
Martin MacNeill y su esposa Michelle tenían un matrimonio a punto de cumplir 30 años. A pedido de él, su mujer accedió a realizarse una cirugía estética. ¿Qué le provocó a ella la muerte pocos días después? Fueron sus hijas las que lograron justicia y que se descubriera que en realidad fue un asesinato
La fecha para la cirugía estética estaba estampada prolijamente en la agenda de Michele MacNeill: martes 3 de abril de 2007. Estaba convencida de que pasar por el quirófano para realizarse un lifting no solo refrescaría su cara de mujer de 50 años, también sería un viento renovador para su matrimonio que venía a los tumbos.
Michele se había enterado de que su esposo, médico y padre de sus ocho hijos, tenía una amante más joven. La idea de hacerse una estética había surgido de él y hasta le había buscado un profesional idóneo. Pensó que acceder a los caprichos de su marido podía ser una buena estrategia para reconquistarlo
Entró a la sala de operaciones y se durmió bajo los efectos de la anestesia soñando con la reconciliación con quien era el hombre de su vida desde hacía casi treinta años, el doctor Martin MacNeill.
Unas horas después, Michele despertó dolorida y a los gritos. Su marido la medicó. Pasó la noche en el hospital y fue dada de alta al día siguiente, miércoles 4 de abril.
Se instaló en su soñada casa de Pleasant Grove, Utah, Estados Unidos, con un arsenal de medicamentos que su marido había pedido diligentemente al cirujano que le recetara.
El jueves 5 de abril por la mañana su hija Alexis, estudiante de medicina, la encontró inconsciente en su cama.
“Cuando entré a su cuarto ella estaba totalmente sedada, inconsciente”, cuenta. Alexis confrontó a su padre quien admitió que quizá le había dado demasiada medicación para el dolor. Le explicó a su hija, de colega a colega: “¡Oh!… como tu madre vomitó, le di de nuevo los remedios y tal vez fue demasiado”.
Enojada, Alexis, quien estaba unos días de vacaciones parando en la casa familiar, le dijo a Martin que le daría ella misma la medicación.
Cuando Michele despertó habló mucho con Alexis. Esa charla le quedó grabada a fuego. “Mamá me pidió que le diera de a una las píldoras, así podía sentirlas con sus dedos y reconocerlas porque todavía tenía los parches de la cirugía sobre sus ojos y no podía verlas. Me dijo: de esta forma, si él trata de darme algo más, me voy a dar cuenta”.
Un mes antes de esto, Alexis había ayudado a su madre a descubrir un romance de su padre. A pedido de Michelle, Alexis había tomado el celular de Martin mientras él dormía y copiado su historial de llamadas. Se lo mandó a su propio teléfono y lo imprimió. Había un número que se repetía permanentemente: era el de una mujer llamada Gypsy Jillian Willis.
El viernes 6 de abril, un poco más repuesta de la operación, Michele decidió enfrentar a Martin. Le dijo que hacía tiempo que había descubierto que él la engañaba con una joven llamada Gypsy.
La pelea fue feroz. A tal punto que ese mismo día Michele le advirtió a su hija y confidente: “Si me pasa algo, asegúrate de que no haya sido tu papá”.
Alexis, tuvo que volver a su facultad de medicina en Las Vegas, Nevada, el martes 10 de abril. Estaba intranquila así que, a cada rato, llamaba a su madre para chequear que todo estuviera bien.
El miércoles 11 de abril, Michele y Alexis hablaron temprano por teléfono. Eran las 8.44 de la mañana cuando madre e hija cortaron la comunicación. Todo estaba perfecto. Pero a las 9.10 Alexis recibió una llamada de su padre quien, supuestamente, estaba trabajando. Sonaba muy nervioso. Le pidió histérico que llamara a su madre porque a él no le respondía el teléfono.
Alexis llamó inmediatamente a Michele, pero ella no atendía.
Mientras, a las 11.35, Martin fue a buscar a Ada, su hija de 6 años, al colegio. Llegaron a su casa 11 minutos después. Apenas entraron Martin le pidió a Ada que fuera a chequear cómo estaba su madre. Él se quedó en la cocina. La pequeña obedeció y corrió a ver a Michelle. Su madre no estaba en la cama. Entonces se asomó al baño en suite. Ahí la vio boca abajo, sumergida en la bañadera, vestida. Gritó aterrada.
Martin llamó al 911 y la operadora, Heidi Johnson, no pudo entender lo que ese señor le decía: “Estaba gritándome histéricamente. Intenté calmarlo y de sacarle información. Pero él no quería quedarse en la línea hablando conmigo y colgó”, le reveló al medio ABC News.
Martin mandó a Ada a la casa de los Daniels, sus vecinos, para buscar ayuda. Mientras, le dejó un mensaje a su hija Alexis que estaba en Las Vegas. Le pidió que se contactara con su madre inmediatamente. Alexis llamó y quien atendió fue Martin: “Me dijo: Tu mamá está en la bañadera. Ella no está respirando. Ya llamé a una ambulancia. Y me cortó. Tomé el auto y empecé a manejar de forma neurótica hacia el aeropuerto. Iba gritando sola: ¡¡Él la mató!! ¡¡Él la mató!! Ese fue mi primer pensamiento instintivo”.
En la casa de los MacNeill reinaba el caos. La pequeña Ada volvió con su vecina Kristi Daniels. Martin protestó y dijo que no necesitaba una mujer sino un hombre para levantar a Michele de la bañera. Recién cuando apareció Doug Daniels la sacaron entre los dos del agua. Se había perdido demasiado tiempo.
Michele fue declarada muerta un poco más tarde y la causa que figuró en el certificado de defunción fue: muerte accidental, por causas naturales, debido a una enfermedad cardiovascular.
Michele MacNeill había muerto a los 50 años. Era el mediodía del 11 de abril del 2007. El matrimonio había durado 29 años, 1 mes y 21 días.
Alexis estaba en shock: esta era una muerte anunciada por la propia víctima. Le retumbaban en los oídos las últimas palabras de su madre. Su cabeza era un infierno. No sabía por dónde empezar.
Las sospechas de las hijas
Alexis, por su parte, decidió liderar una batalla para dilucidar lo que ella creía era un crimen: el de su propia madre en manos de su padre. Primero tuvo que convencer a su hermana Rachel. Uno de los primeros detalles con el que la convenció fue el hecho de que su padre, que estaba perfectamente en forma y yendo al gimnasio cotidianamente, no hubiera podido sacar a su madre de la bañadera sin ayuda. Sonaba más a una demora intencional.
Alexis se dedicó a visitar todos los medios periodísticos buscando atención: “Fui a cada diario de Utah. Buscaba a un periodista, a alguien que me quisiera escuchar. Mi madre había sido asesinada y a nadie parecía importarle”.
Paralelamente, Linda Cluff, hermana de Michele, le escribió una carta al entonces gobernador de Utah, Jon Huntsman, y a la Oficina de Abogados del Condado de Utah. En la carta pedía encarecidamente que investigaran la muerte de Michele.
Lo cierto es que la presión de Alexis y Rachel terminó dando frutos. Los detectives Doug Witney y Jeff Robinson, fueron asignados al caso.
Gracias a la investigación que hicieron, las hijas se enteraron que entre los 20 y 30 años Martin había emitido decenas de cheques fraudulentos para amueblar su casa, comprar alhajas, anillos de diamantes, relojes caros, ropa de marca, sesenta pares de medias, docenas de pares de zapatos… la lista era inmensa. Era un estafador serial. Cuando entró a estudiar medicina estaba en libertad bajo palabra.
Es más: Martin había falsificado los papeles que presentó para entrar a la universidad de California y, también, había adulterado su posterior solicitud para el ingreso a la escuela de derecho.
El nuevo peritaje lo realizó el doctor Todd Gray, un forense en jefe del Estado de Utah. El profesional encontró que ninguno de los medicamentos hallados en el cuerpo de Michele alcanzaban niveles tóxicos graves, pero dijo que la combinación de prometazina, zolpidem, diazepam y oxicodona “podría haber actuado como calmante y haber conducido a una arritmia, resultando en su muerte cardíaca”.
La conclusión fue que la víctima había sufrido una sobredosis de medicamentos que le provocaron perder la conciencia en la bañadera donde terminó ahogándose.

El fiscal, Chad Grunander, cerró su alegato diciendo “casi fue un asesinato perfecto, MacNeill hizo que se le suministraran medicinas que él sabía que iban a ser difíciles de detectar una vez que estuviera muerta”.
El 9 de noviembre de 2013 MacNeill fue declarado culpable por el asesinato en primer grado de su esposa y por obstrucción a la justicia.
Días después, el 6 de diciembre de 2013, se reportó el primer intento de suicidio de Martin en la cárcel.
Al año siguiente, obtuvo otra condena: por agredir sexualmente a su hija Alexis en el 2007. El hecho había ocurrido solamente seis semanas después de la muerte de Michele. Alexis dormía cuando se despertó sobresaltada con su padre tocándola inapropiadamente. La excusa de Martin fue que la había confundido con Michele.
Alexis sostuvo: “Mi padre es un monstruo. Nunca mostró arrepentimiento por nada de lo que hizo. Por ninguno de sus crímenes… ¡Ha destruido tantas vidas!”
El juez Derek Pullan hizo que las sentencias por asesinato, obstrucción y abuso fueran consecutivas. Por ello Martin MacNeill tendría que cumplir al menos 17 años de prisión efectiva. No iba a poder pedir la libertad bajo palabra hasta septiembre de 2031.
Pero las cosas no resultaron lineales. Antes de cumplir los cuatro años de cárcel, Martin se suicidó en el invernadero de la cárcel con una manguera con gas natural que se usaba para calentar el lugar.