflando aún más la burbuja especulativa que, cuando estalló, fue todavía más furibunda.
La segunda etapa del derrape bursátil comenzó cuando el gobierno de Macri perdió en las urnas por paliza y, con un Presidente mal dormido y negador de lo que le había pasado, decide no intervenir en el mercado dejando que la paridad cambiaria se descontrole. Lo que también se derrumbó en consecuencia y en forma inmediata fueron las cotizaciones de acciones y títulos públicos.
Con otra vuelta de la megadevaluación macrista quedó al desnudo que el modelo de valorización financiera inaugurado en diciembre de 2015 se había agotado. Y la corrida que había comenzado a fines del primer trimestre del año pasado, cuando Wall Street cerró el grifo de dólares a la economía argentina, se precipitó a una velocidad fulminante. El saldo fue que en menos de un mes, la capitalización bursátil en dólares retrocedió también 55 por ciento.
La diferencia entre uno y otro período de la fuga de activos bursátiles fue la velocidad; el saldo es el mismo: en cada etapa el valor de mercado de las empresas bajaron en promedio 55 por ciento en dólares respecto al monto base (enero 2018 y 9 de agosto de 2019, respectivamente). En total, el derrumbe bursátil en 20 meses de crisis es de 80 por ciento.
Récord
La agencia de noticias financieras Bloomberg publicó un ranking de las caídas diarias más violentas de bolsas del mundo. El registro es de 94 plazas bursátiles desde 1950. En los primeros cinco lugares, el mercado argentino ocupa dos. El derrumbe más impresionante fue el de Sri Lanka, en 1989, cuando comenzó una guerra civil en ese país asiático: bajó 61,7 por ciento.
En los dos lugares siguientes se ubicaron los derrapes del índice de acciones líderes MerVal. El del 12 de agosto pasado fue el segundo peor de ese ranking, con una caída del 48,0 por ciento, seguido por el desplome de 2002 del 45,2 por ciento. En el cuarto puesto, la bolsa de Kazajistán que también en el 2002 contabilizó un quebranto diario de 38,6 por ciento, para cerrar el listado el mercado de Mongolia, que en 2004 retrocedió 35,4 por ciento en una jornada.
Formar parte de este ranking no deja bien posicionado a los protagonistas del mercado local ni a los reguladores que permitieron y facilitaron la construcción de una fenomenal burbuja especulativa. El actual estallido, con la euforia inicial, el posterior pánico y el crac, tiene las mismas características de lo sucedido en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires en otros ciclos neoliberales.
El periodo de José Alfredo Martínez de Hoz tuvo un inicio bursátil festivo, con subas impresionante de las cotizaciones. Desde 1976 hasta 1980, la Bolsa tuvo los mejores cuatro años de su historia, con centenas de empresas cotizantes y con el índice general subiendo de 342 a 11.252 dólares (vale recordar el fabuloso atraso cambiario con elevadas alzas de precios que infló artificialmente el valor de las empresas), incrementando en 31 veces su valor en apenas cuatro años. Las sonoras quiebras de los bancos de los Andes y de Intercambio Regional y el posterior estallido de la tablita cambiaria provocaron el crac bursátil. Desde 1980 a 1985 la Bolsa retrocedió hasta que el índice de acciones marcó el equivalente a 536 dólares. Una caída del 95 por ciento desde el pico anotado durante el ciclo de la dictadura militar.
Dos años
A los dos años, Fernando de la Rúa renunció por el desborde de un modelo social y financieramente insustentable. No tuvo auxilio internacional para poder continuar en la Casa Rosada.
A los dos años del mandato, Mauricio Macri estuvo al borde del precipicio del default y la mano salvadora del Fondo Monetario, asistencia ordenada por los Estados Unidos de Donald Trump, lo rescató de un final como el de De la Rúa.
Esos dólares, que permitieron evitar el estallido, ilusionaron a Macri con ser un candidato competitivo por la reelección, manifestando incapacidad de registrar las señales de deterioro generalizado que se iban acumulando en los frentes financiero, económico-sociolaboral y en el político.
Macri hubiera terminado como De la Rúa si no aparecían los dólares del FMI. No lo hará en la cuestión institucional por la cercanía de la elección presidencial y porque la oposición triunfante se está manejando con muchísima prudencia, pero sí será igual o peor en el desastre económico que dejará.
El colapso del mundo financiero local, con destrucción récord de capital “ficticio”, tiene su origen en el frenesí especulativo iniciado por el gobierno de Macri con el ciclo de endeudamiento más vertiginoso de la historia argentina y con la fabulosa bicicleta del carry trade. Esta es la causa remota para entender el crac financiero. La causa inmediata fue el resultado electoral de las PASO, que actuó como un baño de realidad acerca de las consecuencias de un modelo de valorización financiera que había implosionado.
Devastación
El estallido de la burbuja especulativa macrista ha sido devastadora del capital financiero. Ha provocado una pérdida monumental en la cartera de inversores públicos y privados, a la vez que ha castigado con dureza a los instrumentos financieros del mercado. El detalle es abrumador:
* Como se mencionó, la capitalización bursátil se ha derrumbado 80 por ciento. La pérdida de valor de las empresas locales líderes fue de 92 mil millones de dólares.
* El patrimonio de los Fondos Común de Inversión bajó de casi 250 a 155 mil millones de pesos del 27 al 30 de agosto, con algunos FCI retrocediendo hasta el 62 por ciento.
* La deuda pública de corto plazo, en pesos y en dólares, fue defaulteada. El derrape de las paridades de todos los bonos provocó pérdidas inmensas a bancos, inversores y fondos internacionales.
* El “corralito” de las Letes generó una crisis de liquidez en empresas y provincias, que no pueden hacerse de recursos previstos para el pago de salarios y de cuentas a proveedores.
* El riesgo país se disparó arriba de los 2500 puntos, lo que implica que los grandes operadores del mercado evalúan que el default será más pronunciado.
* La situación de la deuda en dólares de las provincias es crítica, puesto que la megadevaluación tiene como resultado la necesidad de un incremento sustancial de recursos en pesos para hacer frente al pago de intereses y capital (el camino de la refinanciación por ahora esta obturado). Un caso crítico es el de la administración bonaerense de María Eugenia Vidal que contabiliza una deuda de unos 12 mil millones de dólares, al primer trimestre de este año.
* El control de cambios deprimió la actividad del mercado de futuros Rofex.
* Un cuarto de los depósitos en dólares salieron del sistema bancario. Del 9 de agosto al 4 de septiembre (último dato del BCRA) bajaron 8329 millones. Y no existen señales de que la sangría se vaya a detener por el momento.
* Los depósitos en pesos están siendo licuados por la devaluación y el shock inflacionario. Los retiros de plazos fijos en pesos del sector privado sumaron 82.217 millones, al bajar 6,8 por ciento en ese mismo periodo.
* Las reservas del Banco Central continúan descendiendo hasta niveles críticos, con escasas chances de recibir el anabólico del desembolso de unos 5400 millones de dólares del FMI. El stock bruto del viernes era de 50.549 millones de dólares. Bajó 15.759 millones, 23,8 por ciento del total contabilizado el 9 de agosto.
Impericia
Con un Presidente groggy por la paliza de las PASO, tirando manotazos sin conectar uno, la administración de la crisis se hace más compleja; más bien se acelera y agudiza. El lunes 12 de agosto se inició una seguidilla de medidas desesperadas. La primera fue no intervenir en el mercado de cambios para moderar la inevitable suba de la paridad. Fue una decisión política que Macri la dejó expuesta en la conferencia de prensa de esa tarde, acompañado por su compañero de fórmula, Miguel Ángel Pichetto. La consigna de campaña electoral que lanzó fue que el desquicio de ese día en el mercado fue por culpa del triunfo del Frente de Todos.
Provocada otra vuelta de megadevaluación, la corrida contra el peso se intensificó y, en consecuencia, el Banco Central empezó a perder reservas en cantidad. Con el giro del FMI cada vez más lejos, la opción que se eligió para tener más dólares en el BCRA fue defaultear la deuda en pesos y en dólares de corto plazo. Esta medida, que dinamitó a los FCI que inicialmente no pudieron dar respuesta a los rescates de cuotapartes, instaló el pánico en el mercado y la corrida cambiaria se mudó a bancaria. Recién en esa instancia se instaló el control de cambios.
Para eludir semejante caos en el sistema, la secuencia debería haber sido otra. Primero se tendría que haber instalado el control de cambios para cuidar las reservas, garantizar el pago de deuda y proteger los depósitos de los ahorristas en el sistema bancario. Se hubiera evitado de ese modo la corrida fulminante contra los depósitos en dólares.
Macri, aconsejado por el ex ministro de Finanzas y ex presidente del Banco Central, Luis Caputo, se resistió a imponer restricciones cambiarias y ordenó el default. Fue otro aporte más de Caputo al desastre financiero del macrismo. El caos que provocó esa decisión lo llevó a instalar finalmente límites a la compra de dólares, pero de una forma que no impide la sangría de reservas porque garantiza el canal de fuga con la posibilidad de compra de hasta 10 mil dólares mensuales.
Con semejante nivel de impericia técnica, dogmatismo político y, en especial, de voluntad de seguir facilitando la fuga de capitales, Macri aceleró una corrida que ya tiene dinámica propia y desenlace dramático.