En la encrucijada de la historia

La coyuntura electoral del próximo octubre, coloca otra vez a los argentinos en la encrucijada, es decir ante decisiones personales que pesarán en el futuro de todos. El futuro es impredecible, aunque en nuestro caso parezca…

lunes 16/09/2019 - 0:11
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La coyuntura electoral del próximo octubre, coloca otra vez a los argentinos en la encrucijada, es decir ante decisiones personales que pesarán en el futuro de todos.

El futuro es impredecible, aunque en nuestro caso parezca conducir a formas ya conocidas en materia política. Si en la crisis de 2001 el grito de lucha era «¡que se vayan todos!”, la consigna actual es que vuelvan todos, aun aquellos con prontuarios y procesamientos incluidos.

En el corto y el mediano plazo es posible que haya voluntades coincidentes en torno a proyectos como Vaca Muerta -explica María Saenz Quesada para diario Pérfil-. Allí se encuentra una riqueza común que bien explotada y comercializada puede  dar resultados positivos y convertirse en la otra base de las exportaciones argentinas junto con los productos del agro. Pero si no se corrigen fallas recurrentes de la política argentina, si no hay tolerancia cero hacia la corrupción en sus variadas facetas, la riqueza potencial de la cuenca neuquina corre el riesgo de convertirse en el botín de guerra del gobierno de turno, sometido al saqueo por parte de empresarios propios y ajenos, sindicalistas y políticos, bien adiestrados en la materia. En suma, en una nueva frustración material y moral.

Para corregir vicios que deterioran la calidad de vida de los argentinos, me parece asunto clave definir el lugar de las instituciones en la gestión del futuro. No es imposible que, estimulados  por el éxito de regímenes autoritarios, como el la República Popular China, que  está entre las primeras economías del mundo, los ideales republicanos sean dejados de lado en forma paulatina hasta esfumarse en el tiempo. Desde luego que no se trataría de copiar al pie de la letra las instituciones de un país de cultura milenaria, con una visión austera de la vida, sino de  tomar lo que puede servir para determinadas tendencias  siempre presentes en nuestro medio y herederas del antiguo caudillaje: el liderazgo de por vida, el partido único, la Justicia subordinada al poder político.

Sin duda que de esto no se hablará en el debate electoral de las próximas semanas y que habrá  chicanas varias para eludir los temas centrales; que el país recupere la moneda; que el Estado no gaste más de lo que puede; que la educación sea vivida como una responsabilidad  directamente vinculada al futuro; que las formas concretas para lograr el desarrollo con equidad sean explicitadas; que se respete la  independencia de la Justicia, y que el sistema de división de poderes, imperfecto como toda obra humana, continúe como el reaseguro contra el poder absoluto. Como se lo propusieron los padres fundadores de la Patria, cuando en 1816 se encontraban en la encrucijada de la independencia.

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