Los datos oficiales de la última década marcan una contracción del 4% de asalariados registrados privados y un incremento del 30% de trabajadores estatales.
Los últimos datos laborales difundidos por el INDEC señalan que aún restan recuperarse cerca de medio millón de puestos de trabajo para volver al nivel pre-pandemia, pero también se ratificó la existencia del efecto desaliento, es decir personas que estando en edad de trabajar eligen no salir a buscar trabajo, ya sea porque las remuneraciones posibles son muy bajas o porque prefieren hacer otra cosa.
Ese es el contexto actual del mundo del trabajo, acorde con el efecto pandemia pero que excede la coyuntura. La realidad es que la Argentina arrastra diez años de estancamiento económico y de creación de empleo: no se crece porque no se invierte y no se invierte porque no hay buenas perspectivas de lograr utilidades. La consecuencia es que no se crean puestos de trabajo registrados. Por lo menos en el sector privado.
Dicho esto, los números oficiales que procesa mes a mes el Ministerio de Trabajo son alarmantes y expresan claramente el deterioro en la calidad del empleo, siempre hablando del universo definido como “registrado”. Ya no crece la cantidad de empleo registrado privado, y los puestos de trabajo se van incrementando notablemente en las categorías más relacionadas con la precariedad. A excepción, claro, de los que logran un empleo en el sector público.
En el preocupante panorama laboral, surge de los datos oficiales un contraste llamativo. Por cada empleo que se perdió en el sector privado, se crearon tres en el sector estatal.
La foto a junio de 2021, comparada con la de enero de 2012 -inicio de la serie estadística oficial- muestra esta realidad:
– En casi 10 años la cantidad de empleados registrados del sector privado se achicó un 4%: hoy son 5,8 millones de asalariados, contra 6,1 millones de enero de 2012. En 2012 eran el 56% del total de trabajadores registrados, hoy son el 49%.
El empleo privado avanzó y retrocedió en la década y tu su pico más alto en marzo de 2018. La devaluación que marcó el comienzo del fin del gobierno de Mauricio Macri golpeó duro y desde entonces el empleo privado no paró de contraerse. Al contrario, el empleo público siguió creciendo. En resumen, el ajuste pasó por el sector privado.
– En el sector público ocurrió todo lo contrario. La nómina de asalariados que cobran de Nación, provincias y municipios se incrementó un 29%: saltó de 2,5 millones a 3,3 millones de asalariados. Aquí la proporción sobre el total creció. Los estatales eran el 23% del total de trabajadores en 2012, hoy son el 28%.
Lo notable del panorama laboral en el sector público es que su expansión se dio al mismo tiempo que la economía entraba en una larga etapa de estancamiento y contracción de la cual todavía no puede emerger.
El empleo en el sector público se convirtió, en cierta forma, en un reemplazo del seguro de desempleo y su expansión y su crecimiento ayuda a entender también una parte -no toda- del fenomenal crecimiento del gasto público de los últmos años. Un tema aparte es si la calidad de las prestaciones acompaña la expansión.
Los trabajadores autónomos -ese territorio del que intenta huir por la presión fiscal el trabajador independiente de clase media más o menos acomodada- también muestra un fuerte achicamiento. Hoy son 370.000 los registrados según el ministerio de Trabajo. En 2012 eran 409.000. La caída fue de nada menos que el 10%.
Los monotributistas crecieron un 23%. Un poco porque no se crea empleo en relación de dependencia en el sector privado y, también, porque muchos trabajadores prefieren mantenerse a toda costa en el monotributo antes que verse obligados a saltar a la categoría autónomos. Así, la cantidad de monotributistas saltó de 1,3 millón a 1,6 millón.
En la categoría asalariados de casas particulares (servicio doméstico) también hubo un incremento importante, en parte motivado por las ventajas fiscales para el empleador. En este caso se pasó de 389.000 inscriptos en 2012 a 474.000 en junio de este año, un incremento del 29%.
Un escalón debajo del monotributo aparece el llamado Monotributo Social, un régimen tributario, que promueve la inserción de emprendedores en situación de vulnerabilidad, que realizan una única actividad económica por cuenta propia y se encuentran fuera del mercado formal laboral o trabajando en relación de dependencia pero con ingresos muy bajos. No es una sorpresa lo que ocurrió aquí: los inscriptos en el monotributo social saltaron de 167.000 contribuyentes en 2012 a 368.000 diez años atrás, un incremento del 119%.
El crecimiento del monotributo social puede tener relación con este dato: Hace unos día se supo que el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular llegó a los 2,8 millones de inscriptos y en siete provincias del Noroeste y el Noreste los trabajadores inscriptos en el Renatep superan a los del sector privado.
En las últimas semanas comenzó a hablarse de la necesidad de transformar los planes sociales en empleo. Una propuesta de difícil implementación en este panorama. No habría que descartar que el mismo bolsillo -el Estado- termine siendo el responsable de la misma erogación.
Como se ve, la foto dice que decrecieron los asalariados en el sector privado y autónomos y creció en el resto de las categorías, descollando el empleo público y el monotributo social.
La película es por demás inquietante. A junio de este año, según el ministerio de Trabajo, había algo menos de 11 millones de trabajadores registrados en todas las categorías, apenas un 10% por encima del registro de enero de 2012, pero con una fuerte diferencia entre empleo privado “de calidad” (que cayó) y el resto de las categorías (que crecieron).
El panorama laboral dice que decrecieron los asalariados en el sector privado y autónomos y creció en el resto de las categorías, descollando el empleo público y el monotributo social. La aspiración de crear empleo registrado de calidad está chocando contra una realidad preocupante.
Fuente: Diario Clarín